viernes, 2 de marzo de 2012

A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE

TITO LECTOURE SIGUE VIVO EN NUESTRO RECUERDO - Murió hace diez años. Parece mentira. Tenía 65 cuando su gastado corazón dio el no va más. Un corazón que estuvo muy, pero muy comprometido con el boxeo, actividad a la que amó desde pibe, cuando calzó guantes como un simple aficionado en el club Gimnasia y Esgrima, en donde llegó a hacer algunos rounds de guantes con el gran Archie Moore.
Ingresó al Luna cuando apenas tenía 20 años y el estadio se convirtió en su casa, puesto que hasta los domingos a la mañana, después del boxeo, solía darse una vuelta por Corrientes y Bouchard. De la mano de viejos hombres del ring, como Nicolás Preziosa, Manuel Hermida, Andrés Mozota, Icaro Frusca, entre otros, tuvo que curtirse rápidamente: un pibe de 20 años que, de pronto, pasó a ser nada más ni nada menos que el programador del Luna Park.

Sucedió cuando el anterior, el profesor Morales, tuvo una súbita enfermedad. Pero no es este el momento de historiar puntualmente su trayectoria, sino de escribir, al correr del teclado, sobre alguien a quien quisimos como un amigo, y con quien compartimos unos cuantos viajes alrededor del mundo. Tito Lectoure, apasionado, temperamental, sanguíneo, era "otro" cuando viajaba. Era como que al sacarse el stress diario, se convertía en un cálido compañero de viaje, que iba explicando todo y dando consejos. Lectoure vivía junto al boxeador, se levantaba con el boxeador, se privaba de la comida junto al boxeador y, hasta el final, sentía que la palabra derrota no existía.



Su primer campeón mundial fue Horacio Accavallo (quien se consagró, justamente un primero de marzo) y luego vivió una época de oro con Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez -a quien siempre trató como si fuera su pupilo-, Sergio Palma, Gustavo Ballas, Hugo Corro, Látigo Coggi, Pedro Décima... Jamás se olvidará la tarde en que en el Caesars Palace de Las Vegas dejó plantados a todos -la televisión en vivo, Mike Rossman en el ring, el público- porque no había autoridades de la AMB para la pelea de Galíndez justamente frente a Rossman.



Y nadie podrá olvidar el papel protagónico que tuvo cuando atendió a Galíndez en su épico triunfo ante Richie Kates en Johannesburgo, Sudáfrica, el 22 de mayo del 76. "Al médico le dije que el referí autorizaba a que siguiera la pelea y al referí le dije que el médico había dicho que la pelea seguía. Galíndez no entendía nada, pero yo sabía que, de otra manera, perdía por nocaut técnico..." nos contó alguna vez. Y años más tarde, el propio Richie Kates, nos dio su versión: "Esa pelea la ganó Tito Lectoure".



Tuvo un sueño que no pudo hacerse realidad, ya que confiaba en Martillo Roldán quizás más que el propio Martillo. Cuando Roldán se dejó caer frente a Marvin Hagler, le dio tanta bronca que le dio una piña a la pared y se fisuró la mano. Años más tarde, le preguntamos en que se diferenciaba de Bob Arum y dijo: "La diferencia entre los dos es que él jamás se rompería una mano por la bronca de una derrota".



Amigo, ante todo, que eso solo basta para definirlo. Fue el promotor más grande de la historia del boxeo argentino, un sinónimo de boxeo en todo el mundo en donde era, sencillamente, Tito, cuya palabra era más fuerte que cualquier contrato firmado. Tito, el amigo de los boxeadores, el que era capaz de romperse una mano por una derrota, sigue con nosotros: en nuestra alma, en nuestro recuerdo. Como suele decir Hugo Basilotta, "No solamente fue el más grande, fue también un tipo extraordinario en todo sentido".

Se fue físicamente hace diez años, pero sigue vivo en nuestro recuerdo...

CARLOS IRUSTA http://revistaringside.blogspot.com/

 

Boxeo: el recuerdo

Diez años sin Tito, un emblema

Célebre promotor del Luna Park y manager de pugilistas, Juan Carlos Lectoure fue un hombre que vivió creyendo en su obra y en sus principios; se cumple una década de su deceso. Por Osvaldo Príncipi
Para LA NACION

l recuerdo en el décimo aniversario del fallecimiento de Juan Carlos Tito Lectoure, promotor del Luna Park y manager emblemático de los más importantes campeones del boxeo argentino, aflora hoy de un modo especial y nostálgico, como lo fueron aquellos tiempos que lo consagraron como uno de los referentes máximos del pugilismo continental.

