Asocación Argentina de Polo - La AAP nació el 14 de septiembre de 1922 en favor de una actividad que honra a toda la ciudadanía deportiva, por ser este deporte: “de la destreza, del riesgo y el ímpetu”, el mejor que nos representa en los campos locales e internacionales, teniendo en cuenta el acopio de certámenes y títulos que sus equipos e individualmente sus jugadores, han logrado desde su fundación.
Lo certifica fehacientemente ese año, el logro de los abiertos de Inglaterra y los EEUU, en sus propios reductos, en una doble hazaña mundial nunca superada, que fuera conformada por una selección argentina en su primera gira al exterior, integrada por Juan B. Miles, Juan D. Nelson, David B. Miles y Luis L. Lacey, hasta ese momento prácticamente desconocidos en el orden internacional, enviados por la Federación Nacional de Polo con el invalorable apoyo del siempre solidario Jockey Club de Buenos Aires. Entonces no hubo más excusas para la separación de esta entidad (fundada en 1921) y la River Plate Polo Association (1892) y la fusión entre ambas fue inevitable: allí nació ese 14 de septiembre de 1922, la Asociación Argentina de Polo, el mismo día que se realizaba la apertura del Campeonato Argentino Abierto de ese año en el Hurlingham Club, entidad que fue sede de la asamblea constitutiva. Había dirigentes probos y visionarios en ambas orillas y costó poco unirlos. Los mismos que en 1927, junto a los de la Comisión del Caballo de Guerra, dispusieron la construcción de las dos famosas canchas 1 y 2 de Palermo, inauguradas en 1928 y convertida hoy en otro orgullo nacional: la Catedral del Polo, de Palermo.
Así la Argentina dio el primer paso para entrar, en el mapa mundial de este difícil y atrapante deporte y poco después, por imperio de la calidad excepcional de nuestros jugadores y caballos, quedó certificada por las conquistas de las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y en los de Berlín, en 1936 que en agosto de este 2009 se cumplieron 72 años de la hazaña.
En el mismo año 1936 también nacería una rotunda superioridad sobre los EEUU, al ganar en sólo dos partidos (no en tres como en los triunfos norteamericanos en 1928 y 1932, en los que fueron necesarios que se jugara un tercer encuentro) en la tercera versión de la Copa de las Américas cuya posesión, desde entonces, le corresponde a la Argentina sin solución de continuidad, siempre en dos partidos, al vencer de la cuarta a la séptima, en 1950, 1966, 1969 y 1979 en Buenos Aires y la octava y última en 1980 en San Antonio, Texas.
El prestigio del polo argentino se vio acrecentado y nunca desmentido, en el más alto handicap, gracias también a la ininterrumpida e impecable acción y guía dirigencial, con el triunfo en abril de 1949 en una serie mundial extra en EEUU. Cinco meses después el único Campeonato Mundial de alto handicap en octubre en Buenos Aires y el Primer Campeonato Panamericano de 1951. Ello sin contar todos los triunfos logrados en Inglaterra, a nivel de selección o por equipos con cuatro jugadores argentinos, por The Coronation Cup o los restantes “Open” de esas dos potencias mundiales, en varias oportunidades para fundamentar nuestra nunca interrumpida supremacía mundial en el juego.
La “gran familia del polo” se ve nutrida anualmente con singulares torneos como lo son el Campeonato Nacional Intercircuitos con Handicap por la Copa “Republica Argentina”, el Campeonato Argentino Abierto Juvenil, los increíbles torneos de Potrillos y Potrillitos (ramificados en todo el país) y el intercolegial por la Copa Santa Paula, que luego llevan a sus protagonistas al máximo torneo mundial interclubes, el Campeonato Argentino Abierto de Palermo, que además pone el broche de oro a la disputa de la honorífica y única Triple Corona del polo argentino, que integran también los abiertos del Tortugas Country Club y el del Hurlingham Club.
Conducida por hombres del polo, que antes que dirigentes han sido jugadores y antes que jugadores son amigos, la Asociación procuró – y siempre lo logró - pasar enhiesta por sobre el oleaje que produjeron diferencias de posiciones, lógicas en el devenir humano. Por ello, el ansia de superación no se detiene. Así lo demuestran todas las ampliaciones y mejoras realizadas en esa esplendida “Catedral”, como las realizadas en la hoy imponente senda peatonal y la provisión de cómodos asientos a la lujosa tribuna central Dorrego y en forma fundamental por los implantes de Tifton, que conforman magníficas carpetas verdes a las famosas canchas 1 y 2 de Palermo, además de todas las mejoras introducidas en el famoso predio de canchas de Pilar, recientemente bautizada con el nombre de Alfredo Lalor, principal gestor del mayor patrimonio que la AAP posee en la actualidad.
Dura es la misión de controlar algo al que se llegó a niveles superlativos, puesto que no sólo hay que mantener ese nivel sino que, en la medida de lo posible, se debe mejorar. Esa es la tarea que hoy afronta la entidad madre del polo en nuestro país: conservar intacta la superioridad argentina y acrecentarla.
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