miércoles, 1 de marzo de 2017

HORACIO ACCAVALLO UN 1° DE MARZO DE 1965

A 51 años de la epopeya del "Ciruja" Accavallo - El recuerdo del título mundial que consiguió el argentino y el desafío de transmitir la noticia a la distancia. Cuando el desconocido Telex ocupaba el lugar de Twitter
Por Cherquis Bialo 1 de marzo de 2017
Especial para Infobae

El mundo tenía sólo diez campeones mundiales de boxeo. Había diez categorías: desde Mosca hasta Pesado. Cada campeón sólo tenía diez retadores de todo el universo y estaba obligado a pelear en un plazo máximo de seis meses con quien resultara el numero uno del ranking. Antes de que se cumpla ese plazo, podía elegir a su retador entre los diez del escalafón.

También hubo casos en que el campeón mundial se negó a enfrentar al numero uno. En ese caso la World Boxing Association le quitaba la corona y designaba para llenar la vacante a ese numero uno y al numero dos.

Tal es el caso que evocamos hoy, 51 años después. El campeón mundial de peso mosca era Salvatore Burruni, de Cagliari, Italia. Pero en agosto de 1965 aceptó por 30.000 dólares venir al Luna Park para volver a enfrentar, sin exponer su titulo mundial, a Horacio Accavallo, campeón argentino, a quien había vencido en Cagliari en el 58' en fallo muy controversial.

Accavallo le dio una verdadera paliza ante la multitud vibrante, y esto le permitió saltar en el ranking desde el quinto hasta el segundo lugar. Burruni ni loco habría de pelear contra el argentino. Y prefirió darle una chance al australiano Rocky Galletari en noviembre del 65'. Obviamente le quitaron la corona. O sea que no había campeón mundial peso Mosca. Para llenar tal vacante, la WBA determinó que debían pelear el número uno, Hiroyuki Ebihara, y el numero dos, Horacio Accavallo.


Llegaron a Japón a comienzos de febrero de 1965. Lo acompañaban Tito Lectoure, empresario del Luna Park, su técnico Juan Aldrovandi, el médico, Dr. Luis Mancuso y su mánager Hector Vaccari. Accavallo fue el primer boxeador argentino con mánager. El mismo lo operó haciendo que Vaccari, dueño de la heladería Mickey de Mar del Plata y muchos años después intendente de Chivilcoy, le comprara su parte a José Ricardi, el maestro que lo hizo. Una parte fue para Ricardi y otra, "naturalmente", para él mismo Accavallo…

El ciruja de Villa Diamante, el lustrabotas de Lanús, el cartonero de Pompeya y Parque Patricios, el saltimbanqui y acróbata del Circo Sarrasani, el frustrado wing izquierdo de su amado Racing ("No quede en las inferiores porque decían que era chiquito"), el pibe del carro tirado por un caballo famélico y quejoso, acompañante en el pescante de su padre italiano que no quería saber nada con el boxeo: "Osté tiene que trabacar, ma que boxeo, ni boxeo, atorrante sé", había llegado a Tokio.

Viajar no era algo nuevo para él. Gran parte de su campaña la había hecho en Italia. Pero ahora no habría de subir al ring para comer; ahora tenía la enorme chance de pelear por el titulo mundial. Los 32 años anteriores podrían ser superados por el más bello y ansiado sueño, el de alcanzar el titulo mundial. Un solo argentino lo había logrado hasta ese momento: Pascualito Pérez en noviembre del '54 ante Yoshio Shirai. Misma ciudad, mismo estadio, Kuramae, mismo arbitro, Nick Pope, oficial de la marina norteamericana en funciones en Pearl Harbor.

Pero algo extraño habría de ocurrir. Cuando ya llevaban dos semanas en el Akasaka Priince Hotel y levantaban el ritmo de los entrenamientos con Ebihara en fotos, referencias y videos, el traductor Pablo Takahashi, peruano, empleado en la Embajada Argentina, les dijo que Ebihara se había lesionado en la mano y que no podría pelear.


