El lugar donde cantan los vientos - La vida en las grandes ciudades a veces puede ser algo abrumadora. Muchas veces nos planteamos en nuestra cabeza algún tipo de cambio, ya sea físico, como mudarnos de lugar, o mental, algún cambio de actitud en nuestra vida.
En mi caso fue un poco de ambos, pero haciendo hincapié en querer escapar del caos de la ciudad, de estar un tiempo en un lugar más tranquilo, más conectado con la naturaleza.
Fue así como surge la idea de vivir un tiempo en la Patagonia, lugar que pude comenzar a explorar dos años atrás cuando viajé a Bariloche y El Bolsón, hermosos destinos para los amantes del trekking, famosos por sus bosques, lagos y refugios de montaña. Pero esta vez tenía en mente ir un poco más al sur, bastante más al sur en realidad.
El Chaltén rondaba en mi cabeza hacía ya un año, ya sea por ser uno de los destinos más frecuentados por montañeros, o por comentarios de amigos que habían tenido la posibilidad de estar allá y quedar alucinados por su belleza.
Pues bien, una mañana de Octubre de 2014 me desperté con el impulso de viajar, así que tras consultarlo brevemente con mi amiga Juliana, que estaba en El Chaltén para trabajar por la temporada, me decidí a comprar el ticket de avión Buenos Aires-El Calafate, para luego llegar a Chaltén por tierra, haciendo “hitchhiking” y comprobando en primera persona eso que decían del viento patagónico… Y allí estaba yo, dejando la ciudad atrás para vivir unos meses en el apacible pueblito montañés.
El nombre Chaltén proviene del aonikenk o lengua tehuelche y significa “montaña humeante”, haciendo referencia a la forma en que las nubes rodean y cubren la mayor parte del tiempo el famoso cerro, también conocido con el nombre de Fitz Roy.
El pueblo está ubicado dentro del Parque Nacional Los Glaciares, al oeste de la provincia de Santa Cruz, en Argentina. Actualmente la población estimada ronda los 2 mil habitantes, número que se eleva considerablemente en los meses de Diciembre, Enero y Febrero, debido al turismo proveniente de todas partes del mundo, y que decae bastante en Junio, Julio y Agosto por el clima invernal y el receso escolar.
Se lo considera un pueblo joven, ya que fue fundado recién en 1985, y en el censo de 1991 contaba tan solo con 41 habitantes. Uno de los mayores atractivos de El Chaltén radica en su versatibilidad para con los diferentes públicos, siempre que estén atraídos por la naturaleza, claro está. En un extremo tenemos a los escaladores de élite que vienen a conquistar las cumbres del Torre o Fitz, y por otro lado a familias que disfrutan de caminatas cortas por el bosque. Todos son bienvenidos. Volviendo a mi experiencia personal, El Chaltén me permitió estar en contacto con la naturaleza a diario.
Viviendo en un hostel, “Lo de Trivi”, donde teníamos de mascota a un carnero de nombre “Manolo”, conocí gente proveniente de diferentes países, con muchos de los cuales entablé una hermosa amistad. A mediados de Abril vino a visitarme una amiga de Buenos Aires, Jessica, con quien había compartido algunas salidas a las montañas mendocinas. Ella se quedaba en el pueblo poco más de una semana, así que la idea era aprovechar al máximo cada día. El plan inicial era ir conectando los diferentes senderos y dormir en carpa en los campamentos disponibles (Poincenot, Capri, De Agostini…), pero unas semanas de intensas lluvias, incluso de inundaciones históricas en la zona, nos hizo cambiar un poco las cosas, por lo que terminamos haciendo salidas cortas todos los días, conciliando el sueño en la comodidad del hostel.
Uno de mis senderos favoritos en El Chaltén es el de la Loma del Pliegue Tumbado, punto desde el cual se obtiene una de las mejores vistas de la zona, ya que lo hace a uno darse realmente cuenta del lugar maravilloso en el que se encuentra, y de lo pequeños que somos. Así que le comenté a Jess de ir allí, antes de su regreso a la ciudad. Partimos del hostel algo tarde, pasadas la 1 de la tarde, pero con suficiente tiempo como para llegar al mirador del Pliegue Tumbado, que se encuentra a poco más de 8 kilómetros del pueblo.
Ya a poco tiempo de comenzar tuvimos una hermosa vista de El Chaltén y del Valle del Río de las Vueltas, como así también pudimos apreciar en su totalidad el paredón del Cordón de los Cóndores, donde los escaladores principiantes suelen practicar sus primeros movimientos en la roca. En nuestra caminata también nos cruzamos con unas simpáticas vacas, que luego descubrimos estaban siendo arreadas por unos gauchos a caballo. A medida que nos fuimos adentrando en el ancestral bosque de ñire y lenga, vimos cómo los colores de otoño iban dejando lentamente lugar al invierno, que cada vez estaba más cerca.
Luego de aproximadamente 2 horas y media de caminata, salimos del bosque y nos encontramos a campo abierto, para encarar el último tramo del sendero hacia el mirador de la Loma del Pliegue Tumbado. Esta última parte del trek, puede llegar a tornarse complicada en caso de fuertes vientos, algo que como ya sabrán no es ajena la Patagonia. Caminamos bajo el sol, entre hilos de agua color plata, que venían desde más arriba, con el azul del cielo de fondo y el Cerro Chaltén que se iba perfilando a lo lejos. También pudimos apreciar la loma que da nombre al lugar. Le comento a Jess que aparentemente por lo que me han dicho los lugareños, en invierno la loma se convierte en un muy buen spot para realizar ski. A lo lejos vemos dos figuras moviéndose en lo que sería la cima de la loma.
Nosotros, más abajo, llegamos al mirador. Si bien hay algunas nubes que no dejan ver en su totalidad al Cerro Chaltén, el día es perfecto, nada de viento. Nos sentamos al lado de una gran piedra a comer algo, mientras contemplamos una de las vistas más impresionantes que se pueda tener en las cercanías de El Chaltén, y me atrevería a decir de toda la región patagónica. Desde aquí se puede apreciar parte del macizo del Fitz, el Cerro Torre, Glaciar Grande y Laguna Torre, el Cerro Solo, el río Fitz Roy… En fin, las palabras no alcanzan para describir tan bello lugar. Son más de las 4 de la tarde, tomo algunas fotos con mi cámara y emprendemos el camino de regreso.
Caminar hacia el pueblo atravesando aquellos milenarios bosques patagónicos, con los destellos dorados de los últimos rayos del sol, se convierten en uno de esos momentos que uno quiere atesorar en su mente por siempre. El Chaltén es de esos lugares mágicos a los que uno siempre espera volver…
Sebastián Giannone
Fotógrafo y escritor independiente, con un profundo respeto hacia la naturaleza, y un marcado interés en mostrar aquellos lugares que invitan a la aventura. Inquieto y ávido de nuevas experiencias, siempre en búsqueda de aquella foto que pueda transmitir la ola de sentimientos que se despiertan al estar en un entorno natural.
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