Ushuaia se consagró campeón juvenil ante su gente - USHUAIA.- El seleccionado de Ushuaia se consagró campeón del XXIII Torneo Argentino de Selecciones Juveniles, que se disputó en la capital de la provincia de Tierra del Fuego, en las renovadas instalaciones del microestadio José “Cochocho” Vargas, bajo la organización de la Federación Ushuaiense de Fútbol de Salón.
El recorrido al título de los dirigidos por Alberto “Beto”
Hernández inició con la obtención de la victoria ante el clásico rival de la provincia. Ushuaia y Río Grande, por los resultados en la fase de grupos debieron medirse en la instancia de cuartos de final. Y allí, sacando lo mejor de sí, el equipo ushuaiense se terminó de conformar como tal, porque todos aportaron su granito de arena, mostraron ímpetu y coraje para jugar esta clase de encuentros y se llevaron una. Ese 3-2 fue la piedra fundamental para alcanzar el título. En ese encuentro, el mundialista Nahuel Alvarez fue clave para alcanzar el objetivo de estar entre los cuatro mejores del torneo.
Luego llegaría, al día siguiente, la oportunidad de ir en busca de la revancha deportiva, tras la caída en la fase de grupos, ante Comodoro Rivadavia, que ya había demostrado que era ordenado en defensa, con el poste Lauletta como estandarte y el buen arquero Facundo Mansilla, de buen juego con el pie; salía raudamente de contragolpe con Chiguay y el habilidoso Pérez, principalmente por las bandas, en plena posición de ala y arriba el temible goleador Matías Carrizo, que con 14 conquistas fue galardonado con el premio al goleador del certamen.
Ushuaia saltó a la pista con otra actitud a la observada en el cruce de la fase clasificatoria. Ya no eran predecibles sus movimientos y tuvo una vez más a “Juanchi” Garay como uno de sus mejores hombres, el “Pollo” Baumgartner potenció al resto con su entrega y contagio permanente, y además, anuló por completo al goleador petrolero. Kevin Rojas le hizo caso a “Cochochin” Vargas -acaso el mentor de dos jugadas que quedarán guardadas en el cofre de los recuerdos-, fue obediente con lo indicado en la pizarra, y fue a buscar el tiro libro en el lugar exacto que le permitió empezar a sellar el pleito.
Porque la semifinal tuvo de todo. Un gol en contra y otro a favor de Axel Mansilla, quien en un acto poco fortuito le quiso entregar el balón al “Pety” Nicollielo, con la mala fortuna que la cesión sobró al arquero que estaba a escasos pasos de la mitad de la cancha y significó, en ese entonces, el empate parcial de Comodoro Rivadavia 1-1. Pero tras esa acción el ala ofensivo se repuso con uno de los tantos que concluyó el éxito en el suplementario.
Finalmente, Ushuaia ganó por 4-2 y, de esta forma, rompió el invicto de Facundo Mansilla en el arco de los chubutenses, que había blindado su portería y a hasta las semifinales no había recibido goles en contra.
La esperada final
Ushuaia arribó a la final con el deseo y el anhelo, desde luego, de romper esa barrera histórica de sequía en modo anfitrión. En casa el festejo le era esquivo y había que revertir esa condición. “Beto” Hernández, el entrenador que le aportó las cuatro estrellas juveniles a Ushuaia, ya había padecido en 2010 haber caído en semifinales ante Río Grande, y su posibilidad de coronación se quedó trunca seis años atrás. Esta no se podía escapar.
El envión anímico de haberse impuesto en el clásico fueguino y la oportunidad de aumentar el nivel de adrenalina y buen juego ante Comodoro, hacían pensar que finalmente la fiesta soñada del futsal ushuaiense sería tal el sábado por la noche. Y fue así. Las 1.500 personas que colmaron la capacidad del estadio, se deleitaron con el triunfo de Ushuaia, que superó por 3 a 2 a un aguerrido, compacto y notable equipo tucumano, que, una vez más, tuvo en los pies de Esteban Córdoba -distinguido como el mejor jugador del certamen- al pico más alto de su producción en cancha.
Axel Mansilla, Kevin Rojas y Tomás Pescio (hombre gol ushuaiense con 7 gritos) fueron los autores de los goles que permitieron la conquista. Y así como había sucedido un día atrás, “Cochochín” Vargas, justo él en el estadio de la familia, ideó la jugada para capitalizar, una vez más, un tiro libre a favor y permitir la algarabía de todos los presente e ir desandando el festejo.
Esta vez, el pizarrón indicó una acción similar a la jugada del día anterior. Y en forma de distracción todos ubicados en idéntico dibujo, pero la astucia del viejo conocedor de este tipo de lides, le ordenó a “Juanchi” Garay que, en vez de pasarle el balón a Rojas, se la tocara en soledad a Pescio, porque todos esperarían el pase al fondo. Dicho y hecho. Garay le entregó el balón manso a Pescio y con un puntazo rasante el pivot devenido en poste en la selección ushuaiense marcó 3-2 final cuando se expiraba el segundo tiempo todo hacía pensar en el alargue.
Ushuaia es el merecido campeón porque tuvo variantes, jerarquía individual y, fundamentalmente, fue un equipo. Solidaridad para colaborar uno con otro; carácter y temperamento para llevar adelante esta clase de encuentros y para superar, por momentos, situaciones adversas e indagar rápidamente en los errores cometidos y subsanarlos de inmediato; pueden ser los principales sesgos de este conjunto. Y no hay que olvidarse de que supieron asimilar a la perfección la condición de local; porque las casi 1500 almas jamás significaron un presión para estos pibes sino fueron un pulmón más dentro del campo.
La casa está en orden. Ushuaia se coronó campeón del certamen XXIII Argentino de Selecciones Juveniles y ya se saborea con la posibilidad de contemplar al de Mayores, en mayo del próximo. “Beto” Hernández (cuarta estrella juvenil y tiene una en cadetes), Blas Sajama, “Cochocho” Vargas, Diego Sánchez, Rodrigo Hernández y ese enorme plantel de leones merecían un desenlace semejante. Salud campeones.
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