Clásico, pero no súper - Por Jorge Neri, (DyN) - Si el River-Boca o Boca-River
fue elevado a la cúspide de los clásicos del fútbol mundial va más allá de las
calidades que ofrezcan los 22 jugadores dispuestos en el Monumental o la
Bombonera, es la experiencia de vida que significa participar de la fiesta que
se da a partir de lo que ocurre en el campo, y se traslada a las tribunas.
Es esa fiesta, que empieza con la adrenalina arriba para
todos y suele terminar solo para una de las partes, hace que el River-Boca o
Boca River sea súper.
El ámbito, el clima, el color es el plus, como el Fla-Flu
carioca, que nivela cada vez más ausencias futboleras.
Sin esa parte del espectáculo, en el caso del próximo
domingo será el hincha de Boca, habrá clásico, pero no súper. Faltará el que
grite y cante, el que viva hasta el sufrimiento del otro lado.
Todo porque contrariamente a la univocidad del personaje de
de Mary Shelley, en la Argentina hay muchos Frankenstein con nombres
vernáculos: La 12, Los Borrachos del Tablón. Y también muchos Víctor que
crearon y nutrieron estas máquinas de ganar poder y dinero.
Los Frankenstein vernáculos acumulan más muertes que la
criatura de Ginebra en la obra.
Las autoridades de seguridad nacionales y de la provincia de
Buenos Aires les cierran la puerta a los hinchas pacíficos, mientras los
monstruos siguen sueltos, pese a crímenes recientes.
La AFA, con dirigentes que rechazan ser Víctor pero que
asistieron al crecimiento de las barras, acatan las ordenes gubernamentales,
sin contrapropuestas, como ocurre desde que el fútbol recibe miles de millones
del Estado.
Todos podrán ver el partido por televisión, los que asistan
celebrarán o lamentaran según el resultado. No entrará un alfiler en el
Monumental el domingo próximo, pero algo faltará para que realmente sea un
superclásico.
Analizan sus cartas - Antecedentes y datos de la actualidad de cada uno.
¿Qué pueden mostrar River y Boca el próximo domingo?
"Somos diferente, se nota que somos diferentes.
Nosotros no festejamos los empates...". Hizo una media sonrisa, de esa tan
característica en su rostro, y se retiró. Ramón Díaz quería ganar desde la
dialéctica lo que su equipo había dejado escapar en La Bombonera. El riojano
regresaba a La Boca y de allí se iba con bronca, seguro de que los tres puntos
le correspondían a su equipo. Lo mismo le había ocurrido al Pelado Matías
Almeyda cinco meses y medio antes, en el superclásico que terminó igualado en
dos tantos.
Hay una frase archiconocida en el fútbol argentino:
"los clásicos son partidos aparte, no importa cómo llegue cada
equipo". ¿Es tan así?
El 'súper' que se jugará el próximo domingo en el Monumental
tendrá dos particularidades: será solamente con público local (las entradas
salieron a la venta ayer, con plateas en la friolera de 800 pesos) y tanto
River como Boca llegarán a este choque (va a las 18:15) después de ganar sus
partidos previos, algo en lo que no coincidían desde 2004.
Las últimas dos ediciones terminaron con empates, pero la
angustia quedó del lado millonario. Hace poco menos de un año atrás, el 28 de
octubre de 2012, River volvió a jugar un superclásico en primera después de una
temporada en la B Nacional y lo hizo con el Pelado Almeyda como DT y un equipo
que hoy parece extraño, con Carlos Sánchez, Cirigliano, Aguirre y David
Trezeguet. Su realidad inmediata hablaba de una caída ante Quilmes, que había
deslucido sus dos anteriores goleadas frente a Arsenal y Godoy Cruz.
Boca andaba a los tumbos de la mano de un JC Falcioni que
había sido campeón dos torneos antes, pero que no triunfaba en los últimos
cuatro partidos y que se salvó del escarnio porque en los últimos 15' del derby
Santiago Silva y Walter Erviti empataron el partido sin merecerlo.
