El físico como culto: anatomía de una perfeccionista - Lucrecia Tolkachier. Es una de las fisicoculturistas más importantes de Argentina, y una de las que tienen chances de llegar al máximo nivel mundial. Come siete veces al día, hace un culto a sus músculos y sueña con ser profesional.
Ver a Lucrecia Tolkachier en persona es un impactante ejercicio práctico de anatomía. Su cuerpo es un catálogo de músculos desconocidos para la mayoría de las personas. Como con el lenguaje, donde existen miles de palabras pero apenas usamos y conocemos unas pocas; el fisicoculturismo revela la complejidad del ser humano, que posee unos 650 músculos sobre los que el común de los mortales apenas tenemos noticias.
Lucrecia le dedica su vida a los músculos. Es una de las body fitness (una fisicoculturista menos explosiva) más importantes del país y este año obtuvo el primer puesto en el Campeonato Sudamericano de Colombia luego de ganar el título Argentino Absoluto. Y un segundo puesto en Columbus, Ohio, en Estados Unidos. No tan alta (categoría hasta 1,68), la rubia rompe la monotonía visual por donde vaya.
Por momentos, se mueve como un robot sofisticado, como si fuera un aparato de alta tecnología. Al fin de cuentas, somos eso, aunque en versiones de base. Ella es algo así como el modelo “full-full” de un cuerpo. No puede ocultar una espalda exuberante aunque las piernas son dos columnas del Partenón.
“Tengo amigas que adoptaron este estilo de vida y construyen su cuerpo día a día, y tengo otras a las que les encanta lo que hago pero se reconocen incapaces de lograrlo. Ser tan estricta con la alimentación y el entrenamiento es sólo para personas que tienen definido su objetivo. Si no, es muy difícil”, reconoce.
Habla de disciplina. Férrea. Los mitos sobre una conducta obsesiva suelen ser verdaderos: para tener un físico exorbitante es necesario llevarlo a su límite. “Lo más difícil para conseguir un cuerpo bien magro es la conducta al comer. Y después, el ajuste de alimentación, que se hace a medida que se aproxima la fecha del torneo, dependiendo de cómo te veas. En algún momento estuve un tiempo sin comer hidratos de carbono. Fue porque comencé tarde la dieta para llegar óptima a la fecha del evento”, reconoce Lucrecia. Nada de cereales, ni leche, ni azúcar, ni frutas. Para ser perfecta.
Los culturistas son máquinas de comer, levantar cientos de kilos en el gimnasio, y dormir. Pueden hacerlo durante días repitiendo un plan sistemático. Es una manera de vivir.
“Hago siete comidas por día y cada ingesta contiene proteínas (ya sea animal o en polvos). En la semana de competencia suprimo los entrenamientos y sólo trato de descansar: sí o sí dormir entre 7 u 8 horas por noche”, explica. ¿Un cuerpo perfecto con hambre? Para nada. Se come cada tres horas, sin falta: desayuno, media mañana, almuerzo, media tarde, merienda, cena y un batido proteico antes de dormir.
“Una vez que pasa el evento me tomo una semanita de descanso, sin contar comidas. Me doy mis permitidos en cuanto a la alimentación, pero sigo entrenando de una forma global y con baja intensidad para liberarme de la rutina y estar descansada y recuperada para comenzar una nueva preparación”.
El mundo del fisicoculturismo también tiene secretos. Hay un bagaje inexpugnable del que cada uno es dueño. En el caso de Lucrecia, ella advierte que habla por su cuerpo, su conducta y su forma de prepararse. Por nadie más. Mucho se dice, por ejemplo, del caso del agua; un tema esencial a la hora de hacer del físico una pintura hiperrealista. “Yo sí tomo agua. Jamás dejó de hidratarme. La consumo baja en sodio”, responde sin soltar una sola palabra más sobre la cuestión. “Y hablo por lo que yo hago”, remarca. ¿Por qué? Porque hay deportistas que bajan su nivel de hidratación la semana del torneo hasta lograr que la deshidratación haga del cuerpo piel y músculos.
Impactante
Lucrecia es una mujer impactante. En el primer golpe de vista cualquiera queda pegado a su cuerpo. Sin embargo, al mirarla un buen rato hay una sensación de pérdida. La nostalgia de un encanto que ya no está. Ella ha dejado atrás el detalle femenino de la sugerencia para convertirse en la portadora de una estructura monumental que amedrenta. Los glúteos se achatan, el estómago se convierte en un tablero y los cuádriceps se inflan hasta niveles de futbolista. Y sus manos. Herramientas de carga y descarga que delatan la furia del contacto con pesas y máquinas.
“Pero no me siento menos femenina por tener músculos”, aclara. “Los músculos no determinan la sexualidad”.
¿Complejos? Ninguno. “Tener un cuerpo trabajado es un placer que se construye con esfuerzo, perseverancia y dedicación. No lo llamaría jamás sacrificio porque es un gusto entrenar cada día y alimentarme como corresponde. Entrenarme, tratando de llegar a un equilibrio muscular, para mí es un placer”, advierte la chica que nació en Oncativo y hoy vive entre Córdoba y Miami.
Ser un fisicoculturista es una elección que se desarrolla mayormente en el gimnasio y la cocina (son una Wikipedia humana de los alimentos) con el fin de obtener una musculatura fuerte y definida, así como mantener la mayor definición y simetría posible. “Adopté este estilo porque es una disciplina que mantiene mi cuerpo equilibrado, con buena salud y sobre todo fuerte”, reflexiona Lucrecia.
Lo demostró el pasado 16 de agosto, cuando se realizó en Córdoba el Campeonato Argentino de fisicoculturismo. Allí estuvo Tolkachier, compitiendo contra las mejores del país. En el estadio Corazón de María, de Alta Córdoba.
Una reunión de 300 Schwarzenegger del Tercer Mundo enfundados con joggins gigantes y riñoneras de todo tipo. Ahí “la Rusa” (así le dicen) les ganó a todas.
Su porte y su simetría (el culturismo busca las proporciones más exactas, por sobre otras cosas) la hicieron campeona. Un título que se definió sobre el escenario, pero que empezó a construirse detrás. Entre bambalinas, las mujeres y los varones se preparan como artefactos de vidriera. Bronceados a fuerza de varias pasadas de rodillo como en casa (con pinturas especiales, como la estadounidense Jan Tana, que tiene varios productos exfoliantes) todo es parte de la ceremonia previa. Ahí, los culturistas están como abstraídos del contexto; preparan sus músculos para exhibirse ante las luces. No les importa ser objeto de observación. Al fin de cuentas, trabajan para eso.
Lucracia Tolkachier, un culto al físico (Foto: Marcela Marbián).
Una vez arriba, son evaluados por los jurados. Que miran los cuerpos y analizan el tamaño, la forma y cuánto se parece el lado izquierdo al lado derecho de cada cuerpo. Y las proporciones simétricas de los miembros superiores con los inferiores.
“La simetría es lo más importante en un cuerpo”, explica Lucrecia. ¿Por qué? En el fisicoculturismo hay dos elementos clave: la proporción y la simetría. La proporción es el tamaño y forma de una parte del cuerpo. Buscar una línea equilibrada del cuerpo como viejas catedrales europeas, donde el equilibrio es arquitectónico. Aunque lo que natura no da, es muy difícil de conseguirlo en un gimnasio; pero no imposible. “Eso es genético. Hay mucho de lo que uno trae de nacimiento para tener un cuerpo proporcionado”, agrega.
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