Un campeón de la gente y para la gente - Vivimos en unos tiempos difíciles, llenos de miedos e incertidumbres, desconfiando de todo y de todos y poniendo al santo junto al demonio en una estantería común. Pero de tanto en tanto surgen pequeños milagros, destellos de luz que hacen que veamos un poco más allá en las tinieblas. Algunas veces surgen personas que levantan la cabeza y miran por sobre encima del resto, que por no tener nada, no tiene nada que perder y todo por ganar, y van por ello. Cada tantos años nacen personas capaces de mirar a los ojos y decir la verdad, aunque duela.
El deporte, como lo hacían los guerreros en la antigüedad, trae a la gente común, esa que se aferra a pequeñas seguridades y no levanta la cabeza de esos micro-cosmos de rutinas, historia de voluntad, de fe, de esfuerzo, y hasta de logros, para alimentar la épica popular. Esas historias que los periodistas tratamos de tomar casi con obsesión y que a todos nos llenan de esperanzas y alegría.
En Mendoza, comenzó a surgir una figura, que llena de confianza y optimismo, inició un proceso de seducción que fue sumando cada vez más adeptos. Bastó con escuchar a esta figura para encolumnarse detrás de el y corear su nombre, aún cuando solo era un pibe que boxeaba en humildes festivales de boxeo. Allí donde había incertidumbre, él arremetió con certezas. Donde muchos callaban, el llenó de palabras. Sin miedos lanzó desafíos y se armó solo con su contracción al trabajo, al sacrificio y al esfuerzo. Fue una de esas excepciones que toman al toro por las astas y que hacen del dicho criollo su lema: “Sostengo con el cuero lo que digo con el pico”.
El público comenzó a acompañarlo y este pequeño héroe les brindo triunfos.
Se autoproclamó “Campeón de la Gente” y la gente le dijo si. Prometió ser campeón, y transitando el difícil camino de subir y perseguir su sueño, sorteó los obstáculos de intereses mezquinos y rivales que huían, y cumplió.
En la noche del lunes, Gumersindo Carrasco cristalizó el primer peldaño de una carrera que según él, será mucho más larga y productiva. En el auditorio Angel Bustelo, El Gumer se recibió de ídolo. Junto a un cuadrilátero mendocino, el público vibró y lloró de emoción. Lo que venga después no importa. Hoy todos tienen un campeón, y lo aman.
El deporte, como lo hacían los guerreros en la antigüedad, trae a la gente común, esa que se aferra a pequeñas seguridades y no levanta la cabeza de esos micro-cosmos de rutinas, historia de voluntad, de fe, de esfuerzo, y hasta de logros, para alimentar la épica popular. Esas historias que los periodistas tratamos de tomar casi con obsesión y que a todos nos llenan de esperanzas y alegría.
En Mendoza, comenzó a surgir una figura, que llena de confianza y optimismo, inició un proceso de seducción que fue sumando cada vez más adeptos. Bastó con escuchar a esta figura para encolumnarse detrás de el y corear su nombre, aún cuando solo era un pibe que boxeaba en humildes festivales de boxeo. Allí donde había incertidumbre, él arremetió con certezas. Donde muchos callaban, el llenó de palabras. Sin miedos lanzó desafíos y se armó solo con su contracción al trabajo, al sacrificio y al esfuerzo. Fue una de esas excepciones que toman al toro por las astas y que hacen del dicho criollo su lema: “Sostengo con el cuero lo que digo con el pico”.
El público comenzó a acompañarlo y este pequeño héroe les brindo triunfos.
Se autoproclamó “Campeón de la Gente” y la gente le dijo si. Prometió ser campeón, y transitando el difícil camino de subir y perseguir su sueño, sorteó los obstáculos de intereses mezquinos y rivales que huían, y cumplió.
En la noche del lunes, Gumersindo Carrasco cristalizó el primer peldaño de una carrera que según él, será mucho más larga y productiva. En el auditorio Angel Bustelo, El Gumer se recibió de ídolo. Junto a un cuadrilátero mendocino, el público vibró y lloró de emoción. Lo que venga después no importa. Hoy todos tienen un campeón, y lo aman.
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