Los llamados telefónicos a larga distancia desde Tokio no tenían demora. El problema era la diferencia horaria con Occidente: de 10 a 12 horas. Tito Lectoure habló a la WBA .Y la respuesta de su presidente, Emile Bruneau, fue bien pragmática: "Si se lesionó el uno (Ebihara), el dos ya está en Tokio y el 3 también es japonés, que peleen el dos – Accavallo– y el 3 Katsuyoshi Takayama. El ganador obligatoriamente tiene que darle la chance en su primera defensa a Ebihara. Y así fue. Memorable noche del Luna… (Quedara para otra nota).

Brillante faena la de Horacio ante Takayama. Su condición de zurdo le permitió comenzar a dominar el combate desde cuarto asalto con una extraordinaria labor en el quinto y desarrollar armoniosamente sus salidas laterales. Takayama – luego musa inspiradora de una publicidad que remataba con "Takayama mentiroso" – tenía verdaderas dificultades de traslado. Y aquella derecha en punta de Accávalo, eran como golpes de pistón acerado.

Lo más difícil seria la administración de energías. Horacio llegaba con muchas dificultades para dar el peso. Puesto que no podía ingerir líquidos empapaba un poco de algodón y se lo pasaba por los labios. A veces lo estrujaba en las encías para tener la sensación de la boca humedecida. Llego bien, pero con privaciones a los 50 kilos y 800 gramos (112 libras) que marcan el límite de la categoría.

Los últimos rounds fueron de coraje e inteligencia. El boxeo argentino no tuvo boxeadores más inteligentes que Accavallo. Sabía todo. Calculaba y administraba sobre sus fuerzas y las que les leía a los rivales. Y difícilmente tomaría riesgos absurdos. Por eso el último segmento, entre el 10 y el 15, fue una maravilla estratégica. Conocía los límites de las fuerzas y el riesgo. Y los jurados, al igual que el público, siempre quedaban observando a un púgil dinámico, contestatario, resuelto que en los primeros treinta segundos y en los últimos veinte de cada asalto, se mostraba entero, rítmico y veloz.


El triunfo por puntos, aún en fallo dividido (73-69 y 74-67, las dos tarjetas a su favor contra una tercera de 71-70 para Takayama), fue apoteótico. Lagrimas, euforia, gente en las calles en la mayoría de las grandes ciudades del país. Si, aquella mañana de hace 51 años marcaba un episodio de evocación imborrable. Era la época en que el deporte hacia simbiosis con la identidad. Accavallo, como Pascualito, como Fangio, como los Gálvez, como los campeones mundiales de básquetbol del '50, como Delfo Cabrera, como Juan Carlos Zabala (ambos ganadores de las maratones olímpicas del 48 y 32 respectivamente), como Don Roberto De Vicenzo, se unían a nuestro orgullo y aunque estuviéramos lejos en el tiempo y en el conocimiento, ellos eran argentinos. La gente los amaba. Y sus fotos grandes y coloreadas de El Grafico, de Mundo Deportivo o de Goles, no faltaban en las paredes de hogares, talleres o comercios, cual símbolo de bella gratitud. Millones de personas nacieron y murieron sin haberlos visto jamás. Pero transcurrieron sus vidas, amándolos.

La fiesta en la Embajada Argentina fue imborrable. Hubo empanadas, vino y una inolvidable guitarreada con Eduardo Falu quien se hallaba de gira.

A la mañana siguiente, ya en el aeropuerto de Haneda que aún existe aunque Narita es el de mayor importancia, Accavallo, Lectoure, Vaccari, Aldrovandi y el doctor Mancuso con los inmensos trofeos a cuestas, el sueño cumplido y el titulo mundial en la historia, se aprestaban a embarcar hacia Buenos Aires en Canadian Pacific. Un viaje largo. Escalas en Anchorage, Los Angeles, Mexico, Lima y 32 horas después, Ezeiza.

