"Cuando me veo en el ring me doy miedo" - A un mes de la unificación del CMB superligero ante Danny
García, Lucas Matthysse, el boxeador del momento cuenta su historia: su
relación con la fama, su amistad con el Chino Maidana y cómo su hija le pidió
que no colgara los guantes.
Hay boxeadores que impresionan por su vigor físico. Otros,
por su confianza excesiva e histriónica. En el caso de Lucas Martín Matthysse,
lo distintivo es su mirada. Sobre el ring, sus ojos son dos puñales negros que
traspasan al oponente; no importa que sea un rival en combate o el entrenador
en sesión de manoplas.
Abajo, las facciones del chubutense de 30 años se aflojan y
el campeón superwelter CMB interino muestra su lado más tierno mientras
contempla la tapa de la última revista The Ring en la que se lo ve en guardia.
Adentro, el título del reportaje de diez páginas (“Más fuerte que las
palabras”) sintetiza bien su carácter. “A mí, mientras menos me rompan los
huevos, mejor. No me interesa que me conozcan. Si no, vas a un bar y te hablan
de boxeo; vas al kiosco, más boxeo. Me siento cómodo así”, reconoce.
El próximo 14 de septiembre, Matthysse se enfrentará al
estadounidense Danny García para unificar la corona CMB de los 63,500 kilos en
el prestigioso MGM Grand de Las Vegas, como semifondo del choque entre el
yanqui Floyd Mayweather y el mexicano Saúl Alvarez. “Pocos lo saben, pero yo ya
peleé en Las Vegas el día previo a Mayweather-De la Hoya. Para mí es lo mismo
pelear ahí que cuando entro al gimnasio de Arano, acá en Junín. El estadio es
lindo, pero lo que importa es lo que pasa en el ring. No me vuelve loco el brillo”,
avisa relajado.
-¿Cómo llegaste al boxeo?
-Yo empecé a ir al gimnasio a ver entrenar a mi viejo
(Mario, ex rival del Roña Castro). También mi tío (Miguel Steimbach) boxeaba, Y
hasta mi mamá (Ruth) hizo una pelea. Mis hermanos Walter y Soledad pelearon por
el título mundial. Así que la cosa es de familia. Es más, mi hermana está
casada con Mario Narváez, uno de los hermanos de Omar. Y mi sobrino, el hijo de
Walter ya boxea. .
-¿Cuándo empezaste?
-A los 10 u 11 años. Cuando mi mamá se separó de mi papá me
fui con ella y mi hermana Jennifer a Esperanza, Después me fui a Rafaela y de
ahí pasé a Vera, a vivir con Juan Keller, un verdulero que quería tener
boxeadores. Me trató como mi papá. En esa casa lo conocí al Chino Maidana.
-¿Cómo?
-A Keller lo ayudábamos con la verdulería. Ibamos a buscar
verdura con el camión jaula y salíamos por los pueblos. Primero vendíamos la
verdura y después peleábamos en los clubes. Ya había hecho peleas en Rafaela
con otro nombre, porque tenía menos de 16 y no me daban licencia. Yo era José
Acebal. Lo loco era que en el pecho tenía un tatuaje que decía Lucas. Ese año
me llamaron para venir a la Selección al Cenard. Como hice otras veces, no miré
para atrás, agarré mis cosas y me fui a Capital.
-¿Qué le metías al bolso cada vez que te ibas?
-Lo poquito que podía juntar. Alguna foto de mi familia, si
tenía... Mi vieja laburó mucho y me regaló una cámara de fotos a los 16 años.
Esos recuerdos siempre van conmigo.
-¿Cómo fue la vida en el Cenard?
-Era complicado por el desarraigo. A veces mi mamá venía a
visitarme y se quedaba allí, escondida. Para todos era como su mamá, le
contaban cómo se sentían. Para que comiera todos pedíamos un poco más de comida
y con eso le armábamos el plato.
-¿Seguís teniendo esa relación con tu mamá?
-Seguro, yo soy muy compañero. Ahora viene a la
concentración y yo duermo abrazado a ella. Es mi vieja y la amo; le agradezco
que siempre esté conmigo.
-¿Cómo fue la convivencia con el Chino?
