Nicolino Locche - Lugar de Nacimiento: Mendoza
(Argentina) Biografía - A los 9 Años comienza a practicar boxeo, pero debuta como profesional el 11 de
diciembre de 1958 ganándole por nocaut en el segundo round a Luis García. Más
tarde se consagraría campeón mendocino, campeón argentino y campeón
sudamericano de peso liviano. En 1966 ingresa a la categoría welter junior y
logra a la coronas nacional y continental.
Se lo conocía como el Intocable, llenaba el Luna Park con cada una de sus
presentaciones, incluso fue el primer boxeador del país que llevo público
femenino a sus peleas. En el año 1968 llega al auge de su carrera deportiva y
se consagra campeón mundial venciendo a Paul Fuji, en Tokio.
Defendió su título 6 veces ante Manuel Jack Hernández, Carlos Hernández, Joao
Henrique, Adolph Pruitt, Antonio Cervantes y Domingo Barrera Corpas, pero el 10
de marzo de 1972 pierde la corona por puntos en Panamá contra Alfonzo Frazer.
Aunque intento recuperarla, no lo logro y decidió retirarse en 1975.
En el año 2003 ingresa al Salón Internacional de la Fama del Boxeo.
Nicolino Locche muere en el año 2005, en Mendoza
Se hizo boxeador porque descubrió que le divertía y que
era una manera de ganarse la vida sin trabajar, como decía. Venía de un tiempo
de box en los barrios como el del hangar del aeropuerto de El Plumerillo, en Mendoza,
cuando tenía nueve años y pesaba 37 kilos. La única iluminación del
cuadrilátero eran cuatro faroles apoyados en las esquinas del ring. A poco de
empezar la pelea se dio cuenta de que le era fácil esquivar las andanadas de su
rival y que, además, le divertía más que tirar trompadas. Y así, para
divertirse, empezó a esquivar las piñas, una aquí, otra allá y llevó a su rival
hasta un rincón del cuadrilátero. Hizo un amague y la trompada del otro se
perdió en el aire y chocó contra una de las luces. Siguió la pelea hasta el
otro rincón. Y otra vez, otro amague, otra trompada fallida que da contra la
luz y que dejó al hangar en la penumbra. La pelea se suspendió por falta de
luz.
Así era Nicolino Locche, ésa fue su primera pelea y ayer dio la última. El
Chaplin del ring, con sus pies planos y su andar de pato, el Intocable fue
alcanzado por la muerte, a los 66 años, sin esquive de cintura posible. Era
Intocable en un deporte de contacto, el anti boxeador endiosado por los amantes
del box. Y hasta las mujeres se rendían ante ese estilo de boxeador “pacifista”
que ganaba por puntos, que evitaba la carnicería, de cuerpo cuadrado pero con
más reflejos que un monje de kung fu. En 1961 fue campeón argentino y en 1968
fue campeón del mundo. Atrás quedaron tirando piñas al aire Ismael Laguna, Kid
Pambelé, Sandro Loppópolo, el Morocho Hernández y el japonés Fuji.
Paul Takeshi Fuji era el campeón del mundo, un japonés que parecía una
maquinita de tirar piñas. Incansable, paciente, demoledor, con estilo de
campeón. Y ese día, el 12 de diciembre de 1968, cuando le estaban dando el
masaje en el vestuario del monumental estadio Kuramae Sumo, de Tokio, el día de
su gran pelea, con el gran campeón, en el gran estadio, Nicolino se quedó
dormido cuando le estaban dando el masaje. El entrenador lo despertó para la
pelea y Nicolino se fue tranquilo.
La pelea fue un espectáculo del Bolshoi, el Intocable bailoteando y el japonés
persiguiéndolo frustrado y Nicolino dale que dale con su payaseada de cintura y
después con los esquives de hombro y las trompadas del japonés que se volvían
trompaditas en el aire. Y de repente se detenían, los rivales se observaban un
segundo, el brazo de Fuji que salía disparado y Nicolino que se agachaba casi
con pereza y el latigazo se perdía en la nada. El japonés era velocidad y
Nicolino parecía quieto, una momia, pero debería ser más rápido que la vista,
porque no había forma de que le pegaran. O si no, se dejaba arrinconar y se
acurrucaba con la guardia alta y dejaba que el otro se cansara de pifiar. Y
después, casi con desgano, como diciendo “esto lo hace cualquiera”, disparaba
un piñazo, más que nada para enfurecer, para ganar puntos, y así ganaba.
