RUGBY –CONSIDERADO EL MEJOR ALA DE LA HISTORIA - A los 36 años, el mítico All Black anunció que espera un donante de riñón. En 2004 ya le transplantaron uno, lo que complica la operación.
Ocho años después de ser transplantado por primera vez, el legendario Jonah Lomu anunció el domingo a la prensa de su país que espera un nuevo donante para un segundo transplante de riñón, al no presentar progresos luego de que se agravara su enfermedad renal.
Después de haber perdido 30 kilos desde septiembre, el ex tres cuartos de los All Black señaló, que “todo el mundo tiene que morir un día“.
“Desafortunadamente, ningún tratamiento ha funcionado; mi salud es exactamente la misma que al comienzo de la enfermedad”, declaró Lomu, que tiene que someterse tres veces por semana (21 horas en total) a diálisis para mantener en funcionamiento su riñón.
“Soy consciente de que ya tuve la oportunidad de recibir un primer transplante, pero sé que será difícil conseguir otro. La operación será más complicada y será mas problemático encontrar un donante compatible. Además, las posibilidades de rechazo son mayores”, añadió el neocelandés.
Lomu, de 36 años, se sometió a un primer transplante de riñón en julio de 2004, nueve años después de que se le diagnosticara el síndrome nefrótico en 1995. En septiembre de este año su estado empeoró durante el comienzo de la Copa del Mundo de rugby.
Considerado la primera estrella planetaria del rugby, Lomu había participado en la ceremonia de apertura del Mundial en el Eden Park el 9 de septiembre. Entonces tuvo que ser hospitalizado por más de dos semanas en Auckland y sometido a diálisis diaria.
Con un físico espectacular (1,96 metros de altura y 115 kilos de peso) y gran velocidad, Lomu anotó 37 tries en 63 partidos con Nueva Zelanda entre 1994 y 2002. Subcampeón de la Copa del Mundo en 1995 y semifinalista en la de 1999, tiene además el récord de tries en el torneo con 15.
Fuente: AFP.
Considerado el mejor ala de la historia, Jonah Lomu, quien hace tiempo se recompone de un transplante de riñón, es un caso paradigmático en el deporte. Abandonado al año de nacer, tuvo una infancia repleta de maltratos de su padre y llena de peligros en los suburbios de Auckland. Pero a los 15 años, su madre le salvó la vida. Lo envió al Wesley College, donde "descargó toda su ira" a traves del rugby. "Sin el deporte hubiese muerto o terminado en una cárcel", confiesa el ex All Black. ¿Una curiosidad? Muchos entrenadores le veían un excelente futuro como decaatleta.
Por Adrián Michelena
Anochece en Mangere, ese desdichado pueblito del sur, a 21 kilómetros del centro de Auckland. Y Semisi Lomu llega a casa. Ebrio, irascible y violento. Abre la puerta. El frio es más frio. La charla muta en un murmullo. El terror entra, dando pasos zigzagueantes. Sin explicación, primero, golpea a su mujer. Y luego, enfila al dormitorio. Busca a sus otras presas, sus hijos, entre ellos: el pequeño John. Tan sólo una sábana protege al niño, que se acurruca debajo de ella. Imagina un refugio, cierra los ojos y soporta el maltrato temporal, la humillación eterna. Difícil de creer: ese chico indefenso se convertiría en el All Black más imponente y temible de la historia.
El deporte, se sabe, fue es y será una (útil) vía de escape. Máxime en Argentina, donde el fútbol le tendió una mano a cientos y el boxeo le dio una chance a decenas. Basta con recordar a nuestros campeones mundiales: el agricultor Pascualito Pérez, el techista Sergio “Maravilla” Martínez, el recolector Luis Lazarte... En Nueva Zelanda, en tanto, el rugby le tendió un puente a un marginal Jonah Lomu. Quien, a diferencia de muchos grandes deportistas, descubrió su vocación (entiéndase rugby) ya de “grande”, a los 14 años. Sí, nunca antes había tocado una “guinda ¡Vaya, si dio ventajas!…
Jonah Tali Lomu nació un lunes 12 de mayo de 1975 en el hospital Green Lane de Nueva Zelanda. Hijo de maoríes polinesios procedentes de Tonga, Lomu conoció el destrato y el sufrimiento no bien pisó este mundo. Repasar su infancia es, en realidad, repasar un libro de terror (“Sin el rugby seguro hubiese muerto o terminado en la cárcel”) Un destino negro. Que, precisamente, nada tiene que ver con los All Blacks. Porque antes de erigirse en la superestrella del rugby mundial, Jonah le escapó a la vida. Huyó de esa constelación oscura. Y con su fuerza arrolladora, no sólo volteó miles de rugbiers o voló los100 metros, en ¡10,89 segundos! En cada acción, también, se llevó por delante al mal. Ese que aún hoy se empecina en perseguirlo.
