La gloria boxística de los colombianos - Antonio Cervantes logró hace 40 años el primer título para su país. Peleó dos veces con Locche; en una ganó, en la otra lo hizo abandonar.
Por Francisco Henao Bolívar - Periodista de El País domingo, 28 de octubre de 2012 - Los “cables” decían que “una lluvia de golpes cayó sobre el rostro del panameño Alfonso “Peppermint” Frazer” y este se derrumbó sobre la lona ante la mirada atónita de 15.000 compatriotas que asistieron a la velada para ver el triunfo de su ídolo. Antes del nocaut, “Peppermint” había caído dos veces. Pambelé, arengado desde la esquina por su entrenador, el cubano “Tabaquito” Sáenz, sabía que estaba por debajo en las tarjetas y que ese décimo round era el de la gran oportunidad.
Apenas comenzaron los tres minutos de combate, el colombiano sacó su devastadora mano izquierda que se estrelló en la cara del panameño, que trastabilló y luego se derrumbó por completo.
El árbitro paró la pelea y mientras los panameños lloraban la caída de su campeón, comenzaba el reinado del más grande boxeador que ha tenido Colombia. En las principales ciudades del país hubo fiesta hasta altas horas de la noche. Era la primera vez que un colombiano se coronaba monarca universal de boxeo.
Pambelé, como dijo el periodista Juan Gossaín, desde el momento en que noqueó a Frazer le enseñó a un país perdedor en el campo deportivo a conjugar por fin el verbo ganar en presente y futuro.
Después de la hazaña pasó de todo: el multitudinario recibimiento en Barranquilla, el encuentro en Bogotá con el presidente Misael Pastrana, los homenajes y condecoraciones en todo el país, las exitosas defensas del título, la gloria, el dinero por montón, las celebraciones, los excesos, la pérdida de la corona ante el norteamericano Aaron Pryor, los escándalos y, por último, la caída a un abismo del cual intenta salir sin el brillo; las comodidades, la plata y el reinado que lo acompañó durante muchos años.
La cita con el hombre que se coronó campeón mundial hace 40 años es en la fuente de un reconocido centro comercial, en la salida hacia Turbaco.
El otrora famoso boxeador se deja ver cerca de unas escaleras eléctricas.
Pambelé luce una colorida cachucha, viste camiseta blanca con verde, un pantalón gris y tiene chanclas negras. Se le ve delgado, pero muy recuperado en comparación con épocas en las que tocó fondo por los excesos: drogas y el licor.
Después del saludo, vamos a la la zona de cafeterías. “Tráeme un jugo de zapote”, es lo primero que le dice a la niña que atiende, quien de inmediato responde que de esa fruta no hay. “Oye, pero consíguelo en otro lado, hombre, no ves que es pa' mí", le pide Cervantes. A los 5 minutos aparece el pedido.
La grabadora se enciende y de inmediato comienza a rebobinar la película de aquel glorioso e inolvidable 28 de octubre de 1972.
“A mí nunca se me olvida esa fecha. Antes celebraba ese aniversario con licor, droga y mucha joda. De vaina estoy vivo… y de vaina estoy libre”, dice con un aire de tristeza. “Ya no. Ahora celebro cada aniversario en mi casa de Turbaco, con mi familia”, asegura mientras mira desesperadamente de un lado para otro, tal vez inquieto o abrumado por los recuerdos. “Lo que te puedo decir es que fue una tremenda pelea. Frazer me estaba ganando, pero antes de llegar al décimo round comencé a controlar la pelea y lo tumbé tres veces”.
A medida que aparecen los recuerdos, sus ojos se abren más de lo normal. Y entonces deja ver muchos tics, como el mover mucho las manos, rascarse repetidamente la cabeza, mirar hacia todos lados y sacar constantemente la lengua. El bullicio que hay en el primer piso por unos niños que a la misma hora bailan reggaetón no lo desconcentra. Algunos vecinos de mesa lo reconocen y comienzan a saludarlo. El de hoy es un “Pambelé” muy diferente al de hace unos meses, cuando solo despertaba lástima y también fastidio.
“Tengo ya dos años que no pruebo nada, dos años sano, sin malas compañías; por estar de joda perdí todo. Ahora vivo tranquilo, sin problemas”, asegura mientras mira a su hijo José Luis, que no se pierde nada del relato de su padre.
El ex campeón recuerda lo que pasó después que se bajó del ring ese 28 de octubre de 1972. “La gente en el coliseo estaba muy brava por la derrota de “Peppermin”; nosotros nos fuimos a una recepción en el hotel y luego salimos para el consulado de Colombia, recuerdo que llamó el presidente Misael Pastrana; más tarde apareció Frazer, se unió a la celebración, salimos en su carro esa noche y fuimos a dar a una cantina en Panamá”.
Que el derrotado haya salido a festejar con su verdugo, suena extraño y poco creíble. Sin embargo, Pambelé sonríe maliciosamente y explica el insólito caso.
“Lo que pasa es que yo era amigo de él; vivimos juntos en Venezuela con otros muchachos. En los entrenamientos y antes de la pelea hablamos varias veces, él me decía que me iba a “noquiá” y yo le contestaba que el título iba a ser mío. Pambelé fue recibido como un héroe en Colombia. Era la primera vez que el carro de bomberos se utilizaba para darle el paseo victorioso a un deportista nacional.
“Yo gané el título un sábado y al otro día regresé a Barranquilla, en donde tuve un gran recibimiento; después fuimos a Cartagena y al día siguiente al hotel Tequendama de Bogotá. De ahí, en carro de bomberos al Palacio de Nariño", dice con un tono firme que denota el orgullo de haber sido recibido por el presidente de la época.
Esa fue la puerta de entrada a la fama mundial. 'Pambelé' pasó de ser un palenquero humilde a convertirse en el hombre de moda en Colombia en esos años 70.
Lo que siguió de ahí en adelante todo el país lo supo. Por eso los millones ganados en cada pelea y los numerosos bienes adquiridos en Cartagena y Venezuela se esfumaron por completo
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