sábado, 22 de octubre de 2011

HISTORIAS DE FUTBOL Y PRESIDENTES

KIRCHNER EN LA PLATEA DE RACING - Así como Cristina es del Lobo, otros jefes de Estado blanquearon su pasión. Repaso de esas relaciones no siempre puras. Por Andres Burgos.
River salió a la cancha para jugar contra Independiente con el cuerpo técnico incompleto. El masajista del plantel, José Goza, había tenido que dejar el Monumental de urgencia, diez minutos antes de que comenzara el partido. Un auxiliar –todos los planteles tienen dos masajistas– lo reemplazó en el banco de suplentes. “¿Qué le pasó a Goza? ¿Tuvo algún problema?”, se preguntaban los jugadores. Era 1990.

“Llamó Menem desde Olivos. Se contracturó haciendo un curso de helicopterista y pidió que le mandaran al masajista del club”, fue la respuesta de las autoridades de River que estaban al tanto de lo que sucedía.

Goza y un dirigente entraron a la Quinta Presidencial como si fueran huéspedes de honor. Los recibió el entonces secretario de Medios, Fernando Niembro. Todavía no existía la televisión codificada, pero Torneos y Competencias ya le hacía llegar a Carlos Saúl Menem las imágenes en directo de los partidos. Goza recién terminó su trabajo después del clásico. Conducir un helicóptero puede ser tan traumático como jugar al fútbol.

Fanáticos. Durante los diez años en que fue presidente de la Nación, Menem nunca ocultó su fanatismo por River. Hubo una época en la que el riojano llamaba por teléfono al Tribunal de Disciplina de la AFA, se presentaba y sugería –con una amabilidad forzada– que las sanciones a los jugadores de River fueran lo menos severas posibles. En 1995, por ejemplo, se comunicó con esa dependencia de la AFA para intentar proteger a uno de sus ídolos, Enzo Francescoli, que había sido expulsado en un partido contra Deportivo Español. La sugerencia presidencial fue que le dieran una fecha de suspensión al uruguayo y no más, como se especulaba, como castigo por su insulto al árbitro Humberto Dellacasa (h).

Menem fue un caso extremo, pero muchos presidentes mantuvieron, en mayor o menor medida, algún tipo de contacto con los clubes de los que eran hinchas. Curiosamente, un helicóptero es un elemento en común con Néstor Kirchner, quien en 2009 –ya fuera de su mandato, pero junto al ministro de Interior, Florencio Randazzo– aterrizó en el medio de un entrenamiento de Racing: el ex presidente cumplía su promesa de regalarles cuatro plasmas a los jugadores por un 3-0 a Boca que le había servido a la Academia para evitar la Promoción. Hasta una semana antes de morir, Néstor tenía periódicas charlas por teléfono con el entonces técnico de Racing, Miguel Russo. El ex presidente, que dijo sufrir más por el fútbol que por la política, quería que el joven Bruno Zuculini fuera titular.

Kirchner se definía como hincha, no fanático. Y sin embargo, según contó Cristina, las dos veces que sus problemas vasculares le demandaron internación (febrero y septiembre de 2010), lo primero que preguntó al recuperarse de la anestesia fueron los resultados de Racing. Cristina heredó de su madre, Ofelia, simpatía por Gimnasia de La Plata, pero no es tan futbolera como fue su marido y como sigue siendo su mamá, precisamente.

Peron no era de Racing. El antecesor de los Kirchner, Eduardo Duhalde, también les hizo un premio a los jugadores de su equipo, Banfield, por salvarse del descenso, en 2002. No fueron televisores, pero sí una visita a la Quinta de Olivos. José Luis “Garrafa” Sánchez y otros jugadores de aquel equipo se sacaron una foto al lado del Cadillac de Juan Domingo Perón.

Justamente, el caso Perón merece una enmienda: no fue hincha de Racing, como se cree, sino de Boca. Su ministro de Hacienda de la primera presidencia (1946-1952), Ramón Cereijo, sí fue un fanático de Racing. El estadio, construido entre 1947 y 1950, fue financiado gracias a un generoso crédito del Poder Ejecutivo, como solía hacerse desde la década anterior. En agradecimiento, la cancha fue bautizada “Juan Domingo Perón”, pero el mismo Cereijo, ya en la década del 80, confesó que el ex presidente había sido de Boca, no de Racing. Además, un histórico referente del justicialismo, Antonio Cafiero, dijo varias veces que Perón era xeneize y hasta contó con detalles cómo el presidente, en 1953, gritó sin disimulo un gol de Boca en el Monumental. Un tercer testimonio a favor de esta teoría la suma un historiador del peronismo, Roberto Baschetti, quien contó cómo en 1964, durante el exilio del líder en España, se lamentó por una derrota de Boca ante Betis en un amistoso. “La derrota de Boca no sólo la sentí como simpatizante de ese club del que soy hincha, sino que me costó pagarle una apuesta a mi jardinero, que es del Betis”, se lamentó Perón, cuenta Baschetti.

Presidente y futbolista. En su libro Deporte nacional, los periodistas Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico cuentan cómo Arturo Frondizi, jefe del Estado nacional entre 1958 y 1962, jugó al fútbol en las inferiores de Almagro. Era defensor cuando al fútbol se jugaba con pocos defensores, y cabeceaba y pateaba con una boina que no se sacaba durante todo el partido: tal vez por una coquetería de la época, o tal vez por su afiliación radical y por sus simpatías con el yrigoyenismo. Frondizi, que abandonó en Cuarta División después de que se fracturara una mano, es el único ex presidente con un pasado futbolista reconocible.

El sociólogo Rodrigo Daskal, uno de los compiladores del libro Fútbol, historia y política, resalta la particular historia de Agustín Justo, que fue socio de River y de Boca, aunque –por supuesto– sólo simpatizaba por uno: Boca. Eran épocas en que los préstamos desde el Estado hacia los clubes para la construcción de sus estadios eran una práctica usual: el Monumental y la Bombonera comenzaron a levantarse durante su presidencia, y Justo estuvo presente el día en que se dio la simbólica palada inaugural de la nueva cancha de Boca.

Desde el regreso a la democracia, la presidencia de Raúl Alfonsín, hincha de Independiente, nació y terminó rodeada por dos títulos de su equipo. Asumió el 10 de diciembre de 1983 y, dos semanas más tarde, su equipo salió campeón. Entregó el poder el 8 de julio de 1989, un mes después de otra vuelta olímpica. En el medio, en 1984, el Rojo salió campeón del mundo. Y también el ciclo de Fernando de la Rúa, pese a que sólo duró dos años, coincidió con una Copa Intercontinental ganada por su club, Boca, en Japón. Menem, eso, no lo hizo.

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