sábado, 9 de marzo de 2013

BERNARD HOPKINS EL MAS LONGEVO


Bernard Hopkins vs Tavoris Cloud - El campeón más longevo de la historia del boxeo y una vida de película. A los 48 años, intentará coronarse rey mundial. Pero su historia excede los límites del ring: tuvo una infancia plagada de violencia, prisiones y más aberraciones

En el Barclays Center se llevará a cabo la pelea entre Bernard Hopkins y Tavoris Cloud, campeón semicompleto de la Federación Internacional de Boxeo (FIB).
Este combate será parte de una eliminatoria de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) en el rango de las 147 libras.

Bernard Hopkins es el boxeador más grande en ganar un titulo mundial y Tavoris Cloud no ha sido derrocado del cinturón que actualmente ostenta.
En las declaraciones de Hopkins previo al combate señaló: "No estoy diciendo que vayas a ver a un nuevo Bernard Hopkins... ya estoy demasiado grande para esa basura". Por su parte Cloud dijo estar listo para el combate y se siente en forma mental y física para el reto a punto de tomar.

La transmisión de la pelea en vivo se produce este 9 de marzo y podrá ser vista por medio de la señal de HBO para toda Latinoamérica.

Bernard Hopkins, con 48 años y 62 peleas profesionales, no se cansa y quiere seguir peleando. Quedó en la historia siendo el campeón mundial más veterano de todos los tiempos del boxeo profesional, y va por más.
El Verdugo, tal como es conocido en el ambiente de los puños, intentará el sábado capturar el título mediopesado de la FIB, en manos de Tavoris Cloud, de 31 calendarios.

¿Por qué pelear a esa edad? La infancia de Hopkins, envuelta en episodios violentos, detenido por la policía en múltiples ocasiones, puede dar una respuesta inicial.

"Siempre tuve cualidades para líder -dice-, ya en quinto o sexto grado cualquier chico que tenía problemas con otro chico recurría a mí en busca de protección, y mi trabajo no era gratis, por supuesto. Cobraba un sándwich o unas bananas, pero siempre cobraba algo. Las muchachas golpeadas por sus novios recurrían a mis servicios, y yo les cobraba realmente poco por despedazar a sus galanes. Me daba placer lastimarlos el doble de lo que me habían pedido. Pero la verdad es que era muy ignorante, era un gamberro, un criminal”, cuenta Hopkins en una entrevista que le realizó el periodista Eduardo Lamazón, tiempo atrás.
"Toda la vida para mí es un enorme rencor contra todo y contra todos. Yo sé odiar y no lo escondo. Las señoritas y los señoritos que dicen que eso no está bien no han pasado por el infierno, y yo ahí vivía en una suite. Soy un tipo peligroso. Me dedico a destruir hombres y a hacer añicos sus sueños. Debe haber un tiempo para ser humilde en la vida de muchos, pero yo no sé de qué se trata, a mí no me ha tocado. El boxeo es una guerra para sobrevivir. El boxeo es un asunto muy serio y no estoy hablando en broma. Pienso violentamente. Jamás he lloriqueado al réferi ni digo, como he oído a muchos, ‘señor, Hopkins me está lastimando’. El ring no es un templo, y el que no quiera contusiones que se vaya a jugar al golf”, sostuvo el pugilista nacido en Filadelfia.

Y recordó su infancia como delincuente: "Mi arma era la intimidación. Veía colgada del cuello de alguien una cadena de oro que me gustaba, entonces me acercaba ‘Hermosa cadenita… ¿la puedo ver?… déjame ver tu linda cadenita… ¡dame la maldita cadena ahora!… ¡ahora!’ Llegué a tener mi reputación. Recuerdo casos en que me acercaba a alguien y me entregaba sus cadenas o el reloj antes de pedírselos. No me pregunte si alguien alguna vez se resistió. La respuesta es ¡no!”
Las peleas callejeras eran una costumbre: "Mis maestros pronosticaban que no viviría hasta los 18 años, y yo les creía. De hecho a los 14 alguien me enterró un picahielo cerca del corazón… no se lo reprocho, porque le había hecho algo muy malo que ni me atrevo a contar… pero le he hecho tanto mal a tanta gente que no me conmueve recordarlo. Mi cuerpo y sobre todo mis manos están llenos de marcas de mordidas recibidas en miles de peleas callejeras”.

Luego, cuando fue detenido, entendió las razones: "No culpo al juez –dice ahora–, yo había sido detenido treinta y dos veces en dos años…¡qué otra cosa podían hacer conmigo!… es más, encerrándome me salvaron del campo santo”.

Ya en la cárcel, Hopkins encontró al boxeo como salida: “El boxeo fue mi mejor terapia –recuerda–, creo que sólo así pude mantener mi sanidad mental. En la cárcel me decían que estaba ‘punch-drunk’ y que estaba loco. Pero yo corría y corría en la pista de entrenamiento sin parar por horas. Me decía para adentro ‘Algún día saldré de aquí… algún día seré campeón’.”

Hoy, el destino vuelve a desafiarlo.

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