¿De qué grandeza me hablan? - La determinación de la Comisión Directiva de
Germinal fue irreprochable. Prefirió no rifar lo poco que queda para volver a
tomar envión y no caer en la cultura popular de reclamarle todo al Estado.
Ya está. Se terminó. Se puso fin a la
incertidumbre. Germinal no participará de la próxima edición del Torneo
Argentino B de fútbol. Fue una medida acertada, desde el punto de vista
institucional. Dolorosa, desde el corazón.
Los dirigentes, se comportaron como tales. No como hinchas. No estaban ni las
condiciones económicas ni financieras para intervenir en un campeonato que
posee un mayor interés en la facturación que en la gloria deportiva;
deficitaria en estos tiempos modernos, al menos desde el punto de vista de la
Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
A Germinal el pasado le pesa y también lo condena. La empresa del Argentino A
que ayudó a crear y que fue un importante animador en la década del noventa del
siglo pasado, terminó de la peor manera posible: sus instalaciones deportivas y
recreativas ubicadas en el barrio Parque Gregorio Mayo fueron rematadas en una
cifra cercana a los 70.000 pesos. La medida había llegado por una deuda
contraída y no abonada en la construcción del nuevo estadio de césped
denominado “El Fortín”, considerado un territorio inexpugnable por ese entonces
por quienes visitaban a la capital provincial. Esas épocas, de glorias
deportivas tuvieron un prólogo tormentoso y nadie movió un dedo para
modificarlo, sólo lo hicieron para acusar. Meses antes del remate tan temido,
la Asociación Mutual de Empleados Municipales (AMEP) se había hecho cargo
–previo convenio con el club- de un juicio laboral perdidoso, que fue la
antesala del descalabro institucional de la entidad más emblemática de Rawson.,
que de esa manera perdió su patrimonio, ahora, una gran parte, en manos de la
Asociación Civil “Verde Esperanza”
Tras esa debacle, Germinal entró en un cono de sombras. La “grandeza” se había
ido con las luchas fraticidas hasta hoy irreconciliables,
Potencialmente desaprovechado, Germinal fue (y es) un péndulo entre la negación
de una realidad incontrastable y la incredulidad de no ser lo que alguna vez
pretendió ser. Viviendo entre lo novelesco y situaciones en donde nunca se
saben si son verdaderas o imaginarias, continuó preso de su propia historia.
Inventada para tolerar una vida opaca, gris, sin grandes horizontes.
Sin embargo, hoy, la realidad le dio un duro cachetazo. En un mercado deprimido
y desinteresado no se pudo sostener, a pesar de su “grandeza”. Prácticamente
sin socios y sponsors (a excepción de un Estado benefactor) no pudo más. Y
cortó por lo más sano.
Probablemente aparecerán algunas voces acechando la decisión de bajarse de un
certamen que muestra una zanahoria que no existe. Serán las mismas que, sin
compromiso alguno, dejaron en la soledad más absoluta a una dirigencia que no
pudo seducir a una grey que culpa siempre de todos los males a los demás. Una
dirigencia que si tuvo un gesto de grandeza con esa determinación.
Un club que se considere “grande” no puede tener menos de 50 socios, como
tampoco patrimonio. Un club con grandeza no necesita mendigar lastimosamente a
un Estado (sea provincial o municipal) que, tiene otras urgencias, dinero para
participar de un torneo sin futuro, que da lo mismo ascender, descender, ser
invitado o no.
Un club grande solidifica su patrimonio. Lo “engrandece” y focaliza sus
objetivos en el mejor capital que tiene: sus divisiones menores y formativas,
como base para dar un salto de calidad en el futuro, buscando soluciones
alternativas de financiamiento, sin caer, siempre o casi siempre, en los
gobiernos de turno.
Es entendible el dolor de los hinchas, que ayer armaron un pequeño banderazo,
sin emocionar a los pocos que circulaban bajo la mañana lluviosa y gris
capitalina. Pero como todos los soñadores, confunden el desencanto con la
verdad, aquella que no es triste, pero que no tiene remedio. Aquella que evita
tener nostalgias por añorar lo que jamás sucedió
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