La boca del lobo - En la derrota de Diego Chaves contra Keith Thurman del
sábado pasado, lo de abajo del ring pesó más que lo de arriba. Y los problemas
internos, más que el gancho al hígado del yanqui. Los golpes que no se ven
cocinaron un estofado que Chaves mismo eligió, donde fue el convidado de
piedra
Si en medio de cualquier contienda deportiva, alguien
necesita apelar a la arenga “mirá que acá vinimos a ganar”, algo está fallando
desde varios lados, y no únicamente ése día.
Y si de boxeo se trata, la cosa se potencia
exponencialmente, más cuando el DT es quien se lo grita a su pupilo.
Le sucedió a “La Joya” Chaves el sábado pasado en Texas nada
menos que con su tío Ismael Chaves, cuando perdió por KO 10 el título mundial
interino welter de la AMB frente al yanqui Keith Thurman, en pelea donde de
entrada parecía ser superior.
Mas a veces eso no alcanza en el deporte y tampoco en el boxeo,
donde hay otros golpes que pesan mucho más que los del rival.
Se deslizó la semana pasada en la columna “Pierna de Ases”,
anticipando los problemas internos del equipo -más que nada con su mánager
Osvaldo Rivero-, interferencias que ocasionan falta de apoyo, de protección
dirigencial y política, detalles que suelen tener más valor que lo que pasa
sobre el ring, máxime si las fuerzas son parejas.
Pero la tropa interna tampoco suplió el déficit con su
unión. ¿Hace falta refrescar –y con tanto énfasis- una obviedad semejante como
la que le recalcó Ismael a su sobrino en plena pelea? ¿Había alguna duda de que
fueron a ganar, o inconscientemente se cruzó por la cabeza que fueron
para perder?
No obstante, atando algunos cabos, cabe preguntarse si
realmente lo que más importaba era la victoria dentro del “clan Chaves”.
Es que aquella frase, como la de “¿te das cuenta que
podemos?”, tras el 7º round, denuncian inseguridad. ¿El campeón es quien tiene
que darse cuenta de que puede? ¿Qué quiso decir Ismael internamente? ¿Subieron
pensando en que no se podía, o es que Ismael sentía que la pelea era adversa
hasta entonces? (NdeR: hasta el 10º era pareja, incluso con leve predominio de
Chaves, pese a la caída en el 9º).
Pero la falta de cohesión quedó expuesta desde el vamos. Que
Rivero haya preferido ir a China con Mauricio Muñoz, que tenía cero chance ante
el ruso Evgeny Gradovich y dejado “solo” al campeón –por más que mandó a su
hijo Sebastián- en semejante pelea, fue todo un mensaje.
La protección casi ni existió, con dos jueces yanquis y uno
puertorriqueño, que, seguramente –salvo paliza indisimulable-, le darían la
victoria a Thurman en caso de ir a las tarjetas.
De hecho, hasta el 10º en que se produjo el KO, dos de ellos
tenían arriba al americano 87-83 y el otro 86-84. ¿Se esperaba algo distinto? Y
eso que Chaves era el campeón, y tuvo casi siempre el centro del ring,
asumiendo la iniciativa, tal como DICEN que ponderan los yanquis (qué risa).
Siendo más que Thurman, a La Joya le falló el alma. Pero
primero lo debilitó su rincón, que le sacó la poca confianza que se tenía y lo
apichonó.
Un buen rincón es aquel que conserva la calma en medio de la
tormenta, aunque se venga el mundo abajo. Alguien que se muestra inalterable
ante lo conocido y lo desconocido más allá de las circunstancias. El guía, el
maestro. Y “maestro” es el que “muestra” el camino.
“¿Tenés bolas? ¡Ponélas!”, era la arenga. Ese fue el camino
que mostró Ismael. ¿Desde cuándo un exquisito como Chaves necesita apelar a ese
recurso para ganar? Tal vez por eso no haya reconocido la vía, y menos el
comportamiento de su tío.
¿Pero eran ambos sinceramente fieles a sí mismos? ¿Estaban
en verdad por una razón meramente “boxística”, por el honor, por el ir a ganar,
pensando en el título? ¿O primó el interés económico?
Esa pudo haber sido la clave del por qué Chaves se rindió
tan rápido. Teniendo en cuenta que prefirió pelear con Thurman en vez de con
Malignaggi (que era el campeón regular y con quien unificaría el título) porque
le ofrecieron unos dólares más, da que pensar.
Y a la hora de la verdad, en su elección también pesó más la
plata que la seguridad de pelear como local ante este último –si se iba a
licitación, como quería Rivero-, donde iba a cobrar menos.
Cada cual se traza su propio destino y se elige sus propios
rivales. Cuando aún no se es crack, ni se está asentado, a veces hay que elegir
entre el título o la plata. Para ambas cosas juntas es preciso tiempo y madurez.
La opción más urgente tiene recorrido más corto, pero peaje más caro.
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