miércoles, 21 de agosto de 2013

DEPORTE RUDO: ROLLER DERBY

ROLLER DERBY: SENTIRTE PODEROSA Chicas que en patines se empujan, se codean, se chocan, se golpean y caen. Cada vez más, en canchas de fútbol de cemento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, muchas veces debajo de la autopista, se juntan para practicar este deporte rudo, piel a piel, que además de despertar morbo, cruza género y sexualidad, y genera sentimiento de grupo: refugio de corazones rotos.
Te vas a caer. Te van a empujar. Te van a pegar un caderazo. O te vas a lastimar. Se te van raspar los brazos, las piernas. Algo, seguro, te va a doler. Pero, lo dicen todas, si hacés Roller Derby te vas a sentir poderosa.

Es sábado a la tarde y cerca de Parque Avellaneda, debajo de la autopista, en un complejo desabrido de canchas de fútbol 7, empieza a armarse una coreografía que produce un sonido uniforme, casi un ronroneo: es el ir y venir de los patines alrededor de un óvalo delimitado por conos enanos de varios colores. Todas giran en una dirección, contra las agujas del reloj. Van, van y van. Las que llegan más tarde se apuran por ponerse todo: las rodilleras, las muñequeras, las coderas, los protectores bucales, los cascos (algunos mínimamente tuneados con stickers, pequeñas orejas de conejos de fantasía, o intervenidos con marcador) y los patines. No pueden olvidar nada. Hacerlo, en un partido, significa una sanción; en una práctica, un reto. Algunas se saludan. Otras se meten en el óvalo y empiezan a recorrerlo en silencio. Lo hacen hasta calentar el cuerpo. El resultado se ve: las camperas empiezan a apilarse a un costado. A unos metros, en la cancha vecina, algunos hombres terminan un partido. Para ellas, no hay dudas, ellos ahí no existen.

— ¡Qué panorama de culos se ve desde acá! —dice la morocha bajita, que llega desde el centro de la cancha, con la remera doblada hacia arriba, hasta donde empieza el corpiño, que deja ver una panza chata. Y mira a la veintena de chicas que le dan la espalda y subidas a sus patines arreglan los frenos, las ruedas, o se acomodan las rodilleras. Tiene razón, desde su lugar, lo que se ve es una vidriera de culos de todo tipo. Hace un rato, mientras precalentaban alrededor de la cancha, la morocha demostró que es veloz. Juega de jammer; es como una flecha.

El silbato arranca el juego. Por cada equipo, hay cinco jugadoras en la cancha ovalada. Las posiciones son: jammer, pivot, y bloqueadora. Cuando suena el silbato, la pivot (que lleva una franja de color amarillo sobre su casco y dirige al equipo) y las bloqueadoras avanzan en packs. Cada jammer tiene que correr alrededor de la cancha y pasar a los packs del equipo contrario, que empujándola tratan de impedir que eso suceda. El Roller Derby es eso: un deporte de contacto en el que dos equipos se enfrentan y deben impedir el avance de su oponente como sea: en esos bloqueos se dan los empujones, el cuerpo a cuerpo, los enredos. Se suma un punto por cada cadera del equipo contrario que se deja atrás. Es la jammer la que los suma; por lo general, la chica más ágil y veloz. Hoy, en el amistoso, se enfrentan las Bloody Furias con las CougarRollers.

Los nombres, las posiciones, en el universo derby abunda el inglés y, al hablar, las chicas no paran de regodearse en su jerga.


Como no se trata de un partido oficial, hoy pueden jugar las freshmeat (carne fresca), esas chicas que recién empiezan y esperan su try out (prueba) para pasar al equipo oficial de su liga.

Daniela, alias Coca Bardo, es una de ellas, pero hoy está engripada, así que no puede entrenar con las Bloody Furias y se dedica a mirar y a controlar las faltas con una aplicación que descargó en el celular. A ella le toca hablar, entonces, porque las otras chicas están concentradas en el juego.

Al costado, hay novios, novias, seguidores y árbitros. Daniela lleva unos tacos que a simple vista parecen más difíciles de domar que los propios patines. Altos. Altísimos. Es ingeniera eléctrica. Juega de bloqueadora: es robusta y vigorosa. Cuenta que fue difícil explicarle a su jefe la primera vez que se cayó de cola y tuvo que faltar. “Estuve patinando”, le dijo, al final, para no entrar en detalles. Recuerda que antes del primer partido tenía miedo. Cuando una juega derby, sabe que tarde o temprano, va a saber lo que es un golpe.

—Pero una vez que estás en la cancha y sentís lo que pasa ahí, ya no importa nada. Es pura libertad —dice la Coca Bardo, que de chica mala no se le ve nada. Es pura simpatía—. En otros deportes si no sos buena, te sacan. Acá con perseverancia siempre algo podés hacer.
Después del precalentamiento, el clima cambia: la entrenadora del día las convoca al centro de la cancha y las chicas responden: se ubican en pares y ensayan bloqueos para la jammer, la chica que corre, que pasa caderas y así suma puntos en los partidos. Empiezan a verse las redes del roller derby.

—A mí me daba miedo. Pero acá te ensañan desde cero. Obviamente tienen ventajas las que hicieron deporte, o patín artístico. Al ser un deporte nuevo, casi todas estamos aprendiendo. Yo empecé a principio de año. Juego de blocker. Es una sensación de libertad. Después, cuando salís de la cancha, ves todo distinto ¿Qué puede pasarte? Acá aprendés a superar obstáculos.

Ya empezó el partido. Los cuerpos se amontonan, alguna cae al piso y se levanta. No pueden pegarse piñas, pero un caderazo bien colocado voltea con precisión infalible. Avanzan con el torso un poco hacia adelante, como si llevaran un peso sobre la espalda. Las piernas se abran y se cierran. El paquete de chicas por momentos se desarma y alguien pide que vuelvan a agruparse. Las resbaladas producen un chirrido. Hay gritos. Y hasta una hinchada que alienta a los equipos. Entre esas que alientan está Nazarena Bustos, o Panda Fisura, de las Cougar, una chica de diecinueve años, mechones verdes y ojos delineados, también chiquita, ideal para jammer, que hasta hace un rato entrenó para romper bloqueos. Está por irse, pero antes explica cómo es el juego, agarra caderas, toca brazos para hacerlo. Todavía no lo sabe, pero de ahí irá a la guardia y se enterará que se dislocó el brazo en ese entrenamiento y que por unas semanas no podrá jugar.

— Me dicen que no me rompo, que tengo los huesos duros, por eso se me dislocó el brazo y no me quebré- dirá días después, en el entrenamiento de su equipo, en Palermo, ya con el brazo guardado en una faja. Pero ahora sólo está contenta, y el brazo todavía no le duele.


***
Casi siempre de noche. Todos los días, por dos horas. En distintos rincones de Buenos Aires: en Parque Chacabuco, en parque Avellaneda, en Palermo, en el Rosedal, espacios ganados, porque las chicas se las arreglaron para improvisar canchas que hasta entonces no existían y armaron un circuito que no se detiene. En todo el país hay unos diecinueve equipos de Roller Derby desparramados en Capital, el Conurbano Bonaerense y en provincias como Tucumán, Santa Fe o Santa Cruz. Los grupos nacen de a borbotones y se reproducen sin pausa desde el 2010, cuando a un par, que luego se transformó en el primer equipo argentino llamado Bully Chicks Roller Derby, se le ocurrió lo mismo que a otras un poco más tarde: hacer eso que hacían en la película Whip It, lo que ahí muestra Drew Barrymore, eso que hacían las chicas malas, las que odian los broderies y los vestidos pomposos, y desprecian el pelo suave del galancito de turno; las que hacen Roller Derby y se tiñen y se tatúan y, sobre todo, las que no tienen miedo – o si lo tienen no lo muestran-.
Primero fueron carreras, luego se agregó el contacto cuerpo a cuerpo, y eso le dio el condimento que faltaba para volverlo un show deportivo con destellos de espectáculo. 

En Estados Unidos este deporte está consolidado, sobre él se despliega una red profesional. Se practica desde principios de siglo XX y hasta los setenta gozó de popularidad. Todos querían ver cómo se pegaban, se tocaban, se caían las chicas. Justamente, al convertirse en espectáculo y relegar el deporte, el derby perdió su fuerza, su legitimidad. El revival se encendió en el 2004, de la mano de la WFTDA (Women's Flat Track Derby Association), que es la organización madre. Estados Unidos mantiene el podio, y por lejos. En el 2011, en Toronto, se hizo el primer mundial de Roller Derby. Participaron 13 países (la Liga argentina 2x4 participó y perdió en octavos de final contra Suecia). Fueron unas 1500 personas. Las norteamericanas ganaron con resultados rotundos, casi letales. Para tener una idea: Suecia se enfrentó a Australia y perdió 126 contra 78. Australia luego se enfrentó en semifinales con Estados Unidos y las norteamericanas ganaron 532 contra 4. Así.

En América Latina, en agosto, se realizó en Colombia el primer torneo interligas. Argentina salió primera, secundada por el país anfitrión.


 En algunos días de invierno hemos entrenado en el Rosedal con un grado bajo cero —dice Yamila Herlan, una de las jugadoras de la Liga 2x4—. Estábamos nosotras y los patos.

Ahora no hay patos con hipotermia y el termómetro no bajó tanto, pero hace frío y en Parque Chacabuco sólo corren algunos, otros pocos juegan al fútbol y al fondo, casi en un hueco destemplado que se forma en el playón, ellas entrenan entre sombras. Hay menos chicas que de costumbre. La 2 x 4 es una de las grandes ligas del país (Buenos Aires Roller Derby – BARD- y Sailor City Rollers son otras), y la más organizada. Se divide en equipos que entrenan con regularidad: las Bully Chicks, las Cowgirls from Hell y las Wild Girls. Muchas de ellas integran la selección nacional, Argentina All Stars, que participó del último mundial, en Canadá y reclutó las mejores jugadoras del país. 

En agosto, muchas viajaron a Colombia, al torneo interligas sudamericano y en estos últimos fríos del invierno todavía deben estar de festejo por su triunfo. Hoy, por lo tanto, practican con algunos chicos, que se preparan para el enfrentamiento del primer Roller Derby Masculino en la cancha de Huracán. Los varones, a diferencia de las mujeres, consiguieron que un club les abra sus puertas. Ellas, éstas, las chicas de la Liga 2x4 lograron armar el campeonato Violentango en zona norte a fuerza de autogestión, y debieron hacerse de esta cancha a fuerza de pintada, de intervención en el cemento.

—Ahora pintamos esta cancha y los domingos la gente viene a patinar alrededor de ella. Venimos a esta hora porque no hay nadie. No jodemos a nadie. Nadie puede quejarse. —dice Yamila, que forma parte del comité de prensa (en todos los equipos se usa la figura del comité o de comisión para designar la repartija de tareas).  

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