miércoles, 3 de marzo de 2010

CARTA DE BIELSA. DESMIENTEN AUTENTICIDAD

En Chile aseguran que la carta de Bielsa sobre el terremoto nunca existió
El sitio en internet del diario Clarín publicó una supuesta carta del técnico de la Selección Chilena, Marcelo Bielsa, en la que relataba, en curioso lenguaje la supuesta experiencia vivida durante el terremoto en Chile. everardoherrera.com
Sin embargo, desde Chile dicen que la carta no era del DT. "A las pocas horas, el medio se vio en la obligación de "bajar" la información debido a que no tenían la confirmación de que la misiva realmente fuera del estratega rosarino", replican varios medios del país vecino.
Consultados, los periodistas de Clarín por el diario Crónica de Chile dijeron que las declaraciones del DT las habían copiado de otro sitio de internet chileno, por lo que no dudaron de su autenticidad.
No obstante, en la página de la ANFP ayer no existía ninguna referencia a esta carta y tampoco se anunciaba alguna conferencia de prensa en la que el Bielsa comentara la suspensión de los partidos amistosos contra Costa Rica y Corea del Norte, informan los medios.
Al analizar el contenido de la misiva, de inmediato muchos dudaron de que pertenecieran al DT de la Roja.
Así decía la carta."


Lo que era madrugada, sueño, terciopelo negro, cayó al vacío convertido en gajos, en sirenas que gritaban como asteroides dando a luz, en graznidos de aves saladas que traían la profundidad del mar en su anuncio, en alaridos que asustaban no por inhumanos, sino por demasiado humanos", rezaba uno de sus párrafos. "Según lo que nosotros sabíamos, la carta fue publicada en un diario chileno, pero tras revisar varios de ellos todavía no la podemos encontrar así que la 'bajamos'", relató uno de los periodistas del mencionado periódico argentino.
Si es que fue una broma, fue de las más macabras que se pudo haber hecho en un momento como el que vive nuestro país.
¿Como antecedente, un descuido parecido ocurrió con la muerte de Sandro, cuándo en el puntocom se publicó 'sin querer' que Sandro había fallecido cuando el cantante todavía estaba internado. La noticia que estaba en gateras a la espera de ser publicada cuando el cantante falleciera.
Esta vez, evidentemente, en el fragor de subir noticias sobre el desastre ocurrido en Chile, en Clarin se olvidaron de chequear la información.
Al parecer, todo surgio de una columna pedida por el Diario Perfil a Rafael Bielsa (hermano del seleccionador nacional chileno) en la cual se le pedia al ex Ministro de Relaciones Exteriores que describiese las sensaciones de Marcelo Bielsa en relacion al "megaterremoto", informacion obtenida via mails que ambos interecambiaban. El mayor de los Bielsa, recogio informacion no solo de su hermano, si no de otras personas que tambien habian vivido el sismo en primera persona para escribir el ficticio relato. Clarin como otros medios, sin un minimo de esfuerzo por la investigacion, tomo esa columna como un texto a modo de cronica de Marcelo Bielsa.
LA CARTA ORIGINAL DECIA:
Por correo electrónico, agoto a mis amigos que viven en Chile. En esta casa de paredes de hormigón armado en la que estoy, al lado del río, lo único que tiembla son los presagios, pero de impaciencia. Como botellas arrojadas al mar pocos, muy pocos mensajes obtienen respuesta. Diego me dice “... el silencio se desgajó como una naranja”. Lo que era madrugada, sueño, terciopelo negro, cayó al vacío convertido en gajos, en sirenas que gritaban como asteroides dando a luz, en graznidos de aves saladas que traían la profundidad del mar en su anuncio, en alaridos que asustaban no por inhumanos, sino por demasiado humanos. “¿Alguna vez bajaste por las escaleras y el agua te ganó la carrera?” Algún charco se suicida tirándose al vacío desde el piso de arriba, y un malón desbocado de agua pequeña y apurada se te mete entre las piernas y busca la salida con óptimo instinto. “En un piso once, no hay tiempo para nada. Me moví rápido y sin sentimientos. Algo me decía que tenía que llegar a las escaleras y que tenía una sola oportunidad”. Un terremoto es una serie de convulsiones, pero para quien lo vive nada se repite en serie. Cada segundo es único y por eso parece no terminar nunca. Diego pensó en su familia, en sus padres, en algún amigo. “Es como si las casas de la vereda de enfrente fuesen la imagen que arroja una pantalla de televisión, y de repente sufrieran una falla vertical que las hace bailar moviendo las caderas. Yo sentí náuseas, una especie de embriaguez de bebida blanca de mala calidad. El suelo ondeaba como un licor espeso y amargo. No podía caminar y no sabía si era porque no podía o porque sin darme cuenta no quería”. Marejada de capas de asfalto, la electricidad que se va, que vuelve, que se va para siempre, que vuelva para siempre, por Dios, que se quede, que no se vuelva a ir. Todos dicen algo, pero no dialogan. Nadie se escucha. Todos sienten que el lugar que es más seguro para sí no lo es para nadie más. No se lo dicen a nadie. Marco me cuenta que se despertó unos segundos antes de que comenzaran los remezones y que instintivamente quiso tomar el teléfono inalámbrico. “Cuando comenzó el jaleo fue algo muy eterno. Al salir de la casa los muros del pasillo se acercaban entre sí. Creí que me iban a prensar. Es raro. Parece lento, pero al mismo tiempo, se siente que no hay tiempo para nada. La extinción del tiempo según lo conocemos. Te reirás, pero pensé que lo inanimado tenía vida y que la mía era más importante que la de esas estructuras, esos ladrillos, esas piedras. ¿Sabes lo que se siente cuando se te mueve el barrio? Uno está acostumbrado a moverse para llegar a distintos puntos, no a que esos puntos sean los que se mueven.” Mi hermano me dice que se experimenta la angustia de la impotencia, del no saber qué es lo que hay que hacer, cuánto va a durar, me escribe que luego de que pasa, uno lee los alrededores en clave de cuáles son los lugares más seguros para ocupar, llegado el caso. Uno sabe descifrar su propio movimiento e incluso el movimiento de los otros y de objetos como autos. Pero no tiene un lenguaje para saber qué nos quieren decir las cosas inanimadas que se mueven. Es como volverse mudo de desplazamiento de un momento para el otro, sordo a la contorsión, ciego al futuro inmediato. Diego escribe: “Te parece que no vas a poder volver a dormirte, que ese despertar en un piso once que se ha vuelto loco es para siempre. Huís, pero sentís que es una escena de sonambulismo. Yo no tuve miedo, todo lo contrario. Hacía las cosas como con desinterés, como si hubiese algo entre el espacio y yo bloqueado, es muy difícil de explicar. En la calle hay unos árboles. Las copas se inclinaban, muy ceremoniosas, pero no corría el viento. En un rato pensé que iba a necesitar más tiempo para entender todo lo que me estaba pasando, pero que no tenía ganas de entender nada más. Nada de nada”. Marco no consigue evitar los flashbacks: “El teléfono cayendo de la mesa de luz, las paredes del pasillo que parecían las mejillas de un trompetista, un perro en una posición extraña, parado sobre sus cuatro patas, pero con el cuello hacia un lado y la boca hacia el otro, aullando y mirando a alguien que sólo él veía”. Mi hermano me cuenta que jamás pensó en la elasticidad inaudita de lo erguido. “Ahora se quiebra, ahora sí que se quiebra, creía yo, y no se quebraba”. Tabiques que no se quebraron en Juan Pinto Durán, el complejo deportivo de la Selección Chilena de Fútbol, pero sí en Concepción, sí en el Aeropuerto Internacional de Santiago, sí en Colima. Ahora vendrá el recuento de muertos, la evaluación de daños, la solidaridad internacional, las condolencias, el restablecimiento de los servicios, la paulatina vuelta a eso que denominamos la normalidad. También las reacciones físicas y emocionales desproporcionadas ante acontecimientos asociados a la situación traumática, la hipervigilancia, la irritabilidad, las fugas. Escribe Diego: “Las habitaciones del piso once se saturaron de unas limaduras color hueso muy finas, que yo no sabía de dónde salían, como si todo hubiese estado comido por dentro y la atmósfera se llenara de la entraña polvorienta de las cosas, lo que daba a ese instante la apariencia de un montaje obvio de película clase B”. Ni era un montaje ni se trató de una película.

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