Bernard Hopkins vs Tavoris Cloud - El campeón más longevo de la historia del
boxeo y una vida de película. A los 48 años, intentará coronarse rey mundial.
Pero su historia excede los límites del ring: tuvo una infancia plagada de
violencia, prisiones y más aberraciones
En el Barclays Center se llevará a cabo la pelea entre Bernard
Hopkins y Tavoris Cloud, campeón semicompleto de la Federación
Internacional de Boxeo (FIB).
Este combate será parte de una eliminatoria de la
Organización Mundial de Boxeo (OMB) en el rango de las 147 libras.
Bernard Hopkins es el boxeador más grande en ganar un
titulo mundial y Tavoris Cloud no ha sido derrocado del cinturón que
actualmente ostenta.
En las declaraciones de Hopkins previo al combate señaló:
"No estoy diciendo que vayas a ver a un nuevo Bernard Hopkins... ya estoy
demasiado grande para esa basura". Por su parte Cloud dijo estar listo
para el combate y se siente en forma mental y física para el reto a punto de
tomar.
La transmisión de la pelea en vivo se
produce este 9 de marzo y podrá ser vista por medio de la señal de HBO para
toda Latinoamérica.
Bernard Hopkins, con 48 años y 62 peleas profesionales, no
se cansa y quiere seguir peleando. Quedó en la historia siendo el campeón
mundial más veterano de todos los tiempos del boxeo profesional, y va por más.
El Verdugo, tal como es conocido en el ambiente de los
puños, intentará el sábado capturar el título mediopesado de la FIB, en manos
de Tavoris Cloud, de 31 calendarios.
¿Por qué pelear a esa edad? La infancia de Hopkins, envuelta
en episodios violentos, detenido por la policía en múltiples ocasiones, puede
dar una respuesta inicial.
"Siempre tuve cualidades para líder -dice-, ya en
quinto o sexto grado cualquier chico que tenía problemas con otro chico
recurría a mí en busca de protección, y mi trabajo no era gratis, por supuesto.
Cobraba un sándwich o unas bananas, pero siempre cobraba algo. Las muchachas
golpeadas por sus novios recurrían a mis servicios, y yo les cobraba realmente
poco por despedazar a sus galanes. Me daba placer lastimarlos el doble de
lo que me habían pedido. Pero la verdad es que era muy ignorante, era un
gamberro, un criminal”, cuenta Hopkins en una entrevista que le realizó el
periodista Eduardo Lamazón, tiempo atrás.
"Toda la vida para mí es un enorme rencor contra todo y
contra todos. Yo sé odiar y no lo escondo. Las señoritas y los señoritos
que dicen que eso no está bien no han pasado por el infierno, y yo ahí vivía en
una suite. Soy un tipo peligroso. Me dedico a destruir hombres y a hacer añicos
sus sueños. Debe haber un tiempo para ser humilde en la vida de muchos, pero yo
no sé de qué se trata, a mí no me ha tocado. El boxeo es una guerra para
sobrevivir. El boxeo es un asunto muy serio y no estoy hablando en broma. Pienso
violentamente. Jamás he lloriqueado al réferi ni digo, como he oído a
muchos, ‘señor, Hopkins me está lastimando’. El ring no es un templo, y el que
no quiera contusiones que se vaya a jugar al golf”, sostuvo el pugilista nacido
en Filadelfia.
Y recordó su infancia como delincuente: "Mi arma era la
intimidación. Veía colgada del cuello de alguien una cadena de oro que me
gustaba, entonces me acercaba ‘Hermosa cadenita… ¿la puedo ver?… déjame ver tu
linda cadenita… ¡dame la maldita cadena ahora!… ¡ahora!’ Llegué a tener mi
reputación. Recuerdo casos en que me acercaba a alguien y me entregaba sus
cadenas o el reloj antes de pedírselos. No me pregunte si alguien alguna vez se
resistió. La respuesta es ¡no!”
Las peleas callejeras eran una costumbre: "Mis
maestros pronosticaban que no viviría hasta los 18 años, y yo les creía. De
hecho a los 14 alguien me enterró un picahielo cerca del corazón… no se lo
reprocho, porque le había hecho algo muy malo que ni me atrevo a contar… pero
le he hecho tanto mal a tanta gente que no me conmueve recordarlo. Mi
cuerpo y sobre todo mis manos están llenos de marcas de mordidas recibidas en
miles de peleas callejeras”.
Luego, cuando fue detenido, entendió las razones: "No
culpo al juez –dice ahora–, yo había sido detenido treinta y dos veces en
dos años…¡qué otra cosa podían hacer conmigo!… es más, encerrándome me salvaron
del campo santo”.
Ya en la cárcel, Hopkins encontró al boxeo como salida: “El
boxeo fue mi mejor terapia –recuerda–, creo que sólo así pude mantener mi
sanidad mental. En la cárcel me decían que estaba ‘punch-drunk’ y que estaba
loco. Pero yo corría y corría en la pista de entrenamiento sin parar por horas.
Me decía para adentro ‘Algún día saldré de aquí… algún día seré campeón’.”
Hoy, el destino vuelve a desafiarlo.
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