Dios los cría - Se formó la ABA (Asociación de Boxeo Argentino) presidida por el púgil Alejandro Falliga. ¿Era necesaria? ¿Qué persigue? A este ritmo, y con la venia de los organismos que debieran regular la creación y función de tales entidades, en poco tiempo proliferarán. ¿Qué aporta en cualquier deporte la existencia de más de una entidad que cumpla tareas federativas? Hubo antecedentes.
Néstor Fabián, con el boxeo en la sangre y el tango en la voz
Hasta hace poco, la WPC (Comisión Mundial de Pugilismo) era la única entidad que –en forma emergente y sin predicamento- osaba manchar el ordenamiento federativo del boxeo argentino que desde hace casi un siglo rige la FAB, pretendiendo tomarse tales facultades sólo con una pre-aprobación en la IGJ (Inspección General de Justicia), aunque bajo otro nombre: Comisión Mundial de Boxeo.
Como si dos fueran pocas, este finde se agregó una más: la ABA, Asociación de Boxeo Argentino.
Su presidente es el ¿ex? boxeador profesional Alejandro Falliga, de 34 años, que osciló hasta hace poco entre los superwelters y medianos del país manejado por Osvaldo Rivero, y quien desde hará unos 5 ó 6 años ya no quería que peleara más porque temía por su salud en la alta competencia.
Pero “El Flaco” Falliga a partir de 2013 -cuando perdió su última pelea por KO 5 ante Patrick Teixeira en Brasil-, se “independizó” y se fue a pelear para la WPC, donde hizo 7 combates, con 6 victorias –todas por KO- y 1 empate.
De allí proviene ahora el Flaco. Se ve que “vio el negocio” y se quiso independizar también de la WPC, supuestamente con mejores intenciones, aunque con objetivos más “laborales” que deportivos y sin enfrentarse con nadie
No sería de extrañar a cómo viene la mano que en poco tiempo más sean 5 ó 6 las Federaciones que rijan el boxeo argentino: una comandada por La Locomotora Oliveras (ya tiene su “Team”), otra por el CMB con la “Superliga” -acá en el país representada por Marcos Arienti-, que en principio se autodefine como amateur pero con reglamento propio, capacidad para otorgar licencias y formar a sus propias autoridades -cosa que empezó a hacer dictando un curso el último sábado-, y vaya a saberse cuántas otras más, siempre con boxeadores outsiders, o algún abogado y/o profesional con aspiraciones dirigenciales no resueltas.
Habrá que analizar alguna vez por qué en el boxeo tienden a proliferar entidades como en ningún otro deporte. Sin ir más lejos, debe ser el único en que a nivel mundial rige más de un organismo, y no son 2, sino 4 (AMB, CMB, FIB y OMB). Siempre respondiendo a los mismos móviles: el negocio.
Falliga también apunta a eso, y lo dice claramente cuando habla de que “hay trabajo para todos” y hace foco en que hay algunos que pelean poco, o no pelean, pero tienen los mismos derechos que los demás. ¿No alcanzaría con ser promotor para eso en vez de crear una Asociación?
Ahora bien: los buenos, o mejorcitos, suelen quejarse de que ganan una miseria. Los promotores y dirigentes de elite, de que el boxeo no es negocio, que no hay sponsors, que es caro organizar, que no hay plata para mejorar bolsas, etc. ¿Dónde estará entonces el negocio de la ABA, si encima se nutrirá de los peorcitos, o de los que quedan afuera, sin contar con la TV, sin sponsors, con la poca gente que acudiría a los estadios –ni a las peleas serias van a veces- y casi sin apoyo a nivel prensa?
Fácil: en la política.
Solamente con apoyo político alguien puede atreverse a tamaña aventura pretendiendo mejorar lo actual. Es más; se decía en un momento que tendría reconocimiento sólo en la Provincia de Buenos Aires a través de la Dirección Provincial de Personas Jurídicas, pero el propio Falliga dice tenerla a nivel nacional, porque poseen Personería Jurídica (NdeR: 7:40 de la nota con “La Sal del Boxeo”).
El sábado pasado ya hubo una primera velada de la ABA en el club Cires Norte de Olivos, y uno se pregunta con qué reglamento se llevó a cabo, ya que es evidente que no poseen.
Las intenciones de Falliga son buenas, pero el infierno está lleno de buenas intenciones.
Ya anteriormente, en la década del ’90, el ex púgil Eduardo Palombo fue el primero que empezó con esta idea de la creación de nuevas entidades, formando la CABP (Consejo Argentino de Boxeo Profesional), predecesora infructuosa de la WPC.
La historia también guarda ejemplos de estériles ligas de boxeadores que quisieron revelarse en su momento contra el monopolio del Luna Park, y nunca pudieron. Al igual que ahora, fue siempre por razones económicas, y reclamos de mejores condiciones.
Una se dio en 1939, encabezada por el preliminarista Carlos Alonso. Otra en 1948, presidida por el destacado Mario Díaz, que formó la ABP (Asociación Boxística Profesional) a la que se plegaron varios púgiles, y hasta hicieron pelear al Zurdo Lausse (sin pagarle lo prometido).
Ya anteriormente, en la década del '90, el ex púgil Eduardo Palombo fue el primero que empezó con esta idea de la creación de nuevas entidades, formando la CABP (Consejo Argentino de Boxeo Profesional), predecesora infructuosa de la WPC.
Pero Mario Díaz, que tenía los mismos principios que Palombo y Falliga –NdR: “Iniciar una época en el box argentino no solo desde el punto de vista económico y deportivo, sino también bajo su faz moral”-, y que además de presidente de la APB seguía boxeando, peleó poco después contra Fulgencio Stiglich, un púgil al que meses antes, el Dr. Pascual Grieco le había cancelado la licencia por “incoordinación neuromuscular”.
Díaz, conociendo el tema, lo peleó igual y lo venció por abandono en el 6º round.
La FAB, que era una entidad de segundo orden por entonces, apoyó esa iniciativa antimonopólica que ahora padece. Eterna historia paradojal del mundo, en especial del boxeo.
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