jueves, 13 de octubre de 2011

LA HISTORIA DE JONATHAN BARROS

SU VIDA Y EL BOXEO - A pocas horas de exponer su corona mundial pluma en el Luna Park, Jonathan Barros repasa una vida que supo de privaciones, lucha y sacrificios; "antes no vivía, sufría", reconoce, y agradece a dios por su presente. Por Andrés Vázquez.
Jonathan Víctor Barros tiene la cara típica del boxeador. Moldeada a hachazos. Frente angosta, mandíbula firme, nariz chata, ojos hundidos y gestos de vigilante en plena guardia. Sin embargo, cuando uno logra romper el hielo es fácil llegar hasta el pibe de carne y hueso que se guarda en un rincón del campeón mundial pluma de la Asociación Mundial de Boxeo: "Desde chico salí a pelearle a la vida. Me crié en un hogar muy pobre. Mis padres se separaron y mi madre un día nos abandonó sin saber por qué. Yo tenía siete años y me tuve que hacer cargo de mis 4 hermanitos. Tuve que salir a pedir porque la abuela que nos tenía a cargo nos maltrataba. Nunca robé, por suerte. Caminábamos 5 km diarios para poder comer en un comedor. Ahí conocí a Balbino Soria y comencé a practicar boxeo con la idea de alcanzar la gloria y darles un futuro mejor a mis hermanos", rememora, en diálogo con LA NACION.

Es notable escuchar su historia. Se acuerda del barrió Lihué, en Guaymallén, y de Las Heras, donde llegó con la piel del estomago pegada al cuerpo y la saliva espesa de esperanza para conocer a Ricardo Bracamonte, su técnico actual. Y se acuerda de aquellos rings ruinosos de los que recogía el mañana incierto. También de los que sufrieron con él sin saber lo que era el ruido de juguetes y el olor a sábanas limpias. Hoy sus dientes están más blancos y sonríen porque pudo recuperar a su madre, Sandra. Hoy tiene su auto y su propia casa y sale en los diarios. Hoy tiene 27 años y pronto se casará con Karen, la mamá de Axel, su hijo de 4 años. Es admirador de Manny Pacquiao. Y confiesa que de los argentinos le gustan Narváez, Maravilla Martínez y Juan Reveco, su amigo. Ama bailar hip hop y agradece ser boxeador: "Soy lo que soy gracias al boxeo. Si no hubiese sido boxeador tendría una vida más desgraciada, llena de problemas. Hoy vivo?", repite de manera incesante.

-¿Antes no vivías?

-No. Sufría. Hoy aprendí a tener el amor de una madre, a viajar, a conocer gente, a darme algunos lujos.

-¿Cómo fue el reencuentro con tu mamá?

-Hace cuatro años salió de la cárcel y nos vino a buscar. Hablamos mucho y nos juramos olvidar el pasado. Soy un tipo muy creyente y pude perdonarla. Hoy somos una familia muy unida.

-¿Qué habría sido de tu vida si no fueras boxeador?

-Nunca me puse a pensar en eso. Pero si Dios no me hubiera dado una mano estaría en cualquiera. No quiero ni pensarlo.

En cuestión de horas protagonizará la tercera defensa de su cetro mundial, ante el panameño Celestino Caballero (35 años y con un récord de 34-3-0, 23 KO), a quien ya enfrentó y venció en un fallo muy polémico, razón por la cual la AMB dispuso la inmediata revancha. "Será un combate muy difícil, pero tengo plena confianza de que todo va a salir bien porque estoy preparado de forma excelente", admite Yoni, como lo apodan en el ambiente boxístico.

-¿Te animás a dar un pronóstico?

-No sé si será antes del límite porque el rival es difícil, pero estoy seguro que la corona se queda en la Argentina.

La aristocracia de la chapa y el cartón le estigmatizó la existencia a Barros (32-1-1, 18 KO). El hambre y la pobreza le tallaron la personalidad. No hay excesos ni despliegue vanidoso en él. Sólo firmeza en su objetivo próximo: "Quiero ganarme al público del Luna Park y entrar en la historia del boxeo. La corona se queda en Argentina".

LO ACUSO DE "MALTRATO Y ABANDONO"

El primer cruce de Caballero fue con Rivero

Celestino Caballero tuvo su primer "encontronazo" fuerte en la Argentina y no fue justamente con Jonathan Barros. El panameño dijo sentirse "maltratado y abandonado" por el promotor Osvaldo Rivero, a quien acusó de haberlo dejado "a la deriva" en su visita al país. "Tenía muy malas referencias de Rivero y con este viaje a la Argentina las pude confirmar plenamente", sostuvo muy enojado el pugilista centroamericano.

Caballero argumentó que Rivero no le colocó a su disposición un auto para desplazarse y tampoco le consiguió un gimnasio en el cual entrenarse. Después, el promotor salió al cruce de esos dichos y definió al panameño como "mentiroso y poco hombre".

Por otra parte, Miguel Llist, manager de Caballero, expresó su preocupación y presentó las quejas por la falta de los controles antidoping en la Argentina.

No hay comentarios: