La ingenuidad de los pícaros - Julio Grondona (FOTO). No son pocos los que creen que el fútbol argentino comenzó a contaminarse en los últimos tiempos; sin embargo, la corrupción data de varias décadas atrás. Los ejemplos.
Alejandro Fabbri
Se sorprenden. Dicen que “no puede ser” o agregan “no voy a mirar más fútbol”, pero enseguida cierran la boca para no aumentar el ridículo. No son pocos los que creen que nuestro máximo deporte empezó a contaminarse en los últimos tiempos porque se presiona a los árbitros, la televisión y los cronistas meten sus narices y ojos electrónicos en lugares nunca permitidos y encima, ahora están los yanquis detrás de las investigaciones para descubrir a los ladrones de guante blanco que, de tanta impunidad, dejaron marcas en todos lados.
Son los mismos que aseguran que no conocieron historias de corrupción en el fútbol, que existe un orden natural por lo que los campeones siempre tienen que ser más o menos los mismos clubes, que no se puede dudar de la moralidad de los jueces, que el ojo de halcón o los adelantos para verificar si una pelota entró o no en el arco no es una mejora porque en el fútbol hay que convivir con el error y podríamos seguir la lista. Son los conservadores del fútbol, adoradores de los poderosos, que ven mal cualquier intento de democratización en los reglamentos y en la modernización en la manera de aplicarlos.
Está claro que corrupción hubo siempre o casi siempre. Que no nació en 1931, cuando 18 clubes argentinos le dieron inicio al profesionalismo a cara descubierta, algo que se hacía violando las normas desde mediados de la segunda década del siglo XX. Fue justamente la bien llamada “Década Infame” la época en la que hubo mayor cantidad de sobornos comprobados. Fue 1940, cuando el profesionalismo cumplía 10 añitos, el año de mayor escándalo, porque se produjeron tres situaciones increíbles.
Banfield ganó el ascenso de 1939, pero fue denunciado por intentar sobornar a varios futbolistas de Barracas Central, en el torneo de Primera B. La AFA aceptó la acusación, se comprobó la veracidad de la denuncia porque los jugadores barraqueños lo contaron en el Tribunal de Penas y se procedió a suspender a Banfield en las primeras cinco jornadas de 1940. O sea, que debutó en la sexta fecha y perdió los puntos en las cinco primeras.
En ese campeonato se programaron dos descensos, el promedio no existía ni en la mente del más afiebrado. Último y penúltimo, a jugar los sábados. El primero que descendió fue Chacarita Juniors, porque venía mal encaminado en el torneo y encima sus dirigentes no tuvieron mejor idea que contactar a Aldo Ramaciotti, arquero de Newell’s, para ofrecerle un dinero si se dejaba hacer algunos goles.
Ramaciotti citó a los representantes de Chacarita en el bar de su hermano, ubicado en la pequeña ciudad de Arroyo Seco, muy cercana a Rosario. Allí los esperó en soledad, aunque había policías ubicados en el mismo recinto y la dirigencia de Newell’s ya estaba avisada. El soborno no se concretó, el Tribunal de Penas investigó y lo comprobó, sancionando con una suspensión de 45 días al club que todavía no se había mudado a San Martín –estaba en Villa Crespo- y eso, unido a la mala campaña, lo condenó a la segunda categoría.
Si hubo un soborno denunciado y penado con Banfield, un intento de soborno también resuelto con seriedad, faltaba la gota que colmó el vaso de la credulidad. Cuando faltaba jugarse la última fecha, Atlanta le llevaba un punto a Vélez Sarsfield y entre los dos, uno debería descender. Los bohemios recibían al poderoso Independiente de Erico, Antonio Sastre y Vicente de la Mata, mientras que Vélez jugaba en el viejo Fortín contra San Lorenzo.
Aquel 22 de diciembre, los bohemios tuvieron su regalito de Navidad y Año Nuevo. Al término del primer tiempo iban ganando 6-0 a un desconocido Independiente, cuyos hinchas no paraban en la tribuna de insultar a sus propios jugadores. Tanto fue el batifondo que en el entretiempo algunas cosas hablaron entre los futbolistas y los rojos, en un ataque de realismo, metieron tres goles en los primeros ocho minutos del complemento. Después vino el gol de Reuben y el partido terminó 6-4 para Atlanta, mientras un Vélez destruido anímicamente por las noticias que llegaban desde Villa Crespo, cayó 2-0 ante San Lorenzo y se fue, por única vez en su historia, al descenso.
Charlando hace menos de una década con Carlos Lucho Sosa, famoso crack bohemio que años después se luciría en Boca y la Selección Nacional, me dijo que no convenía remover esas historias y que su declaración la pusiera en estos términos: “Nosotros hicimos el mejor partido de la temporada y ellos el peor…” Ni 65 años después accedió a blanquear lo sucedido.
¿Se puede esperar alguna otra cosa hoy? Mmm, difícil. Todo siguió ocurriendo, quizá no a la vista de todos como en aquellos tiempos, pero siempre sigue siendo más de lo mismo. Algo que creció porque el dinero es muchísimo más en el fútbol de hoy y por conveniencias políticas, empresariales o simplemente deportivas. Eso sí: ningún equipo de los más grandes fue acusado jamás de un intento de soborno o de un acto de corrupción semejante. A tono, en todo caso, con lo que siempre afirman que nada pasó y la inmoralidad en el fútbol no existe.
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