El 2-2 en ese torneo Inicial que terminó ganando Vélez no
salvó a nadie, y algunas fechas después (polémicas varias de por medio) los dos
entrenadores le dejaron el lugar a los más ganadores. Carlos Bianchi y Ramón se
volvieron a ver las caras el domingo 5 de mayo de este año. River peleaba
arriba con Newell's y Lanús, mientras que el xeneize extrañamente miraba la
tabla desde bien abajo y sumaba un triste e histórico récord: 10 partidos al
hilo sin triunfos a nivel doméstico. Como en el clásico anterior, el Millo pegó
antes del minuto con Lanzini (antes con Leo Ponzio) y Boca empató con el Pelado
Silva. Todo eso en el primer tiempo, porque en el segundo se dedicaron a
aburrir.
De ese derby quedaron apenas las chicanas de Ramón (aquel
recordado "¿Yo de la B? Nooooo") y la sensación de que cuesta ver y
generar fútbol cuando la búsqueda se centra en no perder. Los dos
"grandes" no pelearon por el título y sus entrenadores dejaron el
Olimpo para ser personas de carne y hueso.
La sensación es que a este clásico llega futbolísticamente
mejor Boca. A diferencia de las ediciones anteriores, contará con Juan Román
Riquelme y Fernando Gago, dos verdaderos cracks para el medio local. Claro,
todo lo que promete del medio para adelante se transforma en pesadilla a la
hora de defender. En el fondo tiene graves problemas para armar la línea de cuatro.
El Virrey no pega una con las lesiones, el domingo perdió a
Ribair Rodríguez a los 4 minutos y aunque estaría en condiciones de volver el
Cata Díaz, el Xeneize está muy lejos de ser un equipo confiable atrás.
"Cada 90 minutos hay que cambiar la defensa", se lamentó Bianchi.
En River, en cambio, seguramente Ramón repetirá la defensa
con Barovero; Mercado, Maidana, Balanta (llegaría con lo justo) y Vangioni, con
un cambio con respecto al clásico de mayo: Maidana por González Pirez. Sin
dudas, es una última línea que ofrece solidez y salida por las dos bandas. Que
ese fondo se repita no es sinónimo de inexpugnabilidad, aunque es verdad que
Barovero está enorme y con cinco goles es de los que menos veces vio caer su
arco, sólo por detrás de Arsenal y Godoy Cruz (4).
Boca, en cambio, recibió 11 tantos en 9 partidos, aunque no
le convirtieron en los últimos tres, sobre todo porque el medio tiene mayor
intensidad, el equipo consiguió posesión y retrocede mejor. En esa mejora la
incidencia de Gago es determinante.
River se mostró vertical ante Lanús, con tránsito rápido en
el medio y mucha actividad por las bandas. Es clave la incidencia de Manuel
Lanzini, un jugador desequilibrante, que llega al gol y que se acerca más al
arco cuando Teo Gutiérrez se retrasa y actúa de conductor. El Millo debe ganar
para no quedar demasiado relegado en la lucha de arriba (Newell's está a seis
puntos), pero para lograrlo tendrá que pensar en meter mucha presión en el
medio y quitarle posesión a un Boca que tiene en Pintita y Román a dos
verdaderos expertos, que nutren todos el tiempo de balones bien jugados y
profundos a Sánchez Miño, el Burrito Martínez y Gigliotti.
A priori, los dos DT tienen un par de dudas, aunque se
estima que repetirán un 80% del equipo que pusieron el domingo. En el Millo
seguramente volverá Carbonero, Ledesma podría recuperar su lugar y tal vez el
Pelado apele al "efecto-Mora". En el Xeneize, habrá que ver cómo está
el Cata y si Bianchi se anima a seguir con el equipo que enfrentó a Quilmes o
toma forma el rumor que circuló ayer, que JR irá como media-punta en lugar del
Burrito.
Si caen, ninguno de los dos perderá su cargo, como le
ocurrió en el Apertura 2010 a Claudio Borghi después del 1-0 de River con gol
de Maidana. Deberían jugársela al ataque, con sus armas y necesidades. Por el
bien del fútbol nuestro de cada día.
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