Lucas Ezequiel Trecarichi Loiácono - La historia de Lucas Trecarichi es la representación cabal de la Argentina post derrumbe. Una historia que tiene nombre y apellido, pero que bien podría ser la de cualquiera de esos tantos chicos que, en medio de un país en ruinas, apenas entrados en la adolescencia y a los apurones, tuvieron que armar las valijas para subirse a un avión en busca de un futuro mejor y hacerse hombres a miles de kilómetros de casa.
Si hasta 2004 o 2005 cada aparición rutilante del fútbol argentino tuvo que convivir con el pesado mote de ser el “nuevo Maradona”, un pibito rosarino que por aquel entonces aparecía en la Primera del Barcelona había llegado para ser la salvación. Trecarichi gambeteó el karma de ser comparado con Diego Armando Maradona, pero no pudo hacer nada para evitar ser el primer “nuevo Messi”.
Nacido en la localidad bonaerense de Beccar el 12 de febrero de 1991, Lucas, bostero desde la cuna, jugaba desde los 6 años en las infantiles de… River Plate. “¿Sabés que siempre he jugado en River pero de toda la vida he sido hincha de Boca? Lo curioso es que la mayoría de las veces que jugaba contra Boca metía un gol. Un día por poco me equivoco y casi beso la camiseta de River”, bromeaba.
Al igual que Lionel, casi cuatro años mayor, era zurdo y no llegaba al metro y medio, pero con la pelota en los pies era imparable. A los 13, este mediapunta (eventualmente volante por los costados) diminuto, admirador de Maradona y Riquelme, fue elegido el mejor jugador del Mundialito Sub 15 en Francia.
Sin embargo, a fines de 2004, el Millonario lo dejó libre. Lo querían Boca Juniors y dos clubes españoles: Barcelona y Leganés. Este último lo probó en enero de 2005 y dos meses más tarde le hizo un contrato por nueve temporadas.
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“¿Por qué elegimos el Leganés? Porque nos garantizaban que el niño iba a estar cerca de su familia y nos han dado, además, un piso, boletos para viajar a Argentina y a mí un trabajo en mantenimiento de piscinas”, comentaba su padre, Fabián Trecarichi. Cualquier similitud con la llegada de Messi al Barcelona no es pura coincidencia.
A los 14 años, el argentino era el pibe mimado del Leganés. Tenía una cláusula de rescisión de tres millones de euros, que pasaría a seis cuando cumpliera los 17, cada tanto entrenaba con la Primera y a veces hasta iba al banco de suplentes. “Hasta los 16, tendrá un contrato de jugador aficionado; luego pasará a ser profesional”, explicaba Rubén Fernández, presidente del club pepinero.
“Que me comparen con Messi es mucho. Ojalá llegue a ser como él, pero yo quiero ser Lucas, porque el juego de Messi no lo va a igualar nadie”, decía el pibito, que también hacía oídos sordos a los sondeos del Real Madrid, Barcelona, Villarreal, Inter y de la propia selección juvenil española, que quería tenerlo en sus filas: “Les agradecí mucho por la propuesta, pero no voy ni loco: yo soy argentino y sólo quiero jugar para la selección de mi país. Es mi sueño”.
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En 2007, al mismo tiempo que despuntaba en la selección argentina Sub 17, el Arsenal inglés y el Inter italiano fueron a la carga por su pase. Incluso, pasó una semana a prueba en el neroazzurro: “Estuve tomando mate con Hernán Crespo, Javier Zanetti, Luis Figo y Adriano”, expresaba orgulloso. Sin embargo, terminó en la filial del Sevilla (2007 a 2009), donde comenzó el espiral descendente, convirtiéndose lentamente en el nuevo Cristian Colusso.
En su primera temporada en el equipo que también integraban Diego Perotti y Emiliano Armenteros, apenas disputó 58 minutos diseminados en 3 partidos. El balance, claramente, fue negativo: “Espero que este año sea muy diferente. Me merezco jugar más. Tanto tiempo de trabajo debe dar sus frutos. Espero recibir lo que me merezco: jugar”. Cuando le preguntaron si lo había perjudicado la comparación prematura con la figura del Barcelona respondió: “En un sentido sí. Yo no juego como él y, además, Messi sólo hay uno. Los aficionados se formaron una imagen de mí que nada tenía que ver con la realidad. Quiero crear mi propia imagen. Me perjudicó. El tiempo, afortunadamente, borró esa comparación y me quité un peso pesado de encima”.
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La situación no cambiaría en su segundo año, cuando sumó algo más de 100 minutos en 6 encuentros. “En su día se me comparó con los futbolistas más grandes. Fue como un boom, hacía entrevistas, me llamaban de todos lados y parecía que ya lo tenía todo hecho”, relataba decepcionado. “Me comentaron que este año iba a jugar más. Se me hace difícil…”. Para colmo, la campaña del Sevilla Atlético fue tan mala que descendió a tercera división.
En 2009, Sergio Batista lo convocó para disputar el torneo juvenil Esperanzas de Toulon con la selección Sub 21. Allí compartió plantel con otras promesas del fútbol mundial como su compañero Diego Perotti, Germán Pacheco (Atlético de Madrid), Gerardo Bruna (Liverpool), Diego Buonanotte (River) y Ever Banega (Atlético de Madrid), entre otros. Argentina finalizó en el tercer lugar y Trecarichi se anotó con un golazo clave ante Emiratos Árabes en la primera fase.
