El Relámpago, 10 años después - Julio Pablo Chacón realizó una recorrida de recuerdos a una década de su conquista mundialista ante Kovacs. “Fui y le arruiné la fiesta”, dijo el campeón.
Está parado al costado del ring de guanteo y, al mirar hacia el centro, en su ser se conjugan diversas emociones, pues dentro del encordado se encuentra su hijo Nicolás ensayando una especie de combate con unos pibitos de no más de 8 años que están aprendiendo el noble arte de la esgrima sin espada.
A Pablo se le infla el pecho, pero aclara que a su hijo “el boxeo no le gusta. Él juega al fútbol”. El pibe tiene pinta y parada de crack, igual que su padre, que el pasado jueves festejó los 10 años de la obtención del título mundial pluma de la OMB.
El que está parado a la vera del ring del gimnasio de calle Molinero Tejeda no es otro que Julio Pablo Chacón, el Relámpago, ese que el 16 de junio de 2001 alcanzó la gloria al vencer a uno de los plumas del momento como lo era el húngaro Istvan Kovacs, y encima con el plus de noquearlo técnicamente en seis asaltos en su propia casa.
El tiempo pasó y el recuerdo de muchos parece congelado en esa secuencia de ganchos zurdos al cuerpo que llevaron a tan exquisita definición... Y Pablo, el hacedor de ese hito para el boxeo mendocino, tenía ganas de recordarlo.
-¿Tenés presente los recuerdos de 2001?
-No me he dado cuenta del paso del tiempo gracias a estar dentro del gimnasio. Automáticamente cuando dejé de boxear (2005), ya tenía trabajo. Esto me sirvió de contención y me ayudó a asimilar, a acostumbrarme y a aceptar que ya no era boxeador. No puedo creer que ya haya pasado una década desde que le gané a Kovacs. Es impresionante.
-¿Muchos festejos?
-Sí. Es muy lindo que a uno lo halaguen porque me hace sentir bien. Lo que sí, me dio fue un poquito de nostalgia.
-¿Recordaste mucho la pelea del título y todo lo que fue la previa?
-La previa es como todo. Estaba la fiesta preparada para él ya que era el último gran ídolo de Hungría y hacía, creo, 10 años que no perdía un combate. Además, fue medalla de bronce en Barcelona (1992) y campeón olímpico en Atlanta (´96), campeón mundial amateur al año siguiente y luego su excelente carrera profesional. Era un de los mejores del mundo en una época en que la categoría pluma era la vedette del momento ya que estaban Naseem Hamed, Erik Morales, Marcos Antonio Barrera y Juan Manuel Márquez. Era una locura. Nadie lo quería pelear al húngaro. Tal vez no era un noqueador, pero tenía calidad y experiencia.
Y bueno, fui yo y le arruiné la fiesta. Iba de punto, como un paso más para Kovacs. Gracias a Dios y a un gran preparador físico como fue Rubén Dupen, quien fue uno de los culpables de que yo haya sido campeón mundial, logré ganar.
Rubén (falleció en marzo de 2009) fue un tipo al cual le hice caso. Tenía personalidad y experiencia al lado de campeones. Fue el que logró que yo me pusiera 10 puntos.
-Haber obtenido el título en el exterior, tras el intento fallido ante Norwood (año 2000), fue como seguir las proezas de Pérez, Locche y Corro…
-Se cambiaron los roles. Yo recuerdo que en la previa ante Norwood hubo una guerra psicológica. Fueron 10 días en los que a mí me hizo sentir realmente la presión. Eso que él me hizo a mí, yo lo hice en Hungría. A Kovacs le tiré toda la presión encima: lo apuré, lo encaré, lo boconeé, y todas esas cosas que finalmente dieron resultado. No era fácil, pero me salió bien. Aparte llegué muy bien preparado, con un mes de concentración en Panamá y con un muy buen equipo.
-La presión de Norwood, ¿no habrá comenzado en el pesaje cuando entró desnudo?
-Un poquito (risas). Creo que ese día muchos salieron desmoralizados. ¡Dejá de joder! Ese vino a pelear con alguien más.
-Volviendo a la consagración. En Hungría tenían hasta una fiesta preparada para Kovacs…
-Era para 500 personas. Habrá habido unas 50, más nosotros y los argentinos que vivían allá y se acercaron a festejar. En total éramos 11. Recuerdo también que nos asustamos un poco porque comenzaron a pasar la pelea y cuando lo noqueo saltó Rubén Dupen y empezó a gritar. Todos comenzaron a decirnos cosas y nosotros no entendíamos nada. Decí que había seguridad porque nos querían pegar.
-Esa noche, ¿qué pasó con Bracamonte?
-Le tirábamos cerveza a él y entre nosotros nos largábamos champán. Era una locura. No pude dormir esa noche. Me acuerdo que llené la bañadera de la habitación, me metí y pensaba. No lo podía creer. Recién vine a dormir al otro día de haber llegado a Argentina. Cumplí el sueño de todo boxeador. Tenía mucha ilusión. Fue una experiencia tremenda y espectacular.
-¿Eso fue lo mejor tuyo?
-Dos años antes, en Panamá, estuve igual o mejor. Fue cuando le gané la eliminatoria a Richard Carrillo para luego ir con Norwood. Esa fue una pelea tremenda porque él llegó invicto en 15 peleas y era un boxeador respaldado por la AMB. Ese día estaba todo el mundo porque coincidía que se realizaba la convención. En esa época yo entrenaba con Amílcar Brusa.
-Que no se haya concretado la pelea ante Naseem Hamed, ¿lo tomás como una deuda pendiente?
-Si yo no perdía con Harrison, a los 5 meses tenía que pelear en Las Vegas unificando con Barrera o ante Hamed. Estuve cerquita (risas). Juan Ignacio Blanco
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