ECOS DE UNA NOCHE DESCONTROLADA - En Mar del Plata, tras la caída de Lazarte ante el filipino Casimero hubo una batahola atizada por militantes de camioneros; detalles de una reunión bochornosa.
MAR DEL PLATA.- Escándalo. Papelón. Vergüenza. Cualquier calificativo que parta desde esos umbrales será válido para dar una dimensión de lo vivido en el estadio del Club Once Unidos . Sillas que volaban por el aire. Militantes del gremio camionero que tomaron el ring por asalto. Y un deslucido pero legítimo campeón del mundo, el filipino Johnriel Casimero, escondido bajo la lona para escapar de esa parafernalia sin control en que derivó la pelea que puso en juego el título mundial super mosca de la Federación Internacional de Box.
¿Luis Lazarte? El aspirante a la corona y anfitrión atizó ese fuego a lo largo de los diez rounds con provocaciones y golpes al límite de la legalidad, hasta que la paliza recibida en el décimo asalto lo sacó de combate. Entonces sí, tras el knock out técnico, el escenario quedó librado a uno de los espectáculos más bochornosos que se haya visto en el boxeo argentino en muchos años.
Cientos de espectadores que llevaban remeras, camperas y banderas del Sindicato de Choferes de Camiones que lidera Pablo Moyano -presente en el estadio- fueron máximos responsables de todo lo vivido. Desde la organización, con el gremio a cargo del esponsoreo mayor de la pelea, hasta el caos final, con sus militantes a las trompadas y patadas con Casimero y su esquina. "El filipino cobró más que en la pelea", señaló un experimentado periodista local que siguió las alternativas desde el ring side.
Al magullado campeón lo pudieron llevar a los vestuarios entre la protección que le brindaron dos policías, parte de un frágil dispositivo de seguridad que es habitual en el boxeo local e inexplicable para una competencia internacional, y el porte y aporte de Gonzalo Patón Basile, un enorme peso pesado cargado de tatuajes que se ofreció para mantenerlo a salvo de otra golpiza en su paso por la platea. Un recorrido con gotas de sangre, señales del paso previo de los filipinos heridos.
Cuando todavía se juntaban las sillas plásticas esparcidas por el ring y le confirmaban que los jurados lo habían tenido como ganador al 10° y decisivo round, Lazarte se tomó un respiro para asumir culpas y tomar decisiones fundamentales para su carrera: "Pido disculpas al público, no boxeo más", anunció.
Más de 2000 espectadores presenciaban esta cita para dirimir el título vacante. Pero la mayoría del público estaba teñida de verde y blanco, los colores que identifican a la organización gremial cuyo máximo referente es el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano. Una presencia nada casual: el sindicato mantiene un histórico apoyo a Luis Lazarte, que se desempeña en la limpieza de calles de esta ciudad como empleado de la empresa de recolección de residuos 9 de Julio, cuyo personal está afiliado al Sindicato de Choferes de Camiones.
Los presentes no sólo eran lugareños. El apoyo de seccionales del interior se expresaba en banderas y con grupos que llegaron en ómnibus, la mayoría desde el Gran Buenos Aires.
Fuentes policiales indicaron que las fuerzas desplegadas en el estadio apenas superaban la decena de efectivos, repartida entre el interior y la periferia. Cerca del ring, apenas un par, que llegaron tarde y sin muchos recursos para detener ese remolino de golpes que avanzó contra Casimero y su gente.
Además de las sillas que volaron y las agresiones a la delegación visitante, los desórdenes también incluyeron daños a instalaciones y robos. La transmisión de TV se suspendió no sólo porque los relatores buscaron resguardo sino porque varios cables quedaron cortados por quienes subían como podían al ring en esta cacería contra el boxeador filipino y los suyos. Otro operador de radio local sufrió el robo de tres micrófonos.
Un veterano dirigente gremial local que asistió a la pelea repudió lo vivido. "Fue una vergüenza que, aparte de ser inexplicable, se vio en todo el mundo", dijo ayer a La Nacion. Y más allá del desatino de los referentes del gremio camionero, le apuntó a Lazarte: "Es un señor en su laburo y a la hora de entrenarse, pero es un desastre cuando se sube al ring", acusó.
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