Hoy se maneja entre la familia del básquet como guardia del polideportivo Carlos Cerutti. Miguel Ángel Oviedo, campeón del mundo en 1978 con la selección argentina de fútbol, es hoy un rostro más entre la multitud. A los 65 años, el exvolante del mejor Talleres de los ’70, vive lejos del ruido, de las notas.
“Mucha gente no me conoce, especialmente los más jóvenes. Pero no es algo que me moleste. Yo les abro la puerta del Cerutti, me agradecen y nada más, otros ni saludan, porque los chicos de ahora son así. Por ahí algún grande les cuenta quién soy. Mi señora, Gladys, dice que tengo que hacerme conocer y yo no quiero, porque no lo necesito. Si no me conocen está todo bien. Decir que soy campeón del mundo no es algo que me urge o de lo que sienta necesidad”, arranca el diálogo mientras atiende repetidamente el teléfono en la mesa de entrada del “poli”.
–¿Por qué te alejaste del fútbol?
–Ya van a hacer tres años que estoy acá, en función administrativa. Al fútbol le bajé la cortina. Estoy en la guardia del Cerutti recibiendo a la gente que viene, por idea del jefe administrativo de la Dirección de Deportes, Héctor Echeverry, quien me ofreció este puesto. Me alejé de las escuelitas de fútbol que manejaba en Corral de Palos, donde ya me sentía un poquito cansado. Me dijo que aquí iba a estar más tranquilo y la verdad que es así. No es lo mismo el trabajo administrativo que estar al frente de un grupo de pibes. A partir de allí me acerqué al básquet por esta circunstancia.
"Ahora, mis amigos me gastan diciéndome: “Ahí viene el hombre que más sabe de básquetbol”. Siento que lo estoy desplazando a Juancito Cisneros (se ríe)".
–¿Ya no vas a la cancha a ver fútbol?
–No, porque me hace sentir mal. Lo vivo como jugador. Yo entiendo por ahí que un pase debería haber ido para un lado y fue para otro, entonces me pongo mal. Al presente de Talleres lo vivo con un poquito de dudas por la falta de triunfos. No puedo ir a la cancha.
–Sufrís mucho por Talleres. ¿También padecés el presente de Atenas?
–Sí, se sufre. Más allá de que también está Instituto, Atenas tiene más historia y uno se siente identificado. Por estos días son todo un problema las derrotas de Atenas y Talleres.
Bienvenido al Cerutti. Eso parece decirle Oviendo en el ingreso al polideportivo. (foto: Sergio Cejas)
–¿Tenés relación con los jugadores de básquet?
–No. El jugador de básquet es más difícil y cerrado que el de fútbol. Ni me conocen. El futbolista es más abierto. Por eso no tengo mucha comunicación con ellos.
Campeón con medalla
“La Cata” fue uno de los 22 integrantes de la selección campeona del ‘78, aunque sólo jugó la noche del cuestionado 6-0 a Perú. Surgido en Palermo, donde su padre José Alejo era back, pasó luego por Racing e Instituto, antes de hacer historia grande en Talleres, donde disputó 453 partidos, siendo el segundo jugador con más presencias en el club detrás de Luis Galván (534).
–Hace 23 años que la selección no gana nada. ¿Te hace valorar más lo del ‘78?
– Con (Héctor) Baley decimos que esta medalla debe pesar mucho porque no cualquiera se la puede colgar. Ahora tenemos al mejor jugador del mundo y no podemos. Estuve en la final de Brasil y de allá me vine mal. Tengo la convicción que ése era el Mundial para meterle una estrellita más a la camiseta. Soy un hincha a muerte de la selección.
–¿Cómo tomás las dudas de la legitimidad del título del ‘78?
– No me afecta en nada. A mí me convocaron para jugar al fútbol y nunca pensamos en tomar un fusil. Tengo la conciencia bien tranquila. Que digan lo que quieran, me resbala. Fuimos los mejores y los más parejos, al margen de que en algún momento nos complicó Brasil. A todos los demás los superamos. Dicen que (Jorge) Videla estuvo en el vestuario antes del 6-0 a Perú, pero no recuerdo haberlo visto. Recién se empezó a cuestionar cosas cinco o seis años después de ese partido. Nos metieron dos tiros en los palos que si entraban, nadie se acordaría de Videla ni de lo que se dice.
Cultor del perfil bajo, sin estridencias, Oviedo archivó para siempre su perfil futbolero. Aunque cada tanto se cruce con alguien que lo obliga a “encestar” algún recuerdo en el Cerutti.
"Las gastadas por lo de la final del ‘77 las vamos a llevar toda la vida. El hincha va a tener que remar siempre contra eso".
La final ante Independiente y un dolor que nunca se irá
–¿Cómo viviste la final con Independiente?
–El que vivió esa final nunca se podrá sacar la espina. Porque fue una oportunidad muy grande la que se desperdició. Nosotros no estábamos preparados para semejante regalo. A Talleres en esos años le costaba conseguir algo y no lo supimos aprovechar. La inexperiencia y el desconocimiento nos impidió ganar el título a pesar de semejante plantel.
–¿Qué sentiste cuando se pusieron 2-1 con el gol de Bocanelli e Independiente se quedó con tres jugadores menos?
–Fue cuando más miedo le tuve a Talleres. No me olvido más que tuve una sensación de temor por lo que iba a suceder. Tuve el presentimiento de que nos íbamos a relajar. Los partidos no terminan antes de que pite el árbitro. Mientras, nada está dicho. Talleres era el mejor y se merecía el título.
–¿Bocanelli hizo el gol con la mano?
–El país lo vio. Fue muy evidente, le pegó un puñetazo en una jugada muy rápida. Una avivada.
Hola, en qué puedo ayudarlo. Oviedo también atiende los llamados telefónicos en el Cerutti. (foto: Sergio Cejas)
–¿Cuánto te duró ese dolor?
–¿Cómo cuánto me duró? ¡Me sigue doliendo hasta el día de hoy! Pasarán los años y ese dolor no se va más. Lo llevo de por vida.
–A los meses fuiste campeón mundial con la selección. ¿No te sirvió para curar la herida?
–Fue circunstancial. Es como cuando estás tomando algo amargo y de repente te dan algo dulce. Se te pasa, pero al rato, el amargo vuelve otra vez. Es lo mismo. Ese trago me quedó acá (en la garganta) y nada me lo va a sacar.
–Pero quedaron en el recuerdo de la gente.
–Fue un excelente equipo. Pero el reconocimiento nunca podrá equipararse al de un campeón. El primero es el primero y el segundo es el segundo. Hay que salir primeros. El segundo puesto no sirve.
“Me molesta mucho la agresividad del folklore de las hinchadas”
Miguel Oviedo fue un referente de Talleres a pesar de su condición de hincha de General Paz Juniors, donde nunca jugó. “Era el club que estaba cerca de mi casa”, explica. “Mi viejo era fanático de Belgrano, pero después lo cambié cuando pasé a Talleres”, confiesa.
“En la calle, hay gente que me saluda por haber sido una buena persona dentro de la cancha. Eso me agrada y me da la pauta de que no fui mala leche cuando jugué. Siempre respeté al adversario y a la hinchada rival”, confiesa Oviedo.
“En algún momento, cuando no estás en la cancha, te tenés que poner los pantalones largos y caminar las calles a ganarte el respeto. Si te portaste mal, después tenés consecuencias. Me molesta la agresividad del folklore de hoy. No me gusta la agresión permanente en los cánticos”, finaliza.
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