¿Qué mitad del vaso ganará? Ni en el Mundial del 78, ni en el del 86 Argentina tuvo el
poderío ofensivo que ostenta este equipo de Sabella, que ataca y mata. Pero el
esquema defensivo y algunos nombres todavía generan desconfianza.
La teoría de la manta corta es casi tan
famosa como la genialidad de Lionel Messi. El líder con la pelota en los pies
de un equipo que dominó las Eliminatorias suma casi un año sin derrotas
oficiales, mechadas con buenos amistosos ante rivales de peso, y que en
Asunción sacó pasaje al Mundial de Brasil 2014 con dos fechas de ventaja.
El notable poderío ofensivo, similar al de hace cuatro años, pero con mayor
madurez y jugadores ya asentados con la Celeste y Blanca, es la punta de lanza
de la esperanza de un Maracanazo. Aquella gesta uruguaya fue la mayor del
siglo 20. Y ganar en suelo enemigo la tercera Copa del Mundo sería la gloria
mayor de nuestro fútbol, un sueño perfecto que ya tenemos permitido.
¿Hay sustento para imaginar con los ojos abiertos una vuelta olímpica dentro de
10 meses? De mitad de cancha hacia adelante, sobran. Atrás, la discusión no
descansa. La polémica futbolera se enciende poco al pedir a Tevez, preguntarse
si Lavezzi puede sostener el nivel del resto cuando entra, o si Palacio, aún
sin gol, da la talla.
Pocos argumentos como para levantar la voz, o discutir un largo rato con los
amigos. Para eso sólo hace falta hablar de los defensores, del esquema en la
mitad de la cancha, o enumerar arqueros que nos dan mayor seguridad que Romero.
Las flaquezas argentinas en defensa tienen presente. Y memoria. Porque hace
tiempo que escasean los líderes, faltan laterales, juegan nombres casi
desconocidos. Porque en Sudáfrica los delanteros no pudieron hacer nada contra
Alemania, que se aprovechó como lo hizo Brasil en la final de la Copa América
2007 (la última vez que arañamos un título) o Uruguay hace un par de años.
Cuando Batista dijo adiós y arrancó este ciclo de Sabella que pisa firme.
Desde que tomó el mando, Pachorra arregló mucho.
Gago-Mascherano es un dúo
intocable, Di María vuela, Messi metió 20 goles en 22 partidos, el Kun e
Higuaín no tienen contras.
En la mitad del vaso que aún se ve algo vacía, los resultados no deberían
alarmar tanto. Pero, siempre entregados a los salvadores, los hinchas
albicelestes necesitamos líderes para soñar en grande, centrales indiscutibles,
jugadores que regalen confianza. Todas carencias que se agigantan por culpa de
estos tiempos en los que aún los defensores con un buen semestre se marchan
lejos. Entonces, conocer y ver poco y nada a los Fernández, Garay, Rojo,
Basanta, Campagnaro, Coloccini y los que rayen, no ayuda. Y lo que hay en el
fútbol local no impone cambios.
El fútbol se nutre de sensaciones y es ahí donde el recuerdo de Sudáfrica y la
diferencia de lo que se planta en cancha arriba y abajo hace la diferencia.
Porque recién el martes la defensa albiceleste recibió dos goles en un partido
de Eliminatorias. Y uno lo regaló Romero. Incluso ante las potencias, en los
amistosos, no se hizo casi nunca agua. Pero las dudas no desaparecen.
Lo mismo que con la manera en que se plantará ante Brasil, Italia, España u
Holanda para disputar la pelota en mitad de cancha. El gran problema que no se
resolvió hace tres años. Cuando se intentó cambiar golpe por golpe y nos
mandaron a la lona.
Le quedan nueve meses a Sabella para conservar lo bueno y limitar lo malo. Para
darle confianza a sus defensores y que ellos se la den al hincha. Para aceitar
un equipo que tiene un poderío ofensivo para ser campeón del mundo. Pero que
debe todavía un par de parciales para recibirse de candidato.
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