PUERTO DESEADO 'EL 17 DE AGOSTO' - Por siempre Ferro… - Podría volver a
nacer una, diez o mil veces, pero de lo que estoy seguro jamás quisiera
cambiar es nacer en Puerto Deseado y seguir siendo socio, simpatizante, hincha
o enfervorizado fanático, de la camiseta blanca con bastones azules obscuros
del Club Ferrocarriles del Estado de Puerto Deseado.
No es para mí complicado
explicar el por qué de esta gran pasión. Nací en pleno corazón del Barrio
Ferroviario, también identificado como el “Barrio de las Latas”, por ser sus
casas en la mayoría de chapa y madera. Mis amigos, mis juegos y mis vecinos
siempre estuvieron identificados con la institución ferroviaria. Era centro de
nuestro juegos, la canchita de fútbol, situada en los potreros frente al
barrio, con arcos de hierro hechos por algún obrero de la sección Talleres, a
pedido nuestro. Algunos éramos de Boca, otros de River o San Lorenzo o
Independiente o del Racing Club de Avellaneda, y muchas veces discutíamos acaloradamente,
casi hasta el anochecer.
Pero en lo que sí éramos coincidentes era en nuestro
gran amor por el Ferro. Lentamente casi sin darnos cuenta, nos fuimos acercando
a sus instalaciones; dando vueltas a la Estación en bicicleta o en
patines, jugando al basquetbol en su cancha, a las bochas (previo permiso
y recomendación de no estropear las canchas, que eran celosamente cuidadas por
los socios mayores del club), o simplemente pasábamos horas planeando
alguna travesura en los juegos infantiles, toboganes, hamacas, botes y
torpedos. Estas canchas y juegos estaban ornamentados con vistosos jardines en
donde resaltaban hermosos rosales.
¡Cuántas tardes y noches se vistieron de alegría y emociones en recordados
partidos de basquet infantil ¡ No podría olvidar aquel campeonato, en el año
60, que concitó a más de diez equipos. En otras ocasiones bailes y kermeses,
perfectamente iluminados convocaron gran cantidad de simpatizantes dando rienda
suelta a la sana diversión.
El Bar La Cueva era el centro de reunión de los trabajadores ferroviarios y
gente del pueblo, que despuntaban el vicio de las cartas, dominó, ajedrez y los
dados, charlando e intercambiando opiniones sobre los temas más inherentes al
Club y las novedades pueblerinas. En el centro del salón, una impecable mesa de
billar, daba lugar para que exquisitos aficionado por este juego, al mejor
estilo de los Hermanos Navarra, dejaran absortos a los ocasionales
espectadores. Muñoz Olavarria, José “Piola” García, Poloni Salemme, Alfredo
Vila, son algunos de los más recordados billaristas que pasaron por este
histórico bar.
En una habitación contigua se encontraba el tan deseado
“metegol”. En aquellos años los menores no podíamos estar en los bares, eran
solamente para mayores. Sólo por las tardes y bajo juramente ante el conserje
de que serían unos pocos partidos, lográbamos transgredir la regla solamente
hasta las 17.30 horas, ni un minuto más, por más ruegos que hubiera de nuestra
parte. Eran otras épocas en donde el respeto a los mayores no se ponía en
duda.
Como en casi todos los pueblos, el futbol siempre ha sido el gran atractivo de
las entidades deportivas, al igual que lo fue para los primeros obreros de la
construcción del Ramal Ferroviario, quienes en las pocas horas de ocio,
organizaban encarnizados partidos de fútbol con “los del pueblo”. Varios fueron
los intentos de fundar un club, pero por, traslados de personal, ausencia de la
localidad, desacuerdos y otros motivos se fue extendiendo en el tiempo.
Finalmente un 17 de agosto de 1928, logrando un sueño largamente acariciado,
nacía El Ferro. Reunidos en casa de Don Cayetano Carilli, deciden materializar
el “Club Deportivo Social Ferrocarril”, siendo su primer Presidente José
Mazzoli, el entonces Jefe de la sección Talleres. Esta naciente institución
contaría con el apoyo moral y material de la administración de F.C. del Estado
y la gerencia local, lo que significaría una promesa de prosperidad para este
club.