Con pocas oportunidades de actuar en el conjunto español, Lucas no dudó demasiado cuando Ángel Cappa lo fue a buscar (al igual que a Germán Pacheco) y lo engatusó con su propuesta del tiki-tiki de Huracán (2009), que venía de ser subcampeón en el Clausura. Así, Trecarichi se convirtió en el sexto refuerzo del Globo, que ya había sumado a Federico Laurito, Nicolás Trecco, Rodrigo Malbernat, Nicolás De Bruno y al uruguayo Diego Rodríguez Da Luz. Un container de estrellas.
“Los chicos que estuvieron el campeonato pasado hicieron una gran campaña. Pero la gente tiene que entender que ya no están y apoyarnos a nosotros, que vamos a hacer lo mejor posible para que lo olviden rápidamente a Javier Pastore y a Matías Defederico”, pedía Luquitas, que había llegado para reemplazar a Pastore. “Pienso que con el correr del campeonato vamos a ir jugando como pretende el técnico y todos nosotros. Y de a poco se va a ver el equipo que quiere. Tenemos todo un torneo para aprender y crecer”.
Debutó oficialmente en la tercera fecha del Apertura, el 3 de septiembre, en el estadio Tomás Adolfo Ducó, en la derrota por 2 a 0 ante Atlético Tucumán, cuando ingresó por el Rengo Rodrigo Díaz a los 30 minutos de la segunda mitad. En total, sumó 11 presentaciones, despidiéndose en el clásico ante San Lorenzo por la fecha 15 (derrota por 2 a0 ). En apenas 5 encuentros fue titular y se fue reemplazado en todos. Como era de esperarse, el andar del equipo de Parque Patricios no volvería a ser el mismo del semestre anterior: el Quemero acumuló malos resultados y acabó penúltimo, tres puntos por encima de Tigre.
Fue casualmente ante el Matador de Victoria, por la octava fecha, que Trecarichi marcó su único gol en el Globito (el 1 a 0 de un match que terminó 2 a 2). “Huracán me hizo sumar mucha experiencia que en ese momento necesitaba, ya que sólo tenía 18 años. Me sirvió mucho. Lo único que lamento es no haberme podido quedar más”, declaró tiempo después.
De nuevo en España, el derrotero continuó por la Sociedad Deportiva Ponferradina (2010), donde llegó recomendado por Cappa y jugó nada más que 6 partidos. Al menos, se dio el gusto de ascender a la segunda categoría. Desvinculado del Sevilla, armó nuevamente las valijas y partió a Bulgaria para sumarse al CSKA Sofia (2010/11), uno de los más grandes de ese país, con el que disputó la Europa League, pero del que se fue por falta de pago.
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Sobre el cierre del libro de pases del verano de 2012, tras varios meses de inactividad, se incorporó a la filial del siempre turbio Unión San Felipe de la segunda división de Chile. “Chile es un país con un torneo competitivo, se parece a Argentina. Estoy cómodo, no me puedo quejar. Todo ha sido muy bueno hasta ahora, me han cumplido todo. Estoy contento”, expresaba a su llegada.
El debut en el conjunto trasandino no podría haber sido mejor: marcó dos goles en la victoria por 4 a 2 ante Deportes Copiapó. Pese al arranque prometedor, después se pinchó y en julio quedó libre.
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A fines de 2012 tenía todo arreglado para sumarse al Guaraní de Juazeiro, de la primera división cearense, en el nordeste de Brasil. Incluso, en enero de 2013, llegó a descender de un helicóptero para ser presentado como una estrella en pleno estadio Romeirão, en la previa del clásico ante Icasa. Sin embargo, la documentación nunca apareció, los brasileños se cansaron de esperar y Trecarichi se marchó sin jugar. Baldosero 100%. Terminó defendiendo los colores del Kallithea FC (2013), de la segunda división griega.
“Los griegos son muy de ellos, y a veces no saben que hay otras cosas más allá de su cultura. Fue por eso que los tuve que contagiar de cumbia, milanesas y bromas bien al estilo de casa”, contaba al diario Olé. Desconocemos si fue la cumbia en el vestuario, las milangas o las bromas de mal gusto, pero unos meses más tarde, otra vez, lo dejaron libre.
Recién volvimos a tener noticias suyas a comienzos de 2014, cuando lo encontramos deambulando por la cancha con la camiseta del FC Jūrmala de la primera división de ¡Letonia!, rodeado de otros argentinos como el ex Gimnasia LP Daniel Romero, Nicolás Abot, Benito Montalvo, Nahuel Guerrero, Kevin Gissi y Orlando Bordón.
En 2015, cansado de dar vueltas alrededor del mundo, comenzó a preparar el retorno a casa. Un semestre en el Deportivo Petapa de Guatemala, con el que apenas disputó 10 partidos y marcó un gol, fue la escala para su regreso ¿triunfal? al fútbol local.
Hace algunas semanas, en busca de continuidad y felicidad, se convirtió en uno de los principales refuerzos de San Martín de Burzaco, de la Primera C, donde se reencontrará con el ex Boca y Huracán Pablo Jerez y donde también, probablemente, escuchará una de las canciones más bonitas del amplio inventario de nuestro ascenso hecha remera.
Publicado el 15/02/2016 por Keyser Soze Estándar
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