MUAMBA JUGANDO CON EL CORAZON - Según Jonathan Tobin, médico del Bolton, Fabrice Muamba estuvo 78 minutos sin respirar. Su milagrosa recuperación. La relación entre deporte y muerte súbita.
Fabrice Muamba pasará a la historia del fútbol como un nuevo sobreviviente. La crónica del exilio familiar a Londres, cuando en plena guerra civil su país Zaire dejaba de llamarse Zaire para volver a llamarse el Congo, quedarán sublimadas ante los relatos sobre su resucitación milagrosa. Contradiciendo todos los pronósticos y desautorizando a las noticias agoreras, Fabrice consiguió “volver de la muerte”.
Para los libros de historia fue Philippides, un bravo e hidalgo soldado griego, el primer caso conocido de muerte súbita por actividad física. Primero la necesidad y después la alegría, llevaron a este joven a correr y correr por las praderas de la antigua Grecia: desde Atenas a Esparta para pedir ayuda, de allí a Marathón para combatir a los persas y, por último, de Marathón a Atenas, para testimoniar la gran victoria helénica. En este esfuerzo descomedido, por comunicar la buena nueva, Philippides entregó su vida, no sin antes alcanzar su objetivo.
Lejos estamos hoy, en tiempos de internet y room service, de revivir gestas de este tipo. La sociedad evolucionó, la gente ya no necesita correr para enviar mensajes, las cosas siempre se resuelven a través de algún eficiente y/o económico método tecnológico nuevo, y el ejercicio físico, paulatinamente, ha sido relegado a un lugar de menor importancia. Los males que aquejan a la sociedad contemporánea son el sedentarismo y la obesidad: se estima que el promedio de adultos jóvenes regularmente activos no llega siquiera al 30%.
Es en estas condiciones de “inmovilidad colectiva”, donde las imágenes de Fabrice Muamba del último sábado (o en su momento las de Dani Jarque, Antonio Puerta, Serguinho o Marc-Vivien Foe) resultan una visión paradojal. ¿No es acaso el deporte uno de los activos principales para la salud?
Invariablemente la muerte súbita del deportista fue, es y será un evento que impacta y conmueve. Contemplar a jóvenes desmoronándose como boxeadores en los instantes previos al knock out, con la mirada perdida y la lengua afuera, siempre será un hecho que genere consternación. Nadie está preparado para observar estas imágenes y, menos aún, en deportistas supuestamente sanos. Afortunadamente, esto sucede muy de vez en cuando (su incidencia es de 0,0056 por cada 100.000 deportistas). La prevención y los controles precompetitivos pueden reducir aún más este número, pero nunca lo erradicarán completamente: hay cuestiones que no dependen de los médicos.
Los especialistas en cardiología deportiva consideran que existe una relación directa entre actividad física y muerte súbita: los atletas tienen tres veces más chances de sufrir un accidente. El deporte no es la causa pero sí el disparador del evento. Y es en este punto crucial donde los exámenes precompetitivos tienen su razón de ser: la detección de enfermedades cardiovasculares preexistentes son la mejor forma de combatir la muerte súbita.
Sobre la dolencia de Fabrice no hay noticias concretas. Lo único que resaltan los medios es su aparente “buena salud” y la consideración generalizada de ser “uno de los jugadores con mejor capacidad aeróbica del plantel”. Al verlo desplomarse el sábado durante el partido entre el Tottenham y el Bolton, se temió lo peor. Las primeras noticias hablaban de una ineficaz respuesta al uso del desfibrilador (un dispositivo que censa el estado del corazón y, frente a la alteración, produce un choque eléctrico que permite recuperar el ritmo cardíaco) y la necesidad del traslado de urgencia al London Chest Hospital. Pasaron varias horas de incertidumbre hasta que Fabrice despertó, reconoció a su familia y preguntó: ¿Cómo salimos frente a los Spurs? El joven, inconsciente de que el mundo del fútbol se había paralizado “por su culpa”, preguntaba por el resultado del partido.
Las chances de sobrevida de Muamba, sin el famoso desfribilador portátil, hubieran sido casi nulas. Estos dispositivos, de presencia obligatoria en lugares de práctica deportiva, son los que realmente salvan vidas (junto a su utilización por personal calificado). En este aspecto, en la Argentina, el estadio de Boca Juniors es un ejemplo de prevención: fue el primero en Sudamérica en desarrollar un protocolo de atención de emergencias cardiovasculares, que le permitió alcanzar el status de estadio cardioseguro. Lograr este estándar tiene un precio, en lo material y en lo humano, y ambos se pagan con creces al salvar una vida.
El futuro de Fabrice Muamba no está claro, lo importante es que al menos evitó formar parte de la trágica lista negra y su nombre quedará inscripto en la de los sobrevivientes. Allí también figura Khalilou Fadiga, un espigado y elegante mediocampista senegalés que curiosamente jugaba en el Bolton cuando por un desmayo se le detectó una enfermedad cardíaca. Meses después le implantaron un cardio-desfibrilador automático y pudo seguir jugando.
Prevenir y/o curar, lemas que rigen a la medicina y que también se aplican en el deporte. Prevenir, para intentar que no se repita un nuevo Fabrice; curar, para estar preparados cuando eso indefectiblemente ocurra. El valor de la vida es único y no tiene precio; el de volver a jugar es algo secundario, pero no deja de ser importante.
(*) Médico, periodista y ex futbolista. Especial para 442
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