Narváez pelea en Villa María: al ritmo de “Don Omar” - En casa. Narváez expondrá mañana su corona OMB supermosca en Villa María. Su presencia hará que el Luna Park se traslade al Anfiteatro. Al borde de los 39 años, lo siguen aplaudiendo de pie.
Nicolino hizo la última pitada, apagó el tabaco y le susurró al oído: “Te dejo la llave acá, debajo de la maceta. Buscala cuando quieras”. Debieron pasar muchos años hasta la aparición de un nuevo “dueño” del Luna Park después de Locche. Sobraron campeones mundiales, recios luchadores que fueron respetados en todo el planeta, pero escasearon esos rara avis a los que el pueblo llama “ídolos”.
Omar Andrés Narváez, a dos meses de cumplir 39 años, puede darse el lujo de convertir en rutina el sueño de miles de boxeadores argentinos: llenar y poner de pie, prácticamente cuando le vienen ganas, el mítico estadio de Corrientes y Bouchard. El público no exigirá detalles. Le importará poco el nombre del rival, si pega con la izquierda o si usa bien las cuerdas. La gente querrá una sola cosa: verlo listo para pelear.
Incomprendido
“El boxeo es como el jazz. Cuanto mejor es, menos lo entienden”, sentenció George Foreman. La industria del pugilismo estadounidense invitó a Narváez sólo una vez a sus fiestas. Contra el filipino Nonito Donaire, en octubre de 2011, “el Huracán” sabía a qué había sido llevado. Tras ocho años de reinado en peso mosca y luego de 12 meses en la categoría superior, lo convocaron para medirse contra uno de los mejores peleadores de todos los pesos en otra división más pesada, la gallo. Y Narváez hizo lo que debió hacer… y algo más.
Porque sobrevivió a los ataques del por entonces “heredero” de Pacquiao y, de a ratos, le desnudó las falencias dejándolo enredado contra las sogas. Pero el negocio no le perdonó el no haber ido a buscar sangre y Narváez jamás volvió a pisar suelo “gringo”.
“Don Omar” eligió cantar para los suyos. Afincado en su tierra, el chubutense es desde hace tiempo un autodidacta. Por su rincón pasan sus hermanos y no hay –desde la ruptura con el desaparecido Carlos Tello– un entrenador de renombre que comande las acciones. “El Huracán” decidió alejarse de Capital Federal, de Córdoba y transita por Trelew como un genio solitario. Nadie le dice qué hacer al campeón dueño de un talento en un envase equivocado –¿Alguien podría imaginarse los millones de dólares que ganaría si midiera 1,80 metros y pesara 72,574 kg?–.
Mañana, cuando cerca de la medianoche Narváez exponga su corona mundial OMB supermosca frente al joven mejicano Antonio García en Villa María, los locales serán porteños por un rato y en el Anfiteatro habrá luna llena. Porque si anuncian fiesta en casa y es sábado por la noche, qué mejor que cante “Don Omar”, ese tipo que huele a Locche y sabe a Narváez.
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