ROLLER DERBY: SENTIRTE PODEROSA - Chicas que en patines se empujan, se codean, se chocan, se
golpean y caen. Cada vez más, en canchas de fútbol de cemento de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, muchas veces debajo de la autopista, se juntan para
practicar este deporte rudo, piel a piel, que además de despertar morbo, cruza
género y sexualidad, y genera sentimiento de grupo: refugio de corazones rotos.
Te vas a caer. Te van a empujar. Te van a pegar un caderazo.
O te vas a lastimar. Se te van raspar los brazos, las piernas. Algo, seguro, te
va a doler. Pero, lo dicen todas, si hacés Roller Derby te vas a sentir
poderosa.
Es sábado a la tarde y cerca de Parque Avellaneda, debajo de la autopista, en
un complejo desabrido de canchas de fútbol 7, empieza a armarse una coreografía
que produce un sonido uniforme, casi un ronroneo: es el ir y venir de los
patines alrededor de un óvalo delimitado por conos enanos de varios colores.
Todas giran en una dirección, contra las agujas del reloj. Van, van y van. Las
que llegan más tarde se apuran por ponerse todo: las rodilleras, las
muñequeras, las coderas, los protectores bucales, los cascos (algunos
mínimamente tuneados con stickers, pequeñas orejas de conejos de fantasía, o
intervenidos con marcador) y los patines. No pueden olvidar nada. Hacerlo, en
un partido, significa una sanción; en una práctica, un reto. Algunas se
saludan. Otras se meten en el óvalo y empiezan a recorrerlo en silencio. Lo
hacen hasta calentar el cuerpo. El resultado se ve: las camperas empiezan a
apilarse a un costado. A unos metros, en la cancha vecina, algunos hombres
terminan un partido. Para ellas, no hay dudas, ellos ahí no existen.
— ¡Qué panorama de culos se ve desde acá! —dice la morocha bajita, que llega
desde el centro de la cancha, con la remera doblada hacia arriba, hasta donde
empieza el corpiño, que deja ver una panza chata. Y mira a la veintena de
chicas que le dan la espalda y subidas a sus patines arreglan los frenos, las
ruedas, o se acomodan las rodilleras. Tiene razón, desde su lugar, lo que se ve
es una vidriera de culos de todo tipo. Hace un rato, mientras precalentaban
alrededor de la cancha, la morocha demostró que es veloz. Juega de jammer; es
como una flecha.
El silbato arranca el juego. Por cada equipo, hay cinco jugadoras en la cancha
ovalada. Las posiciones son: jammer, pivot, y bloqueadora. Cuando suena el
silbato, la pivot (que lleva una franja de color amarillo sobre su casco y
dirige al equipo) y las bloqueadoras avanzan en packs. Cada jammer tiene que
correr alrededor de la cancha y pasar a los packs del equipo contrario, que
empujándola tratan de impedir que eso suceda. El Roller Derby es eso: un
deporte de contacto en el que dos equipos se enfrentan y deben impedir el
avance de su oponente como sea: en esos bloqueos se dan los empujones, el
cuerpo a cuerpo, los enredos. Se suma un punto por cada cadera del equipo
contrario que se deja atrás. Es la jammer la que los suma; por lo general, la
chica más ágil y veloz. Hoy, en el amistoso, se enfrentan las Bloody Furias con
las CougarRollers.
Los nombres, las posiciones, en el universo derby abunda el inglés y, al
hablar, las chicas no paran de regodearse en su jerga.
Como no se trata de un partido oficial, hoy pueden jugar las freshmeat (carne
fresca), esas chicas que recién empiezan y esperan su try out (prueba)
para pasar al equipo oficial de su liga.
Daniela, alias Coca Bardo, es una de ellas, pero hoy está engripada, así que no
puede entrenar con las Bloody Furias y se dedica a mirar y a controlar las
faltas con una aplicación que descargó en el celular. A ella le toca hablar,
entonces, porque las otras chicas están concentradas en el juego.
Al costado, hay novios, novias, seguidores y árbitros. Daniela lleva unos tacos
que a simple vista parecen más difíciles de domar que los propios patines.
Altos. Altísimos. Es ingeniera eléctrica. Juega de bloqueadora: es robusta y
vigorosa. Cuenta que fue difícil explicarle a su jefe la primera vez que se
cayó de cola y tuvo que faltar. “Estuve patinando”, le dijo, al final, para no
entrar en detalles. Recuerda que antes del primer partido tenía miedo. Cuando
una juega derby, sabe que tarde o temprano, va a saber lo que es un golpe.
—Pero una vez que estás en la cancha y sentís lo que pasa ahí, ya no importa
nada. Es pura libertad —dice la Coca Bardo, que de chica mala no se le ve nada.
Es pura simpatía—. En otros deportes si no sos buena, te sacan. Acá con
perseverancia siempre algo podés hacer.
Después del precalentamiento, el clima cambia: la entrenadora del día las
convoca al centro de la cancha y las chicas responden: se ubican en pares y
ensayan bloqueos para la jammer, la chica que corre, que pasa caderas y así
suma puntos en los partidos. Empiezan a verse las redes del roller derby.
—A mí me daba miedo. Pero acá te ensañan desde cero. Obviamente tienen ventajas
las que hicieron deporte, o patín artístico. Al ser un deporte nuevo, casi
todas estamos aprendiendo. Yo empecé a principio de año. Juego de blocker. Es
una sensación de libertad. Después, cuando salís de la cancha, ves todo
distinto ¿Qué puede pasarte? Acá aprendés a superar obstáculos.
Ya empezó el partido. Los cuerpos se amontonan, alguna cae al piso y se
levanta. No pueden pegarse piñas, pero un caderazo bien colocado voltea con
precisión infalible. Avanzan con el torso un poco hacia adelante, como si llevaran
un peso sobre la espalda. Las piernas se abran y se cierran. El paquete de
chicas por momentos se desarma y alguien pide que vuelvan a agruparse. Las
resbaladas producen un chirrido. Hay gritos. Y hasta una hinchada que alienta a
los equipos. Entre esas que alientan está Nazarena Bustos, o Panda Fisura, de
las Cougar, una chica de diecinueve años, mechones verdes y ojos delineados,
también chiquita, ideal para jammer, que hasta hace un rato entrenó para romper
bloqueos. Está por irse, pero antes explica cómo es el juego, agarra caderas,
toca brazos para hacerlo. Todavía no lo sabe, pero de ahí irá a la guardia y se
enterará que se dislocó el brazo en ese entrenamiento y que por unas semanas no
podrá jugar.
— Me dicen que no me rompo, que tengo los huesos duros, por eso se me dislocó
el brazo y no me quebré- dirá días después, en el entrenamiento de su equipo,
en Palermo, ya con el brazo guardado en una faja. Pero ahora sólo está
contenta, y el brazo todavía no le duele.
***
Casi siempre de noche. Todos los días, por dos horas. En
distintos rincones de Buenos Aires: en Parque Chacabuco, en parque Avellaneda,
en Palermo, en el Rosedal, espacios ganados, porque las chicas se las
arreglaron para improvisar canchas que hasta entonces no existían y armaron un circuito
que no se detiene. En todo el país hay unos diecinueve equipos de Roller Derby
desparramados en Capital, el Conurbano Bonaerense y en provincias como Tucumán,
Santa Fe o Santa Cruz. Los grupos nacen de a borbotones y se reproducen sin
pausa desde el 2010, cuando a un par, que luego se transformó en el primer
equipo argentino llamado Bully Chicks Roller Derby, se le ocurrió lo mismo que
a otras un poco más tarde: hacer eso que hacían en la película Whip It, lo
que ahí muestra Drew Barrymore, eso que hacían las chicas malas, las que odian
los broderies y los vestidos pomposos, y desprecian el pelo suave del galancito
de turno; las que hacen Roller Derby y se tiñen y se tatúan y, sobre todo, las
que no tienen miedo – o si lo tienen no lo muestran-.
Primero fueron carreras, luego se agregó el contacto cuerpo a cuerpo, y eso le
dio el condimento que faltaba para volverlo un show deportivo con destellos de
espectáculo.
En Estados Unidos este deporte está consolidado, sobre él se
despliega una red profesional. Se practica desde principios de siglo XX y hasta
los setenta gozó de popularidad. Todos querían ver cómo se pegaban, se tocaban,
se caían las chicas. Justamente, al convertirse en espectáculo y relegar el
deporte, el derby perdió su fuerza, su legitimidad. El revival se encendió en
el 2004, de la mano de la WFTDA (Women's Flat Track Derby Association), que es
la organización madre. Estados Unidos mantiene el podio, y por lejos. En el
2011, en Toronto, se hizo el primer mundial de Roller Derby. Participaron 13
países (la Liga argentina 2x4 participó y perdió en octavos de final contra
Suecia). Fueron unas 1500 personas. Las norteamericanas ganaron con resultados
rotundos, casi letales. Para tener una idea: Suecia se enfrentó a Australia y
perdió 126 contra 78. Australia luego se enfrentó en semifinales con Estados
Unidos y las norteamericanas ganaron 532 contra 4. Así.
En América Latina, en agosto, se realizó en Colombia el primer torneo
interligas. Argentina salió primera, secundada por el país anfitrión.
En algunos días de invierno hemos entrenado en el
Rosedal con un grado bajo cero —dice Yamila Herlan, una de las jugadoras de la
Liga 2x4—. Estábamos nosotras y los patos.
Ahora no hay patos con hipotermia y el termómetro no bajó tanto, pero hace frío
y en Parque Chacabuco sólo corren algunos, otros pocos juegan al fútbol y al
fondo, casi en un hueco destemplado que se forma en el playón, ellas entrenan
entre sombras. Hay menos chicas que de costumbre. La 2 x 4 es una de las
grandes ligas del país (Buenos Aires Roller Derby – BARD- y Sailor City Rollers
son otras), y la más organizada. Se divide en equipos que entrenan con
regularidad: las Bully Chicks, las Cowgirls from Hell y las Wild Girls. Muchas
de ellas integran la selección nacional, Argentina All Stars, que participó del
último mundial, en Canadá y reclutó las mejores jugadoras del país.
En agosto,
muchas viajaron a Colombia, al torneo interligas sudamericano y en estos
últimos fríos del invierno todavía deben estar de festejo por su triunfo. Hoy,
por lo tanto, practican con algunos chicos, que se preparan para el
enfrentamiento del primer Roller Derby Masculino en la cancha de Huracán. Los
varones, a diferencia de las mujeres, consiguieron que un club les abra sus
puertas. Ellas, éstas, las chicas de la Liga 2x4 lograron armar el campeonato
Violentango en zona norte a fuerza de autogestión, y debieron hacerse de esta
cancha a fuerza de pintada, de intervención en el cemento.
—Ahora pintamos esta cancha y los domingos la gente viene a patinar alrededor
de ella. Venimos a esta hora porque no hay nadie. No jodemos a nadie. Nadie
puede quejarse. —dice Yamila, que forma parte del comité de prensa (en todos
los equipos se usa la figura del comité o de comisión para designar la
repartija de tareas).
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