Emilio Lafferranderie, quien firmaba con el seudónimo El Veco, uno de mis grandes maestros, era el enviado especial de El Grafico. Había escrito toda la noche su memorable nota, de exquisita pluma y enorme prosa. Este inolvidable referente de la mejor prensa escrita, llevaba consigo un sobre membretado que decía: "Material periodístico. Revista El Grafico. Varios números telefónicos impresos. Contiene fotos. Favor No doblar". Algo así, recuerdo. Y se fue a entregar su trabajo para que alguien de la delegación, probablemente Lectoure, lo portara hasta Buenos Aires, donde sería rescatado para llevarlo de inmediato a la Editorial Atlantida. Una vez allí, la redacción de la revista habría de procesarlo. O sea leerlo, corregir algunos errores, chequear datos de precisión, revelar y editar con las fotos elegidas etc. Lo mismo haría otro enviado especial, Tolentino Alegre Reyes, quien enviaría cientos de fotos a Cronica, su diario.


Bajo estupor y pánico, la delegación y miles de personas vieron desde los ventanales del aeropuerto cómo aquel Boening 707 de Canadian Pacific que venía desde Hong Kong, seguía de largo en la pista sin poder frenar y tras una arriesgada maniobra, irse al césped haciendo un profundo surco, por suerte sin victimas. Un milagro. Sirenas, bomberos, ambulancias, alarmas…

La delegación lo tenía claro, volverían a Tokio. Esperarían lo que hiciera falta. Dejarían pasar un par de días antes de subirse a un avión. Pero los dos periodistas que allí estaban comenzaron a desesperarse,¿Qué harían con su trabajo? Tolentino, el fotógrafo, tenía mas oportunidades: podría transformar sus fotos en radiofotos – aún no existían la telefotos, de mayor calidad – y enviarlas desde alguna agencia internacional como The Associated Press o United Press. Pero El Veco…¿qué haría El Veco con su inolvidable nota que El Grafico estaba esperando para su cierre?

De regreso al hotel, bajo los efectos de haber visto el siniestro del mismo avión que ellos debían abordar, quedaba por resolver el tema de la nota.

Consultas con Buenos Aires, con Nueva York, con la Embajada en Tokio. Y de pronto, la luz, la milagrosa luz de la solución: el Telex, enviar el texto vía telex. ¿Qué es eso?, ¿Cómo se hace?, ¿desde donde?

El telex era ( y es) un sistema telegráfico codificado que graba en una cinta los signos perforados del mensaje y lo envía de punto a punto.

Miles de personas vieron desde los ventanales del aeropuerto cómo aquel Boening 707 que venía desde Hong Kong, seguía de largo en la pista sin poder frenar”
¿Se puede hacer eso aquí?, requirió el desesperado periodista. Si, fue la respuesta. Todo cuanto debe hacer ahora es encontrar quien tenga este sistema en Buenos Aires. Aquí, en Tokio, lo hace la KDD, la compañía oficial de comunicaciones. Y en Buenos Aires, descubrimos rápidamente, también había quien lo ofrecía como Servicioi a embajadas empresas y bancos, la compañía Transradio que estaba en la esquina de Corrientes y San Martin.

La nota de la pelea entre Accavallo y Takayama inauguró el sistema que la prensa utilizó por décadas. Fue lo que precedió a la milagrosa Internet. Y se inauguró para la función periodística, ese 2 de Marzo de 1965 en Tokio o sea 1 de Marzo por la noche en Argentina.

Tal como ocurría en nuestro país, los héroes deportivos que llegaban de regreso con la victoria, se convertían en modernos Cesares al volver a Roma tras una nueva conquista. La Via Appia Antica era el itinerario desde Ezeiza hasta el Luna Park. En el camión de Bomberos de Lanús, saludando con emoción y gratitud iba el ciruja, el cartonero, el saltinbamqui , el malabarista, el nuevo campeón mundial. Qué pena tan grande que no podamos revivirlo juntos. Sus ojos permanecen abiertos pero la memoria, en cambio, está cerrada desde hace algunos años.

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