Entre la Copa de África y el Mundial de Sudáfrica - Johannesburgo, 1 feb (EFE).- Tras 21 días de competición y 29 partidos de fútbol, la 27 edición de la Copa de África ha dejado un número suficiente de noticias entre malas y desastrosas para que su resaca planetaria dure, previsiblemente, hasta el Mundial de África.
La más inquietante, sin duda, el atentado sufrido por la selección de Togo en la región angoleña de Cabinda a manos de un grupo guerrillero separatista dos días antes de la inauguración del torneo, que se saldó con tres víctimas mortales y media docena de heridos graves, entre ellos dos futbolistas.
La más abracadabrante, la reciente sanción impuesta por la Confederación Africana de Fútbol a Togo, a la que dejará sin disputar las dos próximas ediciones del torneo, y por lo tanto sin opciones de jugar el Mundial 2014, y a la que de paso ha multado con 50.000 dólares por retirarse con sus muertos del torneo.
Entre medias, por un imperfecto efecto de mímesis, la sangre de los miembros de la delegación togolesa ha salpicado a Sudáfrica y a la organización de su Mundial, que posiblemente no habrá conseguido limpiarse la mancha hasta que se clausure el torneo libre de incidentes.
"No matéis al Mundial antes de que se celebre", clama la FIFA.
Pero la duda persiste, y la pregunta se repite entre analistas y personalidades del fútbol: si Angola no ha sido capaz de garantizar la seguridad de su torneo, ¿qué se puede esperar de Sudáfrica?, se preguntan en voz alta.
Tampoco el espectáculo, cicatero y aburrido con demasiada frecuencia, ha generado buenas nuevas que sirviesen al menos para tratar de equilibrar, de compensar, si de algún modo se puede, tanta desdicha.
El fútbol, muchas veces caprichoso, ha impartido esta vez justicia ciega y le ha dado el título a Egipto, otra mala noticia: cuesta aceptar que el mejor equipo con diferencia de la Copa de África, el que ha dominado el torneo de punta a punta, no vaya a desplegar su fútbol en el Mundial de Sudáfrica.
Los de Hassan Shehata comparecieron en Angola con una idea predeterminada, con una propuesta tan coherente como bien ejecutada, y ofrecieron un fútbol técnico y hasta preciosista, tan plástico como efectivo: seis victorias, quince goles a favor, dos en contra, tercer título consecutivo y séptimo en su historial. Una gesta.
Quienes sí estarán en Sudáfrica, junto con la selección anfitriona, son Argelia, Nigeria, Ghana, Camerún y Costa de Marfil, cinco selecciones que, tras lo visto en Angola, están condenadas a posponer otros cuatro años la tan cacareada y largamente esperada explosión del fútbol africano.
Hubo momentos puntuales de buen fútbol, sí, aunque sin solución de continuidad; se dieron partidos emocionantes, incluso cardíacos, por supuesto, pero más por las apreturas de los marcadores que por la calidad del juego.
Las selecciones de las grandes estrellas "europeas" decepcionaron desde el principio. Ninguno de esos jugadores imperiales en sus clubes del Calcio, La Liga o la Premier League destacó en medio de la mediocridad generalizada y todos se fueron antes de tiempo sin hacer ruido.
Se vio demasiado fútbol tosco y muy poco elaborado; se abusó de planteamientos defensivos y del juego directo, del patadón, el disparo lejano y los balones a la olla; se vieron defensas incapaces de tirar el fuego de juego y porteros nerviosos y con manos de mantequilla. En definitiva, poca cosa.
Si a todo lo anterior se añaden estadios semivacíos, a veces incluso desangelados pese a la fiesta que los que sí acudieron montaron en las gradas, se concluirá que la Copa de África de Angola estuvo lejos de convertirse en el escaparate del fútbol de altura que se le suponía.
