Fútbol Infantil: ¿Trabajo o diversion? ¿Esfuerzo o placer?
¿Competencia o juego? ¿Pena o gloria? El presente trabajo tiene como principal propósito describir y explicar el mundo del fútbol infantil, el cual, se sostiene aquí, está pensado por adultos que no siempre consideran a los niños en sus características particulares para su realización.
El análisis se apoya en los trabajos realizados por S. Comisso y Benítez C, y plasmado en el libro La infancia hecha pelota, donde desarrollan la profesionalización y mercantilización del fútbol infantil y como semejante maquinaria deja en el camino a miles y miles de niños y sus ilusiones, algún día, de poder jugar en primera. “No negamos que el resultado forma parte de un momento de alegría por el triunfo o de tristeza por la derrota. Alegría o tristeza que tendrán menor o mayor repercusión de acuerdo a las exigencias del adulto”.
¿Competencia o juego? ¿Pena o gloria? El presente trabajo tiene como principal propósito describir y explicar el mundo del fútbol infantil, el cual, se sostiene aquí, está pensado por adultos que no siempre consideran a los niños en sus características particulares para su realización.
El análisis se apoya en los trabajos realizados por S. Comisso y Benítez C, y plasmado en el libro La infancia hecha pelota, donde desarrollan la profesionalización y mercantilización del fútbol infantil y como semejante maquinaria deja en el camino a miles y miles de niños y sus ilusiones, algún día, de poder jugar en primera. “No negamos que el resultado forma parte de un momento de alegría por el triunfo o de tristeza por la derrota. Alegría o tristeza que tendrán menor o mayor repercusión de acuerdo a las exigencias del adulto”.
PRIMERA PARTE
El trabajo describe cómo, a partir de ciertos cambios en los estilos de vida de nuestra sociedad, los niños fueron abandonando los potreros para trasladarse a los incipientes clubes y escuelitas de fútbol a cargo de ex deportistas de trayectoria que apelan, por lo general, a su experiencia como jugadores profesionales o amateur, sin conocer aspectos de las etapas y necesidades de la niñez.
Como todos sabemos, el gran crecimiento que tuvo el fútbol infantil hizo que los torneos sean más competitivos y, como consecuencia de ello, se da que a los 7 o 8 años los niños puedan tener la experiencia frustrante de tener
que descender de categoría, con todo lo que ello implica. Los entrenamientos
muchas veces no tienen en cuenta la etapa de desarrollo en la que se encuentran, son intensivos y extensivos, y traen como consecuencia, en aquellos que no se pueden adaptar, la expulsión o el abandono anticipado.
Palabras clave: fútbol infantil, competencia, entrenador, juego, deporte,
niños, adultos, padres, potrero, profesionalización, adolescente
“El que sabe de fútbol ni de fútbol sabe” Valdano, Jorge.
Seguramente muchos docentes a cargo de un grupo de niños de edades
comprendidas entre los 6 y 12-14 años se debe haber hecho algunas de las
preguntas planteadas en el título de este trabajo.
Actualmente el fútbol infantil está encaminado hacia la competencia.
Competencia a la que lo llevan dirigentes, padres y técnicos. Competencia para la cual los niños no están preparados. Esto no quiere decir que cuando el niño juega, no compite; por el contrario, sí lo hace, y con el objetivo de ganar, porque para eso juega. Nadie juega para perder. Pero deben entender los mayores y, por consiguiente, inculcarle a sus alumnos, hijos o niños a cargo, que son muchas más las veces que se pierde que las que se gana; de hecho, uno solo es campeón, el resto se queda en el intento.
A nivel de infantiles, el niño juega, no compite. O, si preferimos, no
le preocupa la competición como forma reglamentaria y mantenida. El esfuerzo y consiguientemente, el desgaste que de él deriva, motivado todo ello por la responsabilidad de la competición, son realidades ajenas al interés del niño.
El niño se acerca al fútbol, por gusto, interés, ganas de divertirse. Esta
predisposición del niño por jugar no lleva implícito otra cosa que eso: jugar. Sin cargas psicológicas ni tensiones por el resultado del juego, estas cargas o tensiones sí son requisito indispensable cuando ese juego se hace deporte. Es aquí donde está la competencia y donde el joven ya ha alcanzado la madurez psicológica para poder hacer frente a todo lo que esa competencia implica. Los niveles de exigencia del entrenamiento y la competencia son
organizaciones de adultos, pensadas y desarrolladas como si los niños fueran, también, adultos. Con seguridad que los chicos jamás pensarían en someterse a un programa semanal, mensual o anual de entrenamiento, con exigencias estrictas de cumplimiento para el logro de un resultado. www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar
El trabajo describe cómo, a partir de ciertos cambios en los estilos de vida de nuestra sociedad, los niños fueron abandonando los potreros para trasladarse a los incipientes clubes y escuelitas de fútbol a cargo de ex deportistas de trayectoria que apelan, por lo general, a su experiencia como jugadores profesionales o amateur, sin conocer aspectos de las etapas y necesidades de la niñez.
Como todos sabemos, el gran crecimiento que tuvo el fútbol infantil hizo que los torneos sean más competitivos y, como consecuencia de ello, se da que a los 7 o 8 años los niños puedan tener la experiencia frustrante de tener
que descender de categoría, con todo lo que ello implica. Los entrenamientos
muchas veces no tienen en cuenta la etapa de desarrollo en la que se encuentran, son intensivos y extensivos, y traen como consecuencia, en aquellos que no se pueden adaptar, la expulsión o el abandono anticipado.
Palabras clave: fútbol infantil, competencia, entrenador, juego, deporte,
niños, adultos, padres, potrero, profesionalización, adolescente
“El que sabe de fútbol ni de fútbol sabe” Valdano, Jorge.
Seguramente muchos docentes a cargo de un grupo de niños de edades
comprendidas entre los 6 y 12-14 años se debe haber hecho algunas de las
preguntas planteadas en el título de este trabajo.
Actualmente el fútbol infantil está encaminado hacia la competencia.
Competencia a la que lo llevan dirigentes, padres y técnicos. Competencia para la cual los niños no están preparados. Esto no quiere decir que cuando el niño juega, no compite; por el contrario, sí lo hace, y con el objetivo de ganar, porque para eso juega. Nadie juega para perder. Pero deben entender los mayores y, por consiguiente, inculcarle a sus alumnos, hijos o niños a cargo, que son muchas más las veces que se pierde que las que se gana; de hecho, uno solo es campeón, el resto se queda en el intento.
A nivel de infantiles, el niño juega, no compite. O, si preferimos, no
le preocupa la competición como forma reglamentaria y mantenida. El esfuerzo y consiguientemente, el desgaste que de él deriva, motivado todo ello por la responsabilidad de la competición, son realidades ajenas al interés del niño.
El niño se acerca al fútbol, por gusto, interés, ganas de divertirse. Esta
predisposición del niño por jugar no lleva implícito otra cosa que eso: jugar. Sin cargas psicológicas ni tensiones por el resultado del juego, estas cargas o tensiones sí son requisito indispensable cuando ese juego se hace deporte. Es aquí donde está la competencia y donde el joven ya ha alcanzado la madurez psicológica para poder hacer frente a todo lo que esa competencia implica. Los niveles de exigencia del entrenamiento y la competencia son
organizaciones de adultos, pensadas y desarrolladas como si los niños fueran, también, adultos. Con seguridad que los chicos jamás pensarían en someterse a un programa semanal, mensual o anual de entrenamiento, con exigencias estrictas de cumplimiento para el logro de un resultado. www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar
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