Lectoure asoció a la perfección dos factores decisivos para el éxito en su gestión: la pasión y el conocimiento. Hizo de ello una fórmula ideal y demostró que, más allá de un gran negocio, el boxeo puede ser también un gran deporte.

Nacido el 10 de junio de 1936 en la Ciudad de Buenos Aires, se vinculó laboralmente con el Luna Park -fundado por su tío Pepe Lectoure y por Ismael Pace- a los 17 años y fue escalando puestos laborales hasta llegar a la dirección del mítico estadio junto a su tía, Ernestina de Lectoure, propietaria del recinto de Corrientes y Bouchard.

Gran amigo de sus amigos y gran enemigo de sus enemigos, Tito se mostró siempre sin misterios. Abierto, para ayudar a aquellos laboriosos luchadores que en todo orden de la vida quisieron superarse mediante el trabajo y el talento. Cerrado, para los que con base en la ventaja, la conveniencia pasatista y la especulación comercial quisieron "ponerse a su lado".

Comprendió que los códigos del viejo boxeo de sus tiempos comenzaban a esfumarse con una serie de cambios asombrosos -de gente y de reglas- que lo convertirían en una actividad distinta a la que conoció en sus inicios. Decidió retirarse en 1991, cuatro años después de aquel trágico anuncio que sentenciaba el final de las actividades boxísticas en el Luna Park mientras él viviese.

Resultaría tedioso recordar a sus campeones mundiales, con Horacio Accavallo, Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Emilio Galíndez y Miguel Ángel Castellini en su lista de favoritos. Los campeones de "blanco y negro", los que convertían en hazaña nacional el logro de una corona.

El 10 de junio de 2000 ingresó en el Hall de la Fama del Boxeo, en Canastota, Nueva York. Cumplía 64 años y declaraba a sus amigos que sentía vivir el día mas felíz de su vida (ver aparte). A partir de entonces, se acentuaron sus problemas cardíacos, que terminarían con su vida dos años después.

La imagen de Lectoure sigue intacta en el latir del Luna Park. Cada show de hoy pujará con un recuerdo de alguna marquesina del ayer, en la que su figura formaba parte de la escena.

La responsabilidad, el cuidado de todos los detalles, el respeto a sus representados y al público definieron su identidad personal y profesional. Fue un hombre que supo imponer a su manera -pocos libros y mucha calle- los valores esenciales para transitar la vida con la frente bien alta, creyendo en su obra y en los principios que pregonó en sus 65 años de vida.

Diez conceptos que marcaron el sentir y la personalidad de Lectoure

• "El gran campeón norteamericano Archie Moore fue el primer hombre que se preocupó para que la familia Lectoure retomase el manejo del Luna Park, en tiempos de dominio de la familia Pace, muy cercana al gobierno de Perón".

• "El artista que más transpiró la camiseta en un show en el Luna Park fue el cantante español Raphael".

• "Luis Ángel Firpo, El Toro Salvaje de las Pampas, despertaba curiosidad consular en políticos importantes que visitaban Argentina y querían conocerlo".

• "Nicolás Preziosa, un viejo hombre del Luna Park, fue mi primer gran consejero. Me decía: «Hay que estar atento hasta última hora y desconfiar de todo hasta un segundo antes del comienzo de una pelea»".

• "Los grandes promotores Bob Arum y Rodolfo Sabbatini fueron mis grandes socios en los inicios de Top Rank. Pero a la hora de sus conveniencias me traicionaron en aquella frustrada pelea de Víctor Galíndez con Mike Rossman".

• "Nicolino Locche fue el gran ídolo del boxeo argentino. La gente le perdonó todo. A veces subía al ring en condiciones impresentables. Mi ídolo fue el pesado cordobés César Brión. Él potenció mi amor por el boxeo".

• "Como local en el Luna Park, el mendocino Hugo Corro le habría ganado a Marvin Hagler, aunque nadie me lo crea".

• "Horacio Acavallo siempre encontrará un callejón de salida para evitar el desastre, ya sea en el ring o en la vida".

• "El día más feliz de mi vida fue aquél en que ingresé en el Hall de la Fama del boxeo, en Canastota, Nueva York. Esto significa la realización".

"El boxeo será lo que será: duro, violento, discutido. Pero es una actividad olímpica y, sobre todo, un gran deporte".

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