Entre las condiciones principales de su estatuto se encontraba la de tener que
ser empleado ferroviario o familiar directo para poder integrar alguno de los
cargos directivos. Los años fueron pasando y la institución creciendo efectiva
y organizadamente. En lo deportivo serán inolvidables los encuentros de fútbol
con su archirrival el Club Deseado Junior, causando una verdadera conmoción y
alterando los apacibles domingos pueblerinos. La rivalidad llegó a tal extremo
que en algunas familias se prohibía hablar o discutir de este tema. Recuerdo
muy bien, que uno de los castigos más grandes y crueles por malas notas o
conducta, era castigarnos con la prohibición de ir a la cancha el domingo.
Para
mí era como una sentencia de muerte. Así que en algunas ocasiones, al no poder
concurrir me sentaba en la mitad del patio de mi casa, y muy atento podía percibir
los goles. Si sonaban muchas bocinas de automóvil sin duda, y muy a pesar mío,
era gol del Juniors. En cambio si se escuchaban gritos ensordecedores
festejando el gol, mi querido Ferro había anotado un tanto. Siempre he creído
que Ferro y Juniors jamás podrían haber existido uno sin el otro y ocuparon una
parte vital en la vida deportiva de nuestro pueblo.
Los años fueron pasando y llegamos a 1969. Año crucial para nuestra
institución. En diciembre de ese año se consagra Campeón de la Liga Norte de Santa
Cruz, al vencer en Caleta Olivia a Unión Comercial por 2 a 1. Gran cantidad de
hinchas viajamos a la ciudad petrolera, con la férrea esperanza de volver con
el título. Una tarde calurosa y con algo de viento, convocó a una multitud de
fanas de uno y otro equipo y al cabo del encuentro los ferrocarrileros nos
volcamos a abrazarnos y llorar de emoción con nuestros bravos jugadores.
El
regreso fue tremendo, casi finalizando el domingo una gran caravana de autos y
simpatizantes ingresaron al pueblo con bocinas y fervientes gritos de alegría
por el nuevo Campeón. La coqueta confitería del club, en la esquina de
Belgrano y San Martín (inaugurada dos años antes bajo la presidencia del
escribano Alberto Horacio Rosas), se fue poblando de simpatizantes portando
banderas con los colores del Ferro.
Al día siguiente la fiesta continuó y por
la tarde nuevamente se concentraron en la esquina de la confitería quedando
perpetuada para siempre por nuestro recordado Angelito Nahuelpan Figueroa, en
sendas fotografías donde se refleja la alegría exultante de los ferrocarrileros
ostentando la gigantesca copa obtenida. Los años siguieron pasando y los logros
deportivos se fueron sumando, en casi todo los deportes que se practicaban en
la localidad.
En cuanto la parte social no fue menos que la deportiva. El socio Miguel
Lecumberri en un gran gesto de solidaridad hacia su club, cedió durante muchos
años un salón de su propiedad para que el club pudiera desarrollarse
socialmente.
En el año 1958 el Ferro adquirió definitivamente este lugar,
ampliándolo y convirtiéndolo en el centro de grandes reuniones sociales,
célebres carnavales que solían terminar muy por la madrugada, maratones de
baile, fiestas aniversario en donde las damas simpatizantes se lucían poniendo
lo mejor de sí en repostería y cocina. Previo a los carnavales, los socios
trabajaban con fervor en el decorado del salón, dedicando horas de para ponerlo
en condiciones de lo que serían los 9 o 10 bailes carnavalescos.
Mucho más
podría escribir sobre la intensa labor de nuestro querido Club a lo largo de
estos primeros 85 años. Fundadores, presidentes, comisiones, jugadores e
hinchas hicieron posible que hoy siga siendo uno de los grandes de Deseado,
contando con un sólido capital económico, pero sobre todo las cosas con un
tesoro aún mayor que es el cariño, el respeto y esa llama encendida que nunca
se apagará y que anida en el corazón de cada uno de los que nos identificamos
con los colores del Ferro. ¡¡¡Por siempre Ferro, y venturosos 85 años…!!!
Ricardo Alejandro Vazquez
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