martes, 15 de junio de 2010

NUEVA ZELANDA 1 - 1 ESLOVAQUIA

Inocente, inocente - En lo personal, creo que, aunque sea por puro romanticismo, las selecciones modestas deben tener su hueco en estos Mundiales, ya que lo contrario sería cerrar las puertas a posibles sorpresas. Sin embargo, hay equipos que parecen empeñados en castigar a los espectadores con un soberano aburrimiento. El partido entre Nueva Zelanda y Eslovaquia, por contra, además de aburrimiento (que lo ha habido), ha despertado otra sensación a partes iguales: una especie de ternura. Álvaro Llorca, Madrid.
Y es que los dos equipos en liza han mostrado las mejores de sus armas, no es que se les pueda acusar de conservadurismo. Por ejemplo, los neozelandeses trataban de enganchar balones por alto y ahogar a los jugadores creativos del equipo rival. Sin embargo, su presión era tibia como si estuviera sujeta por alfileres, pues se veía que un golpe de viento podría desarbolar ese equilibrio. Y así fue al inicio de la segunda parte cuando un centro de Sestak acabó en la cabeza de Vittek que, en posición irregular, ha empujado el balón a la red.

Tras una primera mitad de gran estatismo y de algunos disparos a puerta endebles, parecía que el tempranero gol de los europeos en la segunda mitad podría cambiar el rumbo del partido. Pero los neozelandeses no dieron motivos para creer en la remontada. Por un lado, los jugadores fueron menos impetuosos que el estornudo de una millonaria. Y, por otro, el seleccionador Ricki Herbert era incapaz de introducir un revulsivo sobre el césped, quizás por la siniestra escasez de su fondo de armario. Ni siquiera un mínimo de agresividad fueron capaces de imprimir los neozelandeses (los italianos se va a comer con patatas a este equipo, incluso con la sola presencia de un Gattuso o un Chiellini sobre el césped).
De este modo, los oceánicos parecían condenados a cerrar la clasificación del grupo F, hasta que, cuando tan sólo restaban escasos segundos para el final del partido, se alzó la figura del zaguero Reid por encima de la defensa rival y anotó el tanto del empate. Curiosamente, el gol de los neozelandeses fue estéticamente muy parecido al de los eslovacos. Quizás ésta sea la prueba de que ambos equipos fueron como el haz y el envés de una misma realidad. La de un equipo endeble incapaz de buscar la meta rival con un poco de picardía e intención.
Uno ha escuchado durante toda su vida que quien da todo lo que puede no tiene la obligación de dar más. Pero ahora, a toro pasado y después del partido, a uno se le cura un poco el romanticismo, y piensa, ¿era esto necesario?

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