Para conocer la cúspide, Lomu aprendió, primero, a moverse en el ostracismo. Porque al año de vida nomás, sus padres lo enviaron a Tonga a vivir con una tía, que lo crió durante seis años. Su historia, de regreso en Nueva Zelanda, es un compendio de males y carencias. Su padre lo golpeaba, su tío fue degollado, su primo murió apuñalado en la calle, y él, en la pre-adolescencia, no hacía más que robar y robar coches, junto a una pandilla atemorizante. “Era un niño salvaje”, evocó Jonah en un reportaje al sitio inglés ABC. Pero tal como un cáncer que hace metástasis, el mal se expandió irrefrenablemente en su vida. Y estalló cuando Jonah tenía 15.Como era habitual, el padre fue a pegarle, pero esa vez Jonah le hizo frente con un empellón. "Tú no eres mi hijo, no tienen cabida en esta casa. Te vas. ‘Así lo hice, y nunca miró hacia atrás’”, relató en su libro autobiográfico “Jonah, Mi History”.
Aunque las cartas parecían ya echadas, apareció el (buen) destino que, como nunca antes, le guiñó un ojo. En 1989, su madre lo envía al Wesley College, la escuela más antigua de Nueva Zelanda. Allí, en ese espacio vinculado a la iglesia metodista y a la disciplina, Lomu transforma la ira en potencia. El dolor en fuerza. Y la ociosidad peligrosa en juego ofensivo. Claro, todo gracias a dos hombres: Chris Grinter (director de la escuela) y Phil Kingsley Jones (su primer entrenador y manager) Ellos, detectaron, en ese cuerpo, morocho y fornido, habilidades que harían historia. Pero en el rugby mundial. Y no en el atletismo. Porque Lomu antes competía (exitosamente) en los 100m, 200m, salto en largo, carreras de alta escuela. Y como si fuese poco, sus entrenadores estaban más que convencidos que tenía un futuro de decatleta excelente.
Grinter, al cabo, persuadió a Lomu para que jugara de tercera línea. Y como si fuese una masa levitando, le fue alimentando el ego, con apego y simpatía. No sólo lo hacía entrenar el sprint con un rodillo de césped en atado a su cintura. Sino que, además, descubrió la parte sensible en lo que sería una mole de 1,96 metros y 120 kilos. “Grinter fue como mi padre. Se ocupó de mí enseñándome lo bueno y lo malo”, confesó Lomu en un reportaje a la BBC. Y reveló: “Él sabía que tenía un problema con mucha rabia dentro de mí. Entonces puso una bolsa de boxeo debajo de uno de los salones de clase y me dijo: “Yo le doy permiso para salir del salón de clases, si usted se siente que tiene un montón de tensión y que necesita deshacerse de ella’. Así que muchas veces tuvo que reforzar la bolsa porque le pegaba muy duro, je”.
Sería redundante explicar qué es el rugby en la vida de Lomu. ("Para mí, El rugby es vida, es lo que sé, es todo lo que sé", dice la Jonah en la portada de su libro). No hacen faltas vocablos. Las marcas en su cuerpo develan su pasado. Un pulgar mutilado por una infección tras una riña callejera, una herida de arma blanca en la cadera izquierda, otra en el muslo, una cicatriz por un garrotazo en la pantorrilla izquierda y una significativa marca en la pierna derecha tras un botellazo. No es todo. Los dedos de sus pies están torcidos. Ya que de niño o usaba esos zapatos dos talles menos o andaba descalzo. No había otra alternativa. Un pasado oscuro y un futuro de Alll Black. No quedan dudas: Jonah Lomu tenía un destino negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario