Una víctima de los empresarios - Después de dos knock out consecutivos fue llevado al sacrificio - Al lado de legendarias figuras del boxeo argentino como Luis
Angel Firpho, el denominado ‘Toro de las Tampas’, Pascual Pérez, Horacio Accavallo,
Oscar ‘Ringo’ Bonavena, Nicolino Loche y Carlos Monzón, la imagen de
Alejandro Lavorante Ugarte se conserva intacta entre los viejos aficionados
argentinos, quienes en su momento vieron en él a un potencial campeón del
mundo de los pesos completos.
De espigada y atlética contextura física, además de un rostro que siempre
atrajo la presencia de la mujer a los cuadriláteros, apareció en el panorama
pugilístico de su país a finales de la década del cincuenta. Luego de una
meteórica carrera, cumplida en la costa occidental de los Estados Unidos, se
ubicó en el cuarto escalafón del ‘ranking’ mundial, precedido únicamente por
Sony Liston, Eddie Machen y Henry Cooper en su aspiración de combatir frente al
campeón de todos los pesos, el norteamericano Floy Patterson.
En las postrimerías de 1961 ya contabilizaba 21 combates, 19 de ellos ganados y
solamente dos perdidos, frente a Roy Harris y George Logan. Al retornar a los
tinglados, repuesto de las dolencias que en ambas manos le causaron la derrota
frente a Logan, doblegó en el segundo asalto a Voy Clay, en pelea celebrada en
el Auditorio Olímpico de Los Angeles, ante 6.500 espectadores.
Entre los asistentes a aquel pleito estaba el veterano boxeador Archie Moore,
campeón mundial de los medio pesados, quien favorablemente impresionado por las
condiciones de Lavorante, dejó entrever que le gustaría enfrentarse con
él.
La pelea, con George Parnassus como promotor, se concretó para el mes de marzo
en Los Angeles. Se garantizó una bolsa de US $ 30.000 dólares, con opción al
35% de la recaudación para el campeón mundial de los medianos, Moore, y el 25%
de la misma recaudación para el peso completo Alejandro Lavorante, quien un mes
antes había sido distinguido por la Asociación de Redactores de Boxeo del Sur
de California como el Boxeador del Año, con referencia a 1961. En el acto de
reconocimiento se hizo presente hasta Joe Louis, legendario campeón mundial de
todos los pesos y fervoroso creyente de las capacidades del argentino.
La pelea fue casi un drama. El viejo Archie Moore, como si no pesasen en él los
48 años que por aquel entonces contabilizaba, dominó el combate y doblegó a su
adversario de sólo 26. Fue tanto el castigo infringido al pegador gaucho, que
por momentos se pensó en un desenlace trágico como el acontecido con Benny
‘Kid’ Paret, pues el norteamericano con un repetido castigo a la línea baja,
dejó sin piernas a Lavorante, quien por primera vez fue duramente golpeado en
el rostro. El diario ‘Esto’ tituló al día siguiente:
Moore noqueó a Lavorante, quien salió en camilla.
Luego de suspenderse la pelea en el décimo asalto por nocaut técnico, el
árbitro y el propio Archie Moore, gran admirador de Lavorante, llevaron al
pegador gaucho hasta su propia esquina. Poco después manifestó Moore:
Si lo tuviese bajo mis órdenes en mi campo de Saly Mines,
haría de Lavorante, en dos años, un campeón del mundo...
Lavorante a su llegada al aeropuerto de Ezeiza.
Pero el boxeo tiene un rostro cruel. Antes de 100 días, Alejandro Lavorante,
ablandado para siempre por Archie Moore, paradójicamente el campeón más querido
por el pueblo gaucho, volvió a subir al encordado. Pinky Georges, su manejador
no podía mantenerlo inactivo, ya que los dólares eran el negocio
primordial.
Licius Clay, un pegador invicto, que venía de abajo, en ascenso vertiginoso, no
encontró mayores dificultades en su enfrentamiento con Lavorante a quien aplicó
feroz castigo en cinco asaltos, para un nuevo y consecutivo nocaut técnico
fulminante.
Dos meses después, en una actitud de máxima irresponsabilidad por parte del manager
y la respectiva comisión para con un hombre que venía de perder dos durísimos
pleitos, con características de ‘paliza’, se le programó una nueva pelea, en
esta ocasión frente a Johnny Riggins, un boxeador desconocido pero ambicioso.
Una vez más en Los Angeles, Alejandro Lavorante subió, a lo que podría
denominarse para él como el cadalso, un trágico 21 de septiembre de 1962. En el
sexto round el gaucho cayó a la lona, no sólo por 10 segundos, sino por algo
más de 10 minutos.
En cuanto recibió un golpe fuerte quedó paralizado. Cuando
terminó el combate, aconsejé a la comisión, cancelar definitivamente la
licencia de Lavorante. Es muy valiente pero no tiene rudeza física
Manifestó el árbitro Tommy Hert, cuando el cuerpo del argentino era conducido
de urgencia a un centro hospitalario.
Una intervención quirúrgica de cuatro horas, practicada por el doctor Dewit
Fox, no mejoró sustancialmente la salud de Lavorante, quien paralizado, mudo y
sordo, comenzó a pelear, sin muchas posibilidades, con la muerte. Hasta su
lecho de enfermo y en un gesto de solidaridad llegó su último rival para
decir:
Alejandro era un buen muchacho... Estoy muy apenado...
Espero que Dios cuidará de él...
Lavorante jamás pudo enterarse que cuatro días después de
quedar inconsciente, el campeón de los pesos completos, Floy Patterson, a quien
él aspiraba a derrotar, perdía el título frente al primer retador, Sony Liston.
Ironías de la vida.
Después de casi siete meses de incertidumbre y a pesar del concepto de los
médicos que se oponían al traslado, Alejandro Lavorante emprendió el retorno a
la ciudad de Rosario, tierra que un día lo vio partir en procura de la efímera
gloria deportiva. Casi sobre la una de la tarde del domingo 5 de mayo de 1963,
llegó al aeropuerto internacional de Ezeiza. Una enorme multitud encontró en
las flores y los pañuelos blancos, agitados frenéticamente, la forma más
emocionada de solidarizarse con sus padres, Alejandro y Lidia, e igualmente con
sus hermanos José María, Lidia Juana, Juan Antonio y Félix Alfredo, cuando el
insensible cuerpo de Alejandro fue bajado en camilla por la escalerilla del
avión.
Un ser inerte, sin razón y sin conciencia, biológicamente vivo e inclusive
pudiendo cumplir algunas funciones vitales como comer, levantarse, pero sumido
en total oscuridad mental, sin posibilidad de reconocer a ninguna persona, ni
aún a sus padres, sin saber al menos quién era él, quedó, a partir de aquel
día, bajo la asistencia médica de los doctores Braulio Felibert y Atilio
Babbini, amén de los solícitos cuidados de quienes estaban unidos al malogrado
boxeador por los indestructibles lazos de la sangre y el afecto.
El rostro de dolor de Alejandro Lavorante padre y su hija
ante el delicado estado del joven pugil argentino.
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