
Un impecable cabezazo del defensor Puyol coronó la lluvia de ataques que protagonizó España a lo largo de todo el trámite. El inicio del partido tuvo vértigo, pero no llegadas claras. Pero con el correr de los minutos la roja, con un destacable juego colectivo, comenzó a generar peligro y tuvo varias chances de marcar. Alemania intentó responder. Fue al ataque. Pero no pudo mostrar el nivel que lo depositó en esta instancia. Entonces, le costó encontrar espacios. Las mayores virtudes del conjunto español fueron el orden táctico y el desplazamiento, ya que tanto a la hora de atacar como de defender involucró muchos jugadores. Con esas virtudes pudieron poner en jaque al equipo alemán, que por entonces sentía como sus jugadores más desequilibrantes eran absorbidos por las marcas. Pero a las situaciones de gol hay que cambiarlas por gol. Más en una semifinal. No hacerlo se puede pagar muy caro. Y Alemania casi se lo cobra, ya que tiró desde lejos pero no pudo romper el cero. No obstante, fueron sólo arrestos individuales. Pero España no estaba dispuesta a pagar nada: Puyol abrió la cuenta con un soberbio cabezazo después de elevarse con una firmeza de tal magnitud que incluso desplazó a su compañero Piqué. Así, el nuevo héroe catalán destrabó un enfrentamiento en el que la posesión y el dominio español no habían pesado ante una defensa alemana bien plantada.
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