Joy Johnson muere un día después de haber cruzado la meta en
el Maratón de Nueva York, tenía 86 años. Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).– Faltando
poco para acabar, sufrió una caída y se pegó en la cabeza. Faltando 10
kilómetros para finalizar la Maratón de Nueva York, Joy Johnson se golpeó la
cabeza.
A sus 86 años estaba junto a los servicios médicos de la competencia,
quienes le recomendaron asistir de inmediato a un hospital para que atendiera
cualquier tipo de secuela. Lucida y muy despierta, se negó con la misma
naturalidad con la que corría. Regresó a la ruta para cruzar la meta, fiel a
esa sana obsesión por no claudicar con tirar la toalla. La longeva atleta
terminó la ruta feliz. Al día siguiente moriría en su habitación de hotel.
La
keniana Priscah Jeptoo ganó la tradicional prueba en 2 horas y 25 minutos.
Johnson acabó la Maratón en poco menos de 8 horas. Los 42 kilómetros que completan
la ruta, fueron la última gran ruta de una persona ejemplar. Joy residía en San
José, California. Al terminar la carrera aceptó la ayuda médica para que la
atendieran, negándose ir al hospital. Corrió su 25° maratón consecutivo, como
una cita obligatoria que la pasión le imponía.
Su mejor marca fue en 1991,
cuando logró bajar de cuatro horas, lejos aún de los números que ponen los
ganadores pero ganadora constante de su categoría, seis en total. Llegó a Nueva
York con una de sus hijas, que la encontró sin vida al día siguiente en su
habitación de hotel. “Nunca corrió para competir, corría porque lo amaba”,
declaró Diana Boydston compungida por el efecto del golpe emocional, pero
tranquila por ver a su madre irse del mundo de los mortales, tras realizar lo
que esperaba con ansias durante cada año. “Siempre quiso morir con los tenis
bien puestos, y literalmente lo hizo”, termina Diana.
Nacida el día de Navidad,
Joy comenzó a correr ya en sus 50, tras ser motivada por una amiga. En 1988,
corrió su primer Maratón, haciendo de una prueba clásica, una rutina de vida.
Johnson se levantaba todos los días a las 4:30 de la mañana para entrenar en el
Willow Glen High School. En una entrevista para el Wall Street Journal durante
2008, Joy dejó claro su último deseo: “Le he dicho a mis amigos que si muero en
la pista, no llamen al 911 porque no quiero que me revivan.
Les dije que
esperaran una media hora, tal vez 45 minutos, después podían hablar a la
funeraria. Esa es la forma en la que me quiero ir”. No falleció durante la
carrera, pero sí al día siguiente, alejada del frío y con una calma rara
que una habitación de hotel le puso a la escena fatídica.
Ex profesora de
Educación física, se jubiló y comenzó a correr. La Maratón de Nueva York era su
cita favorita en el mundo. Una mujer que un día antes le dijo a su hija que era
feliz, terminó con un fuerte dolor de cabeza, pero con una sonrisa y ocho horas
de esfuerzo, una prueba grande del atletismo sin que nada más le importara. En
contra de su deseo, su hija la encontró a las tres de la tarde muerta sin que
se conozcan la causas médicas de su muerte.
Al día siguiente de la carrera se
presentó como desde hace diez años en el programa Today Show de Al Rocker. Al
terminar la emisión decidió regresar al Roosevelt Hotel para descansar.
Después
de varios intentos por despertarla, se oficializó su muerte. Joy, una de las 15
personas mayores de 80 años entre los 50 000 corredores del Maratón, murió
tranquila con el deber hecho. Haruki Murakami, escritor consagrado y maratonista
por pasión, escribió alguna vez que “La mayoría de corredores no corren porque
quieran vivir más. Lo hacen porque quieren vivir al máximo”. Joy Johnson ha
dado la razón. Fuente sin embargo.mx
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