Quedan poco más de cuatro meses para que comience el Mundial de Sudáfrica, el tiempo que tienen los técnico africanos para ajustar sus sistemas y también sus plantillas, las cuales, hombre por hombre, poseen un potencial infinitamente superior al que mostraron en la Copa de África, un torneo que, tras el atentado contra la selección de Togo, nació tocado. EFE
La más inquietante, sin duda, el atentado sufrido por la selección de Togo en la región angoleña de Cabinda a manos de un grupo guerrillero separatista dos días antes de la inauguración del torneo, que se saldó con tres víctimas mortales y media docena de heridos graves, entre ellos dos futbolistas.
La más abracadabrante, la reciente sanción impuesta por la Confederación Africana de Fútbol a Togo, a la que dejará sin disputar las dos próximas ediciones del torneo, y por lo tanto sin opciones de jugar el Mundial 2014, y a la que de paso ha multado con 50.000 dólares por retirarse con sus muertos del torneo.
Entre medias, por un imperfecto efecto de mímesis, la sangre de los miembros de la delegación togolesa ha salpicado a Sudáfrica y a la organización de su Mundial, que posiblemente no habrá conseguido limpiarse la mancha hasta que se clausure el torneo libre de incidentes.
"No matéis al Mundial antes de que se celebre", clama la FIFA.
Pero la duda persiste, y la pregunta se repite entre analistas y personalidades del fútbol: si Angola no ha sido capaz de garantizar la seguridad de su torneo, ¿qué se puede esperar de Sudáfrica?, se preguntan en voz alta.
Tampoco el espectáculo, cicatero y aburrido con demasiada frecuencia, ha generado buenas nuevas que sirviesen al menos para tratar de equilibrar, de compensar, si de algún modo se puede, tanta desdicha.
El fútbol, muchas veces caprichoso, ha impartido esta vez justicia ciega y le ha dado el título a Egipto, otra mala noticia: cuesta aceptar que el mejor equipo con diferencia de la Copa de África, el que ha dominado el torneo de punta a punta, no vaya a desplegar su fútbol en el Mundial de Sudáfrica.
Los de Hassan Shehata comparecieron en Angola con una idea predeterminada, con una propuesta tan coherente como bien ejecutada, y ofrecieron un fútbol técnico y hasta preciosista, tan plástico como efectivo: seis victorias, quince goles a favor, dos en contra, tercer título consecutivo y séptimo en su historial. Una gesta.
Quienes sí estarán en Sudáfrica, junto con la selección anfitriona, son Argelia, Nigeria, Ghana, Camerún y Costa de Marfil, cinco selecciones que, tras lo visto en Angola, están condenadas a posponer otros cuatro años la tan cacareada y largamente esperada explosión del fútbol africano.
Hubo momentos puntuales de buen fútbol, sí, aunque sin solución de continuidad; se dieron partidos emocionantes, incluso cardíacos, por supuesto, pero más por las apreturas de los marcadores que por la calidad del juego.
Las selecciones de las grandes estrellas "europeas" decepcionaron desde el principio. Ninguno de esos jugadores imperiales en sus clubes del Calcio, La Liga o la Premier League destacó en medio de la mediocridad generalizada y todos se fueron antes de tiempo sin hacer ruido.
Se vio demasiado fútbol tosco y muy poco elaborado; se abusó de planteamientos defensivos y del juego directo, del patadón, el disparo lejano y los balones a la olla; se vieron defensas incapaces de tirar el fuego de juego y porteros nerviosos y con manos de mantequilla. En definitiva, poca cosa.
Si a todo lo anterior se añaden estadios semivacíos, a veces incluso desangelados pese a la fiesta que los que sí acudieron montaron en las gradas, se concluirá que la Copa de África de Angola estuvo lejos de convertirse en el escaparate del fútbol de altura que se le suponía.
Quedan poco más de cuatro meses para que comience el Mundial de Sudáfrica, el tiempo que tienen los técnico africanos para ajustar sus sistemas y también sus plantillas, las cuales, hombre por hombre, poseen un potencial infinitamente superior al que mostraron en la Copa de África, un torneo que, tras el atentado contra la selección de Togo, nació tocado. EFE
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