
Bajo un diluvio, el delantero de Boca marcó a los 47 minutos del segundo tiempo para que la Argentina derrotara a Perú por 2 a 1; el seleccionado no jugó bien y definirá su clasificación el miércoles ante Uruguay, en Montevideo - El delantero Martín Palermo protagonizó anoche un capítulo más de su gloriosa historia futbolística, al marcar sobre la hora el gol del triunfo para la Selección Argentina sobre Perú. El atacante de Boca, cuya última participación oficial había sido en la Copa América de 1999, jugada en Paraguay, donde erró tres tiros penales en un mismo partido frente a Colombia, pero volvió al elenco nacional y se vistió de héroe, en una conquista que será comparada con la que Ricardo Gareca le convirtió al mismo rival en 1985. De todas maneras, aquella sirvió para ir al Mundial y ésta para seguir con vida en la competencia y dar otro paso hacia ese objetivo. Palermo había anotado los dos goles en el triunfo sobre Ghana, en un cotejo amistoso, y se perfilaba para ser titular frente a Perú, pero finalmente le ganó la pulseada Gonzalo Higuaín, el otro artillero de la noche. Entonces, Martín quedó entre los suplentes, sin saber lo que le iba a deparar el final del encuentro. Ya a la hora de dar las formaciones por altoparlantes, el delantero "xeneize" fue uno de los más ovacionados junto al mediocampista Javier Mascherano y durante el partido, cuando el equipo nacional carecía de presencia en el área, los hinchas empezaron a pedir por él. Entonces, el entrenador, Diego Maradona, decidió darle el gusto a la gente y lo mandó a la cancha en el inicio del segundo tiempo en lugar de Enzo Pérez. Palermo no tomó mucho contacto con la pelota y pese a meterle mucho empeño en cada intervención pasó desapercibido, hasta que llegó el momento de gloria. Perú igualó cuando faltaban segundos para el tiempo cumplido, pero Argentina fue a buscar la victoria en el descuento y finalmente la consiguió cuando el "Titán" fue a buscar por atrás algún balón que quedara dando vueltas y fue así que empujó a la red un envío de Federico Insúa. El enloquecido festejo se prolongó durante varios segundos y se extendió por todo el estadio, que no podía parar de celebrar, más allá de que el equipo jugó mal. Palermo le dio la victoria a la Selección y la dejó en zona de clasificación por el momento, pero este sábado quedará en el recuerdo del espigado atacante, quien después de una década tuvo su esperada revancha. "Gracias a Dios se dio el triunfo. Este gol es importantísimo para mí, es incomparable, es un momento único, porque era un balde de agua fría que estaba cayendo, pero por suerte se pudo terminar bien", señaló Martín en declaraciones formuladas a la prensa tras el partido. "Era mucha la emoción, muchas cosas que te pasan por la cabeza y lo disfrute con todos mis compañeros, el técnico y mi familia. Esto me sorprende día a día. Me pasaron muchas cosas y me siguen sorprendiendo tanto los momentos buenos como los malos. Espero que vengan más los buenos", Fuente: NA
Con un gol heroico de Palermo Argentina le ganó a Perú en el descuento San Palermo. En el descuento marcó el gol del triunfo y desató la locura.

La mitología del fútbol argentino relatará en el futuro que hubo una vez un Titán que protagonizó una novela épica, con algunos capítulos tristes y muchos alegres. Y también constará en ese relato, que este goleador de raras características y de insólitas virtudes, una noche de diluvio abrió las aguas como Moisés para que la selección de Maradona cruce el Río de La Plata y busque una clasificación que se hizo posible gracias a una conquista suya, conquista mucho más noble y digna que la que se recuerda mañana 12 de octubre, porque en esta que se escribió ayer el atacante no destruyó, todo lo contrario, resucitó una esperanza que se moría ahogada, pero cuando la angustia se hacía insoportable, apareció él: Martín Palermo, conocido también como el Loco, y metió a un país entero en la más linda de las locuras, porque una vez más mandó al fondo de la red a su gran amor y así la selección argentina pudo ganarle a Perú, sí al modesto Perú, sobre la hora para seguir en la difícil carrera de las eliminatorias. El partido en el Monumental se moría con un empate que habían logrado los valerosos incaicos en el penúltimo minuto reglamentario, dejando empapado de indignación a todo un pueblo que resistía con mucha bronca una ventaja mínima y que había mantenido a duras penas. El tiempo agregado se diluía con la lluvia, la cortina de agua ocultaba la vergüenza de ya no ser, cuando Di María cruzó la pelota sobre el área de Perú, por el otro lado apareció el Pocho Insúa que la metió cruzada al arco y allí apareció Palermo, siempre él, para empujarla al fondo del arco. Gol. En posición adelantada. Sí. Pero nadie se percató. Y el delirio mutó en alivio, en desahogo, en muchas sensaciones raras. Indescriptibles. Aunque todos saben que la alegría de ayer es preocupación hoy. Porque nadie puede garantizar si Dios es argentino. Y está claro que Maradona habrá parecido serlo cuando jugaba, pero está muy lejos de serlo cuando dirige.


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