-Tranqui porque los dos no somos de hablar mucho, ja.
Vivimos muchas cosas juntos desde pibes y nos respetamos. Cuando dicen que nos
quieren ver en el ring yo contesto que no tengo drama, que si tenemos que
pelear vamos a pelear. Hay un montón de boxeadores para pelear, para qué romper
las bolas con nosotros. De amateur peleamos cuatro veces. Me ganó tres veces y
empatamos otra. Y en el Cenard hicimos muchos guanteos. Como los dos fuimos al
piso, sé cuánto pega el Chino y él me conoce la mano. Sé qué piña me va a tirar
a fondo, cómo va a hacer un movimiento.
-¿Fue el que más fuerte te pegó?
-No. La Zorrita Soto fue el que me hizo sentir la mano. Se
ve que tengo buena mandíbula porque nadie se dio cuenta.
-¿Alguna vez pensaste en dejar el boxeo?
-Un montón de veces. Hay cosas que te pasan en la intimidad,
en lo personal que te hacen pensar en dejar todo. Y después cuando perdí con
Zab Judah me sentía cansado. Y cuando me dieron perdedor con Devon Alexander me
pasó lo mismo. Pero mi hija Priscilla Yaneisi me dijo: “Papá, vos seguí que
peleás bien”. (se ríe) Y seguí porque me lo pidió ella.
-Si no te hubiera sido así, ¿qué hubieras hecho?
-Tal vez habría sido carpintero. Cuando era pibe aprendí a
hacer cosas con herramientas. Y me gustan también los tatuajes. De chico empecé
con tinta china y la aguja. Hice la maquinita casera y aprendí. Ahora tengo
todo el equipo. En la Selección los tatué a todos. El primero que tuvo Maidana,
en la espalda, se lo hice yo.
-¿Qué pasa si le ganás a Danny García...?
-(corta) Le voy a ganar.
-OK, le ganás a García y empiezan a llover nombres. ¿Hasta
dónde vas a poder bancar esto?
-Voy a seguir siendo el mismo. Por ahí se me va a complicar
un montón de cosas cotidianas. Mi carrera va a cambiar, no yo. Estoy agradecido
que todos sigan lo que hago yo. Pero, si por mí fuera, me gustaría que no me
conociera nadie. Si voy a un lugar a comer y dicen“Lucas Matthysse, el
campeón”, no voy más. O si voy a un kiosco a comprar algo y me dicen: “Llevalo,
campeón”, me siento mal. Yo laburo como todos. Me gusta pagar por lo mío, no
que me regalen. Me gusta que la gente me diga Lucas, no campeón. Campeón soy
arriba del ring, abajo soy yo. A veces, los muchachos del gimnasio joden con
eso de “campeón” para calentarme.
-¿Cómo sos en tu casa?
Yo soy tranquilo, recasero. No soy de ir a los boliches. Me
gusta estar en casa, con mi perro, mirando la tele. Ahora que tengo una tele
grande miro muchos documentales de animales o sobre los extraterrestres. Me
prendo con películas de guerra; las de terror a veces dan un poco de miedo, ja.
Si hay cosas que no me impresionan, cambio.
-Al final sos un tierno...
-Jajaja, sí. Me transformo, soy otra persona. Arriba cambio
porque está el futuro de mi hija, de mi familia, de mi equipo. Cuando bajo me
vuelvo un pichoncito.
-Monzón decía que el rival era un ladrón que le iba a robar
el pan a los hijos y por eso lo odiaba.
-Cuando a mí me avisan que hay que ir para el ring, me
transformo. No me preguntes qué me pasa; no veo nada. Después miro los videos
de lo que hago en pelea. Y cuando me veo en el ring me doy miedo. Me asusta
cómo voy al frente, cómo pego.
-Hablando de miedo, ¿le viste la cara a García tras
noquearlo a Peterson?
-Le cambió la cara. Más de uno fue a verme perder. Y García
también. Antes de la pelea estaba canchero, saludando en el ring side. Y
después que lo puse, lo enfocaron y estaba pálido. Si yo me pongo en su lugar,
se me llena el culo de preguntas. Porque si voy a ver a un futuro rival y
noquea como lo hice estaría tan preocupado como él.
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