Nicolino enloquecía a la popular. En medio de la pelea ponía sus manos atrás y
mostraba la cara para que le pegaran. El otro tiraba trompadas y Nicolino, sin
manos, esquivaba los golpes en medio del delirio de las multitudes. O de
repente se metía en el rincón y armaba la guardia como un fortín infranqueable.
El otro tiraba piñas hasta cansarse mientras Nicolino, con la cara de costado,
le hablaba a uno de los locutores que relataba la pelea en un lateral del ring.
Maestro, hacía delirar a la gente y enloquecía a sus rivales.
Y así Nicolino, el Intocable, hizo un montón de plata. Y como la hizo, la
perdió en negocios imposibles, jugueterías, estaciones de servicio y campos.
Perdió todo, hasta los pulmones, por el cigarrillo, y a su esposa, cuando se
fue de farra con un amigo y regresó un mes después. Nicolino se atajaba la vida
como podía, pero no tenía la misma suerte que en el box. Ni tanto, porque
resultó que el cinturón de campeón que había ganado en 1968 era una imitación.
Y recién hace quince días le habían dado el cinturón original. Una afección
cardíaca y respiratoria fue la piña que lo volteó ayer cuando apenas había
cumplido 66 años, el viernes pasado, y cuando ninguna otra piña había podido
alcanzarlo hasta antes de ayer.
La noche mágica de Nicolino Loche
Fue tan mágica que acá, en esa mañana del 12 de diciembre de 1968, el país
entero prendió la radio para seguir la pelea por el título mundial de los
welter junior. Esa noche en Japón fue mágica. Tan mágica que acá, en esa mañana
del 12 de diciembre de 1968, el país entero prendió la radio para seguir la
pelea por el título mundial de los welter junior.
Y ese hombre mendocino de 29 años que ya había hecho una larga carrera
boxística estaba frente a frente, en Tokio, con el campeón mundial, el japonés
Paul Fuji, para tratar de quitarle el título.
Ni hablar en esos tiempos de peleas por TV en directo, recién unos días
después, los argentinos pudimos ver el show de Nicolino en blanco y negro. ¡La
pelea por el título mundial en diferido!
Hace exactamente 40 años, El Intocable, como se lo apodaba a Locche por su
inconfundible estilo para esquivar los golpes, le daba a Argentina el tercer
título mundial de boxeo después de los de otro mendocino, Pascual Pérez, y
Horacio Accavallo.
El Veco fue el enviado especial de El Gráfico y escribía: “Allí está el
Intocable, trabajando con la izquierda adelantada. Fuji no sale a apurar y tira
un golpe que se pierde en el aire”. Así terminarían la infinidad de golpes que
tiró el campeón. “La izquierda de Locche ya es un látigo en esa primera
vuelta”, y esa iba a ser otra de las características del combate.
Mientras Locche mantenía el centro del ring, el hawaiano-japonés trataba de
llegar en corta distancia “pero los 3 meses de entrenamiento de Locche están
vivos en esas piernas que se entregan en una danza continua, casi sin tocar el
piso, no ofreciendo jamás un blanco fijo”, escribía el periodista en El Gráfico
Nº2.567, que por estos días es un objeto para coleccionistas.
“Fuji trata de arrinconar a Locche en una esquina neutral y se va a lo toro a
buscarlo. Pero Nicolino ya no está y Fuji se zambulle espectacularmente, y cae
sobre la piscina de lona... un campeón mundial en el ridículo máximo para un
boxeador, y el torero de pantalones cortos allí al lado”, decía la crónica.
La gente en el estadio en Tokio enmudecía y no podía creer que un boxeador
escapara tantos golpes y que el de enfrente fuese tan efectivo para esquivar y
tan exacto al pegar.
La cara de Fuji se iba agrandando, sus ojos se achicaban aún más, porque los
golpes de Nicolino llegaban seguros y muy seguidos.
Ya en el quinto round se cerraba al todo un ojo de Fuji. La izquierda del
mendocino sigue martillando en la cara de Fuji: “La zurda de oro sigue su
monólogo virtuosista”.
En el 7º round se notaría que a Fuji le había costado dar el peso (63,500kg),
avanzaba y se perdía entre tanto Intocable que tenía enfrente. El pupilo de Don
Paco Bermúdez estaba cada vez más seguro, como si hubiese nacido en Tokio.
El noveno fue la exhibición mayor con Nicolino colocando cada golpe en la cara
del local. Fuji parecía aturdido, ciego y atormentado. No aguantó más.
En el décimo, Fuji no salió a pelear y el árbitro Nick Pope le levantó la mano
al nuevo campeón mundial.
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