A UNA FINAL PARA LA LEYENDA - siguió viva en la Eurocopa porque España hizo su trabajo. Después de que los medios italianos especularan con un posible entendimiento entre españoles y croatas en el último partido de la primera fase, con su victoria ante el joven cuadro de Salven Bilic, los de Del Bosque demostraron una profesionalidad que no todos en el Calcio dieron por sentada.
Al contrario de lo que hicieron Dinamarca y Suecia en la Eurocopa de Portugal en 2004, cuando su empate dejó fuera a la «Azzurra», el equipo español fue a por el partido. No quisimos saber nada del «biscotto». Como ha dicho Del Bosque, si España y Croacia apañaban un empate, habría perdido el fútbol.
Ahora, once días después de aquella apretada última jornada en el grupo C, España e Italia se citan en la finalísima del torneo, en un todo o nada que decidirá el campeón. A estas alturas, ya no hay «biscotto» que valga. Sostiene Del Bosque que su equipo y el de Prandelli han llevado «vidas paralelas» en el torneo, pero no es cierto. Efectivamente, ambas están en la final y ambas han salido ganadoras en la ruleta rusa de los penaltis, Italia contra Inglaterra en cuartos y España contra Portugal en las semis, pero sus trayectorias se parecen en poco más que en eso. Mientras que la presencia de la Roja en la final era algo que todos los apostantes vaticinaban, de hecho es desde que arrancó el campeonato la principal favorita en los pronósticos, lo de la Italia de Prandelli es una sorpresa. Tumbaron en un excelente partido a la Alemania de Löw, supuestamente predestinada a vérselas con España en la final, y los éxitos del equipo han eclipsado el escándalo de las apuestas ilegales que conmocionó su concentración en los días previos al arranque de la competición.
Italia ha confirmado con su pase a la final uno de los tópicos que se asocian a su fútbol. El de que cuanto más follón rodee su presencia en una fase final, más peligrosos son. Ahí están los precedentes de los mundiales de España y Alemania. Y ha desmentido otro. El de que son un equipo defensivo, feo y tramposo. Con el Pirlo más excelso y exuberante y un Balotelli tan voraz como centrado, los italianos han demostrado que juegan y mucho. Le discutieron el dominio del esférico a la España del «tiqui-taca» y vapulearon a la Alemania esteticista de Özil y compañía. Cuidado con ellos.
Por su parte, la Roja se ha plantado en la final pero sin exhibir el juego brillante de otras ocasiones. Muy lejos de su versión más rozagante y obligado a desarticular con paciencia los exhaustivos entramados defensivos de sus rivales, el grupo de Del Bosque no ha regalado las combinaciones de fábula a las que nos tiene acostumbrados. España se muestra pesada y alicaída, víctima de las consecuencias de un calendario demencial, de las lesiones de puntales como Villa o Puyol y de la incertidumbre en torno a la punta de ataque, donde ninguna de las soluciones que ha ensayado el seleccionador parece la definitiva. Bien es cierto que ni Torres, ni Pedro, ni Negredo, ni el inédito Llorente han gozado de la continuidad que Prandelli ha dado a Cassano y Balotelli.
Lo increíble del asunto es que a pesar de viajar con tantos palos en la ruedas, el carro de España haya podido llegar hasta la final. Italia llega de menos a más. Los nuestros instalados en la grisura, aunque sea una grisura victoriosa, y conscientes de que su gran partido en la Eurocopa todavía está por llegar. Negarse al «biscotto» con los croatas fue una lección para los italianos. Ha habido periodistas de ese país que han admitido que si hubiera sido al revés, si hubiera sido Italia la que hubiera podido dejar fuera a España, no habría habido dudas. Ahora toca completar el ejercicio de honestidad con un triunfo en la final. Eso nos convertiría en la más hermosa de las leyendas.
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